domingo, 6 de julio de 2008

DIÁLOGOS CON LA PROVINCIA


DIÁLOGOS CON LA PROVINCIA

La provincia a la que se refiere el libro es la de Guadalajara, y los “diálogos” son eso: conversaciones mantenidas sobre la marcha con medio centenar de personas relacionadas todas ellas con esta provincia. Se trata del primer libro que escribí, en el que se recogen aquellas cincuenta entrevistas que en el año 1979 mantuve con otros tantos personajes de la más distinta condición: desde un Premio Nóbel (Camilo J. Cela) o un académico de la RAE (Manuel Seco), hasta un humilde pastor de la trashumancia (Encarnación Herranz) o un enfermo de lepra del sanitario de Trillo (Antonio Naranjo), lo más diverso de la sociedad del momento, con sus inquietudes, sus experiencias, y sus maneras diferentes de andar por la vida, pasó por las páginas de “Nueva Alcarria”, primero, con una frecuencia semanal, y de esta edición en forma de libro, con el título de “Diálogos con la provincia”, un año después.
Lo publicó, en los talleres zaragozanos de Tipo-Línea el año 1980, la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja, ahora Ibercaja, edición única que se agoto enseguida al ser entregado como obsequio a sus clientes al poco de aparecer, mientras que hubo existencias.

(el detalle)

“FERMÍN SANTOS ALCALDE

Mis ojos tuvieron que ver el mundo
de manera distinta a los demás niños

Si la ocasión ha venido hoy sola a la mano, coincidiendo con su reciente exposición en Guadalajara, no ha sido otra cosa sino adelantarse en unas se­manas a mi viejo propósito por conocer de cerca la personalidad de Fermín Santos. La figura del pintor de Gualda no podía faltar, de ningún modo, en ésta ya larga lista de hombres y de mujeres de la tierra, que cada semana, por una u otra causa, atraen nuestra atención.
Más que en ningún otro caso es preciso conocer al personaje antes de hablar con él; pues, si su forma de hacer en el arte ha encontrado los mejo­res elogios por parte de críticos de la talla de Campoy, Chavarri y Prados López, entre otros; contando, además, con el pláceme autorizadísimo del eminente maestro que perdimos, don José Camón Aznar, quien no dudó nunca en dar a nuestro hombre la categoría de figura universal en el mundo de la pintura, como continuador genuino de la línea iniciada por Goya, creo que hay en Fermín Santos algo todavía más valioso que admirar .
Fermín Santos es un hombre de origen humilde y esta condición la ha hecho siempre como una constante de su vida. Jamás quiso subirse al pedes­tal de las vanidades y ocasiones tentadoras ha tenido, precisamente porque conoce la humildad de sus principios. El pintor, que tiene hoy su obra incluida en el Museo Vaticano y en el de Arte Español Contemporáneo, re­cuerda con dolor, pero también con cariño, aquellos años interminables de su niñez, en los que, por necesidades familiares urgentes, hubo de vagar ofreciendo sus dibujos por los bares y las tabernas del Madrid de los años veinte.
-¿Cómo fue aquello, don Fermín?
-Aquello lo recuerdo con detalles desde chico. No tendría yo más de seis años cuando la afición me llevaba a hacer garabatos en el Colegio de San Rafael, cerca de la estación de «las pulgas» y cerca también de la prade­ra de San Isidro. Sí, tuve una infancia fuerte y nada alegre. Mis ojos tu­vieron que ver el mundo de una manera distinta a los demás niños.
-Al igual que lo bueno, también lo malo pasa en este mundo en que vi­vimos. Hoy, la familia Santos Viana se me antoja una familia feliz en el fondo, entre otras cosas porque allí se le rinde a la pintura culto unánime. Fermín Santos es esposo y padre de pintores, ¿esto es una ventaja o un in­conveniente?
-Es una gran satisfacción para mí estar rodeado de toda la familia cuando les gusta el arte. Yo creo que es algo que, tanto a mí como a mis hi­jos ya mi esposa, nos ha ayudado mucho.
-¿En qué forma sigue usted ligado a la provincia?
-Bien. Yo paso largas temporadas en la provincia, concretamente en Sigüenza. La última temporada allí ha sido de cinco meses. Como nacido en Guadalajara, no se me olvida; la llevo siempre en el arte y en el corazón.
-¿Tiene muchos amigos?
-Sí. Tengo muchos amigos.
-¿Quiénes suelen ser sus amigos?
-Pues, tengo amigos de muchas clases y de los más distintos estamentos y categorías sociales. Son amigos míos, generalmente, todas las personas que tienen buenos sentimientos.
-¿Cuándo pinta Fermín Santos?
-A todas horas; incluso durmiendo.
-¿Está usted satisfecho de su obra?
-Sí que estoy satisfecho. Decir que no lo estoy sería faltar a la verdad, pero tengo que hacer mucho todavía.
-¿Recuerda con cariño especial a alguno de sus maestros?
-Recuerdo con cariño especial a todos los que me enseñaron y creo que sería injusto destacar a uno determinado. Todos mis maestros me sirvieron de mucho.
-¿Cuál es ese trabajo del que usted se deshizo y ahora le gustaría recu­perar?
-Pues mire: no es uno, son muchos los cuadros y dibujos de los que tu­ve que disponer en su momento y ahora me gustaría tener de nuevo como míos, pero reconozco que es algo imposible de conseguir y casi prefiero no pensar en ello.
-¿Hay algún tema que le gustaría llevar al lienzo?
-Sí. Me gustaría pintar, con todo su encanto, con todo su misterio, la esencia de la vida. Es muy difícil, pero me gustaría.
-¿Qué es más grato para un pintor, la naturaleza o su propia imagina­ción?
-Todo cuanto existe debe ser grato para los ojos y para el alma del pin­tor, pues de esta manera puede jugar con su imaginación sin limitar sus ho­rizontes.
En la actualidad cuenta el pintor con setenta años y una lucidez envi­diable. Veo sus ojos cansados, su porte elegante y su conversación sencilla y llena de cordialidad. Hablando con Fermín Santos uno descubre que es ad­mirablemente llano en su palabra y en su idea, como corresponde a un ca­ballero del arte llamado a trascender sobre su propio tiempo, donde afortu­nadamente todavía se encuentran semejantes nuestros a quienes admirar sin condiciones.”

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