jueves, 30 de octubre de 2008

EL BARRANCO DE LA HOZ


BARRANCO DE LA HOZ

Paraje angosto, muy pintoresco y espectacular, en el Señorío de Molina, término municipal de Ventosa y muy cerca de Corduen­te. Abriéndose tajo entre los tremendos peñascales cortados en vertical, discurren Barranco abajo las aguas corrientes del río Gallo. Mesas de piedra utilizables como merendero y sombras de arbolado en las márgenes del río, completan con las rocas de extrañas formas y el santuario de la Virgen de la Hoz toda la maravilla de aquel afortunado rincón de la provincia.
El Barranco de la Hoz fue, en tiempos anteriores a la contaminación de los ríos, un estupendo lugar para la pesca de la trucha y del cangrejo.
Dentro del santuario se venera en su ermita, abierta bajo las peñas, la imagen de la Virgen de la Hoz, Patrona de Ventosa, de Corduente, de Molina y, por exten­sión, de todo el Señorío. Se dice que la imagen de la Virgen se apareció en aquel mismo lugar a un pastor de Ventosa, apenas concluida la reconquista de Molina. La imagen es una talla románica del siglo XII. Su coronación canónica tuvo lugar el 31 de agosto de 1953. La fiesta patronal se celebra el 8 de septiembre, en tanto que la romería principal a su santuario tiene lugar durante la mañana del domingo de Pentecostés, con representación de la famosa "Loa del gallego".
Esta representación teatral se llama así por ser "el Gallego" uno de los personajes centrales que intervienen en el desarrollo del acto. La "Loa" es una antiquísima manifestación cultural, de caracter religioso-festivo, simultánea en el tiempo con la La Caballada de Atienza, pues como aquella tiene lugar el día de Pentecostés, y como marco la explanada del santuario en el Barranco. Todo el auto sacramental, con personajes sacados del fondo literario de los clásicos, lleva como fin último el triunfo del Bien sobre el Mal.
Terminada la representación, los danzantes bailan con espadas y palitroques, concluyendo el acto con la formación de una torre humana coronada por un ángel que lanza varios vivas en honor de la Virgen de la Hoz.

lunes, 27 de octubre de 2008

EL TENORIO MENDOCINO


EL TENORIO MENDOCINO

Representación teatral del "Don Juan Tenorio" de Zorrilla, que cada año, desde 1992, se viene ofreciendo al público de Guadalajara durante la noche del 31 de octubre, por los distintos rincones y monumentos renacentistas de la capital alcarreña. La plazuela colateral con la capilla de Luis de Lucena, la fachada del palacio de La Cotilla, el patio del palacio de don Antonio de Mendoza, el de los Leones del palacio del Infantado, la plazuela de la concatedral de Santa María y los jardines y portada de la antigua iglesia de La Piedad, son el escenario ideal para la representación en vivo de las diferentes escenas de este “Tenorio” itinerante, que no solo se ha llegado a consolidar, sino que en sus pocos años de existencia se ha convertido en una de las manifestaciones culturales más importantes de la ciudad.
Los actores, personajes del vivir cotidiano de la ciudad, agrupados en un cuadro artístico con el nombre de "Gentes de Guadalajara", entre los que -por sólo citar algunos de ellos- se han contado, y algunos se siguen contando, con Abigail Tomey, Javier Borobia, José Antonio Suárez de Puga, Fernando Borlán, recientemente fallecido, Fernando Revuelta, y otros más hasta un número aproximado de veinticinco, integran el reparto completo de la obra más popular del Romanticismo Español, y más veces representada que ninguna otra en los escenarios españoles.
En la imagen, cedida por el diario “Nueva Alcarria” se recoge un momento de la “escena de la ventana”

domingo, 26 de octubre de 2008

HISTORIAS MENORES DEL PALACIO DEL INFANTADO ( VI )


EL MILAGRO DEL CARDENAL
La imaginación popular y el sentir de aquel tiempo dan cuenta de un portento ocurrido en Guadalajara el día 11 de enero de 1495, coincidiendo con la muerte del cardenal don Pedro González de Mendoza. Se dice que fueron muchos los vecinos de la ciudad en sus distintos barrios, los que vieron una enorme cruz blanca situada sobre el palacio donde murió, en el instante mismo de su fallecimiento; que la cruz sirvió de aviso a la población para comunicarle el triste desenlace, y que, al cabo de un rato, desapareció tan misteriosamente como la habían visto aparecer. No obstante, la figura de la cruz permaneció grabada sobre el césped del patio del palacio, avalando la vida, y sobre todo dando fe de la muerte en aquel lugar, de quien llegó a conocerse como el "Tercer rey de España".

viernes, 24 de octubre de 2008

DOS PINTURAS DE BUERO VALLEJO


DOS PINTURAS DE ANTONIO BUERO VALLEJO

Aún no había cumplido dieciocho años el joven Antonio Buero cuando su afición a la pintura se lo llevó de Guadalajara, su ciudad natal, hasta la Capital de España. Era por entonces Madrid, más que en ninguna otra época, el “rompeolas de todas las Españas”, y un atractivo fascinante para los espíritus inquietos, para los ánimos cargados de sueños y de proyectos. Un grupo importante de jóvenes insatisfechos, nombres que años después serían punteros en las distintas ramas del arte y del pensamiento español, ya por aquellos años había tomado Madrid y se habían convertido en un aliciente incontenible para atraer a tantos más que, con el correr del tiempo, se inscribirían así mismo en la nómina de los españoles universales.
Guadalajara carecía por entonces de un movimiento cultural que mereciera la pena. La ciudad se limitaba a tratar a sus hijos adolescentes con cariño, con una ternura a la que contribuía de manera eficiente el paisaje de sus alrededores; pero nada más. Antonio Buero, uno de aquellos mozalbetes a los que la horma de su ciudad les resultó pequeña, con toda la ilusión que le daba su edad y el título de bachiller por toda indumentaria, un buen día se marchó a Madrid. Así lo cuenta el ensayista malagueño Julio Mathías: “Pero en Guadalajara, a pesar de sus monumentos artísticos y de sus palacios cargados de historia y de leyenda, no hay posibilidad para un joven que aspira, sobre todas las cosas, a ser pintor. La pintura requiere, aparte de la vocación y la inspiración, un duro aprendizaje. Madrid y su Escuela de Bellas Artes de San Fernando le atraen. Solo cincuenta y seis kilómetros le separan de la casa paterna”.En cierta ocasión pasé por Taracena con el único fin de ver un par de pinturas de Buero Vallejo en el domicilio particular de algún familiar suyo. Su madre, doña Mari cruz Vallejo, había nacido en este apacible lugar cercano a la capital de provincia. Dos señoras de Taracena, Maria Luisa y Margarita, primas lejanas del autor, conservan colgados en lugares preferentes de sus casas dos pinturas de aquel Antonio Buero en sus años jóvenes.

Una de esas pinturas, la de menor tamaño, la guardaba con celo Maria Luisa. Representa una escena lejana en el tiempo de la Ciudad del Acueducto, que el autor tituló “Estampa segoviana”. En ella aparecen un hombre y una mujer, dos castellanos viejos ataviados con la indumentaria festiva de hace un ciento de años; como fondo, una parte del caserío y la torre del lugar. En uno de los ángulos aparece la firma del pintor “BVERO”, detalle que sobrevalora la obra hasta lo infinito. Está realizada en 1948, el año al que nuestro insigne dramaturgo diese la primera campanada solemne con la “Historia de una escalera”.
El segundo de los cuadros que pude ver, lo conservaba como oro en paño Margarita. Es un bello retrato de 85 x 67 cm. De tamaño. En él aparece don Andrés José Quemada, padre de su dueña y amigo del pintor. Está sentado, con el brazo derecho reposando sobre una mesita de escritorio y un libro en su mano izquierda. Se trata, qué duda cabe, del trabajo de un artista conocedor del medio. Igual que el anterior fue pintado en Madrid, durante el mes de enero de 1948.
Uno, que admira y cree valorar el talento y la personalidad de don Antonio Buero Vallejo, que siempre tuvo a gala incluirlo entre los tres primeros autores dramáticos en lengua castellana del siglo XX -los otros dos serían García Lorca y Valle Inclán-, quiere ahora resaltar esta otra faceta de su importante quehacer, aquella para la que él creyó haber nacido, y que, como el tiempo se ha ido encargando de demostrar, no fue así. Don Antonio hubiera sido un pintor destacado, su talento le hubiese llevado a sobresalir, pero es muy posible que no hubiese pasado de allí. Probó fortuna en otra rama del arte que desde niño también le atraía, y ésta le sonrió desde el primer momento para que no tuviera dudas sobre qué decisión tomar en un futuro.
Guadalajara vino abriendo los ojos durante las últimas décadas de vida de este hijo simpar; título que nada ni nadie será capaz de quitarle; pero buena cosa es sacar a la luz la causa primera y única por la que Antonio Buero decidió marcharse de estas viejas riberas del Henares, y ofrecer a sus paisanos una muestra de aquellos “entretenimientos” de juventud, algunos de los cuales, por fortuna, se quedaron aquí.

Este mismo artículo se publicó en “Nueva Alcarria” en diciembre de 1994. Lo leyó don Antonio Buero, y días después me mando una carta de agradecimiento manuscrita, que guardo como un tesoro. De esa carta, y con relación a estos cuadros, trasncribo lo siguiente: «Mi viejo amigo Quemada, tan afectuoso siempre conmigo cuando yo no era nadie, me encargó esos dos óleos; se casó con Celia, una prima mía de Taracena. Ninguno de los dos está ya en el mundo.»

(Las fotos corresponden a las pinturas de su familiar Antonio José Quemada y Estampa segoviana).

lunes, 20 de octubre de 2008

MANU LEGUINECHE, ALCARREÑO DE ADOPCIÓN


MANU LEGUINECHE, ILUSTRE ALCARREÑO DE ADOPCIÓN

Dentro de unas fechas, sus compañeros y amigos vamos a rendir un homenaje de amistad y de admiración a Manu Leguineche; un periodista y escritor que ha preferido la Alcarria para escribir, y para descansar de su ajetreada vida como profesional del periodismo. En estos momentos se recupera de las secuelas de una delicada operación quirúrgica a la que se sometió varios meses atrás.
Su nombre completo es el de Manuel Ángel Leguineche Bollar, nacido en Arrazua (Vizcaya) en 1941. Se trata de uno de los miembros destacados de esa pléyade de intelectuales y artistas que un día descubrieron la Alcarria y en ella se quedaron a vivir.
Viajero por el mundo con predilección por los países lejanos y exóticos, donde siempre hay algo que ver y descubrir para contarlo después a sus lectores. Corresponsal de guerra en Vietnam y en la Guerra del Golfo. Es fundador de las agencias de noticias Colpisa y Fax Press. Autor de una obra interesante y muy extensa, que le ha hecho merecedor entre algunos más los premios Nacional de Periodismo, Pluma de Oro, Cirilo Rodríguez, Godó, Julio Camba, y Ortega y Gasset. Son algunas de sus principales obras “El camino más corto”, “El precio del paraíso”, “Yo te diré...”, “Yo pondré la guerra”, "En el nombre de Dios”, "Hotel Nirvana", "La felicidad de la tierra" y “El Club de los Faltos de Cariño”. Las dos últimas -de lectura exquisita, escritas con la calma y el sosiego que por lo general exige la buena literatura- son a manera de cuadernos de notas inspiradas en el ambiente cotidiano de los pueblos de Guadalajara en los que ha vivido: Cañizar, y Brihuega, donde tiene su casa.
En octubre de 1986, Manu Leguineche se instaló para vivir en una casa de campo perdida en el bosque, término municipal de Cañizar con vistas al valle del Badiel y a las sierras del norte, conocido por El Tejar de la Mata, que sería su rincón de descanso y de trabajo entre viaje y viaje por el mundo. Años después se trasladó a otra villa de la Alcarria: Brihuega, donde ahora reside durante largas temporadas. El 31 de enero de 2004, el Ayuntamiento de Peñalver y otras asociaciones provinciales le concedieron el meritorio premio de Su peso en miel, con el que cada año distinguen a celebridades nacionales del mundo de la Literatura, del Arte y de la Comunicación.

viernes, 17 de octubre de 2008

DON ANTONIO SANZ POLO HA MUERTO


FALLECIÓ DON ANTONIO SANZ POLO

Acabo de leer en la prensa provincial la esquela de su fallecimiento. La vida no perdona, mal que nos pese. A los 95 años de edad falleció ayer, día 16, en Guadalajara, uno de los últimos caballeros con madera de hidalgo que han dado al mundo las tierras del Señorío. Lo he sentido. Solía ir a visitarlo con relativa frecuencia, y me agradaba mucho conversar con él. Últimamente tuve la impresión de que nada del mundo le interesaba. Fue un hombre de conciencia recta, caballero sobre todo lo demás, muy en la línea de esa pléyade de notables que con el correr de los siglos fueron apareciendo en la ciudad de Molina y en otras villas de su entorno, cuyos escudos de armas campeán sobre las fachadas de los edificios.
Don Antonio estudió Magisterio en Toledo y la licenciatura en Ciencias Naturales en la Universidad de Madrid. Maestro de Maestros. Nació en Molina de Aragón en 1913, y ejerció como maestro una corta temporada en el colegio Rufino Blanco de Guadalajara. Inspector de Enseñanza Primaria en Galicia, Asturias y León, para asumir después el cargo de Inspector General de Enseñanza Primaria. Los puestos dentro de la política también lo siguieron durante una cierta época de su vida, y así ostentó entre otros el de Diputado Provincial en Soria, Presidente de la Asociación Nacional de Inspectores, miembro del Consejo General de Educación Física y Deportes, y representante de España en las reuniones del Consejo de Europa en Estrasburgo. Contó con varias condecoraciones importantes en premio a su labor: Comendador de la Orden de Cisneros, Encomienda de la Orden de Alfonso X el Sabio, Encomienda al Mérito Civil, y Medalla al Mérito de la Asociación Nacional de Amigos de los Castillos.
Para quienes le conocimos, no nos pasaron desapercibidos otros muchos merecimientos más: su natural sentido de la amistad, el amor a su tierra, y el haber reconstruido, sacándola de las ruinas, la enorme torre del histórico castillo de Zafra a sus solas y exclusivas expensas, sin ninguna otra ayuda oficial ni privada. Su memoria durará tanto, años y siglos, como los que permanezca erguida sobre las rocas de la Sierra de Caldereros, la torre del homenaje del Castillo de Zafra, a partir de hoy monumento a su memoria.
La fotografía que encabeza estas palabras la tuvo presente en su habitación durante los años finales de su vida. Se la tomé en cierta ocasión, sentado junto a la chimenea, en la última planta de la torre de su castillo. Todavía habría de estar entre nosotros diez años más. Que en paz descanse, el maestro y el amigo.

miércoles, 15 de octubre de 2008

HISTORIAS MENORES DEL PALACIO DEL INFANTADO ( V )


LA RECPCIÓN AL REY FRANCÉS

Es posible que el lector no considere de “historia menor” este episodio sacado del vivir de siglos del Palacio de los duques del Infantado, pues se trata un acontecimiento de extraordinaria importante, no sólo en la historia de tan emblemático monumento, sino de la ciudad de Guadalajara en donde se encuentra.
Los ejércitos españoles del Emperador Carlos, derrotaron de manera estrepitosa al enemigo francés en la batalla de Pavía, el 24 de febrero de 1525. Hicieron prisionero a su rey, Francisco I, y bajo la vigilancia de Hernando de Alarcón se le trajo a Madrid en un intento de concertar con él una paz duradera entre los dos países, y en unas condiciones, dada la situación, abiertamente favorables al Emperador.
Las fiestas en honor al rey de los franceses a su paso por Guadalajara todavía se siguen recordando -en documentos escritos, naturalmente- como las más grandes que se dieron en la ciudad a través de toda su historia. Comenzaron en Torija con unas justas entre caballeros que admiraron al rey francés; y continuaron en Guadalajara con un desfile interminable de caballeros ataviados con sus mejores galas; recepción por parte del duque del Infantado, a la sazón enfermo de gota, en el “patio de los leones”, y alojamiento en la sala más lujosa y rica de palacio: el salón de linajes.
Un autor de la época, Luís de Zapata, da cuenta del asombro que supuso para el ilustre prisionero contemplar en el salón reservado para él tanto lujo, tantas colgaduras y tapices, tanto oro, y tantos emblemas y escudos de nobleza, como rodeaban bajo el oro de la techumbre los cuatro muros de la estancia. Creo que estos versos del “Carlos famoso”, escritos por el antes dicho autor, tienen aquí su lugar oportuno. Los personajes son el propio rey francés, y el duque de Tendilla que le sirvió de guía:

“¿Qué escudos de armas eran los pintados
que en lo alto alrededor por todo había?
Señor, él respondió, nuestros pasados,
en quien muy gran virtud resplandecía,
de todos los linajes señalados
de España, y de los que aún después habría,
para a sus descendientes mover tanto
hicieron esta sala por encanto,
la cual de los linajes es llamada,
porque en ella esculpidos están todos
los de España, ahora sean de otra mesnada,
o de la antigua sangre de los godos…”

Al día siguiente al de su llegada, la fiesta se extendió de manera espontánea por toda la ciudad. Hubo cucañas, capea de toros en una plaza improvisada en las afueras del palacio, justas y juegos de cañas en los que sólo participaron caballeros de la ciudad; bailes y fiestas por todos los barrios, y hasta una lucha de “animales feroces” en la que pelearon con toda su crueldad y arrestos un toro y un fiero león.
El rey francés quedó impresionado. Las fiestas en honor del ilustre prisionero se extendieron en Guadalajara durante varios días más. El palacio y sus jardines se vieron engalanados como nunca lo estuvieron. En recompensa al duque -la política suele tener esas cosas- el Emperador le entregó una condecoración que pocos grandes de Europa poseían por aquel tiempo: el Toisón de Oro.

sábado, 11 de octubre de 2008

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA DE GUADALAJARA (II)


CRÓNICA Y GUÍA DE LA PROVINCIA DE GUADALAJARA

Más de ochocientas páginas de contenido ofrece al lector y al estudioso este valioso volumen escrito por el Dr.Herrera Casado, Cronista provincial de Guadalajara y autor prolífico sobre temas relacionados con esta provincia castellana, en especial por todo aquello que pueda hacer referencia a la Historia, y al Arte, tan abundante y variado que en ella se conserva.
La Crónica y guía de la provincia de Guadalajara es uno de esos libros imprescindibles en toda biblioteca, y más todavía si ésta se va completando con cierta inclinación por los saberes guadalajareños. Su contenido se centra en una información completa y rigurosa sobre cada uno de los municipios que integran la provincia, presentados por riguroso orden alfabético, y agrupados según la comarca provincial a la que pertenecen: la Campiña, la Alcarria, las Serranías, y el Señorío de Molina. La abundante información que en el libro se contiene acerca de cada pueblo, villa o ciudad, se ve apoyada con gran cantidad de fotografías, dibujos, croquis y planos, así como por un resumen final en el que se da noticia al lector acerca todo aquello que, de manera más o menos genérica, le interesará conocer por cuanto a costumbres, artesanía, alojamientos, museos, paisajes, flora y fauna, se refiere. El libro está editado en tamaño 31 x 23 cm., Y contiene, además, una interesante introducción escrita por autor y el prólogo del Nobel Camilo José Cela.

viernes, 10 de octubre de 2008

ROLLOS Y PICOTAS


ROLLOS Y PICOTAS

Rollo es su nombre en algunos pueblos de la provincia de Guadalajara y “picota” en otros, tratándose en ambos casos de un mismo monumento: monolito de piedra, generalmente de forma cilín­drica, situado en las afueras de la villa o en su plaza mayor, originario de épocas tardomedievales algunos de ellos, y de siglos posteriores los demás, cuya principal finalidad fue la de "poste para ejecución de condenados" si era picota, o símbolo jurisdiccional, enseña de villazgo, si se trataba de un rollo.
Son muchos los rollos y picotas que todavía se conservan en la provincia, sobre todo en la comarca de la Alcarria, extendién­dose a otras como la Sierra de Atienza: rollos de Galve de Sorbe (dos), y picotas de Tamajón, La Toba y La Mierla; o del Señorío de Molina: rollo de Mochales, a título de ejemplo.
Se conocen principalmente, debido a su arte y a su estado de conservación, como más representativas las picotas de Fuenteno­villa, pueblo declarado como villa en 1772 y cuyo monumento situado en mitad de la plaza es el más bello de la provincia dentro de su género (mide 10,33 metros de altura). Otros rollos y picotas dignos de mención son los de Lupiana, con figuras aladas y grifos por ornamento; los de Valdeavellano, Budia, Torija, Moratilla de los Meleros, Algora, Alhóndiga, Ruguilla, Cifuentes, Mohernando, Pozo de Guadalajara, Balconete, Castilmimbre, Alami­nos, Villavi­ciosa de Tajuña y Yélamos de Abajo. Ya dentro del siglo XXI, o en años inmediatamente anteriores, se han ido reponiendo algunas picotas desaparecidas en tiempos pasados, tales como las de Hontoba y Sayatón, ambas en la Alcarria Baja.
Casi todas asientan sus columnas, estriadas o no, sobre gradas y basamento de piedra que en algunos casos es circular, como en La Toba, Moratilla de los Meleros, Pozo de Guadalajara y Fuentenovilla; mientras que en las más de ellas la peana es poligonal e igualmente escalonada.
Una de las picotas más antiguas es la de Galve de Sorbe, gótica del siglo XV, y una de las más modernas la de Yélamos de Abajo, que data de finales del siglo XVIII. Son muchas las picotas desaparecidas en otras tantas villas de la provincia.
En la imagen el más bello de los ejemplares de la especie en la provincia de Guadalajara: la picota renacentista de Fuentenovilla. Siglo XVI.

miércoles, 8 de octubre de 2008

HISTORIAS MENORES DEL PALACIO DEL INFANTADO (IV)


CÁMARA NUPCIAL

Siglo y medio después de aquel real acontecimiento como lo fue boda de Felipe II con su tercera mujer, Isabel de Valois, que tuvo lugar en el Palacio del Infantado en el año 1559, otro hecho similar tuvo por escenario al más importante de los edificios civiles de Guadalajara. Éste durante la Navidad de 1714, siendo rey de las Españas Felipe V, viudo a la sazón de su primera esposa, la reina Maria Luisa Gabriela de Saboya.
Sucedió que Felipe V se había casado por poderes con la hija del duque de Parma, Isabel de Farnesio, diez años más joven que él. El rey estaba perdidamente enamorado de ella antes de conocerla y, desde el momento en que la vio, dicen que enloqueció hasta olvidarse por completo de la dulce María Gabriela.
La antevíspera de la Navidad, el rey salió a esperar a su nueva esposa hasta Jadraque, donde ella, apenas llegar y sin la menor pérdida de tiempo, abofeteó y empujó por una escalera a la ya anciana Princesa de los Ursinos, consejera hasta entonces del que ya era su marido. Dicen que por haberse atrevido a criticar los vestidos que traía de su país. Dio orden tajante a la guardia con esta frase que ha pasado a la historia: “Llevaos a esta loca y echarla fuera del reino”. La Princesa de los Ursinos partiría hacia Francia aquella misma noche, para no volver nunca.
El joven rey -treinta años contaba en aquel momento- llegó a Jadraque, allí se encontró con su nueva esposa, y con toda urgencia emprendieron el camino hacia Guadalajara en una mañana desapacible. Llegaron al paladio del Infantado, ocuparon inmediatamente la cámara que había sido reservada para tan histórico encuentro, y, cuentan, que los nuevos esposos no salieron de allí hasta muy entrado el día siguiente; aunque, eso sí, con un descanso hacia la media noche para asistir a la Misa del Gallo.

domingo, 5 de octubre de 2008

FUENTES DE GUADALAJARA


AGUA PARA DAR Y TOMAR

Toda Castilla es tierra de contrastes, y en Guadalajara, como provincia castellana que es por situación y por historia, no podía dejar de manifestarse este curioso fenómeno. Con relación al agua potable, esa cualidad se hace notar con creces. En la provincia de Guadalajara hay pueblos que mueren de sed, y otros con fuentes cuyo manar se convierte en verdaderos ríos, como ocurre con el Cifuentes, afluente del Tajo, que se abastece de una fuente, la de la Balsa, situada dentro del casco urbano de la villa alcarreña que da su propio nombre a dicho río.
Ocurre además, que ese contraste se manifiesta todavía con mayor claridad si consideramos que los manantiales más caudalosos: Albalate de Zorita, Brihuega, El Sotillo o Villaviciosa de Tajuña, pertenecen a fuentes de la comarca alcarreña, la más conocida y, en teoría, también la más seca de las cuatro comarcas en las que se divide esta provincia; en tanto que hay pueblos de la Sierra y del Alto Tajo, a los que es preciso ayudar con cisternas de agua, a cargo de la Diputación Provincial, siempre que se presenta algún verano especialmente seco.
Son fuentes famosas por su caudal, además de las ya dichas, las de Gárgoles de Abajo, Irueste, Luzón, Yélamos de Arriba, Sotoca y Bañuelos. Esta última en la Sierra de Pela, límite con la provincia de Soria.
En imagen la "Fuente Blanquina" de la villa de Brihuega.

viernes, 3 de octubre de 2008

LA ESCULTURA FUNERARIA EN GUADALAJARA


ESCULTURA FUNERARIA EN GUADALAJARA

Las estatuas mortuorias en alabastro o piedra común, que sellan en algunas de las iglesias guadalajareñas y en otros lugares las tumbas de ciertos personajes del pasado, forman parte del rico patrimonio cultural, artístico e histórico, que por fortuna todavía se conserva a todo lo largo y ancho de la Provincia. Algunas son de un incomparable valor artístico, otras menos. Podemos contar entre las que aún existen, con todas las que reposan sobre sus sepulcros en la Catedral de Sigüenza, con referencia especial a “El Doncel”, la más conocida y la más estimable de todas las que allí pueden verse. Queda en posición de reposo sobre el enterramiento de don Martín Vázquez de Arce en la capilla familiar, donde se guardan así mismo las esculturas yacentes de sus padres y la de su hermano don Fernando Vázquez de Arce, obispo que fue de Canarias a finales del siglo XV.
En el pueblo de Jirueque puede verse otra valiosa pieza de valor estimable en una capilla lateral de su pequeña iglesia. Se trata del enterramiento de un sacerdote del siglo XVI que ejerció su ministerio en aquella parroquia, don Alonso Fernández. Se la conoce por “El Dorado”, debido a que es esa la tonalidad que adquiere la piedra de fino alabastro al ser atravesada por la luz de las velas.
El pueblo de La Fuensaviñán conserva, como fondo a una pequeña capilla lateral de su iglesia, la estatua yacente de don Alonso de la Fuente, clérigo del siglo XVI natural de aquel pueblo fallecido en el año 1564.
En la iglesia parroquial de El Pobo de Dueñas aparece como adosada en un muro lateral la estatua yacente, en relieve policromo, del más ilustre de los hijos de aquel lugar molinés, el obispo de Barcelona y virrey de Cataluña, don García Gil Manrique, muerto en los años finales del siglo XVI.
En la iglesia de Mohernando, pueblo campiñés del que en vida fueron sus señores, están las bellas estatuas viajeras (Mohernando, Sigüenza y de nuevo Mohernando), atribuidas a Juan Bautista Monegro, de don Francisco de Eraso y de doña Mariana de Peralta, su mujer, acompañados de San Francisco de Asís. Uno de los monumentos funerarios del siglo XVI más completos y valiosos que han llegado hasta nosotros.
Ligeramente posterior en el tiempo, pero siempre dentro del siglo de los Austrias, se guarda en la iglesia de Riosalido el doble enterramiento de don Pedro Gálvez, médico del rey Felipe II, y de doña Ana Velázquez de Ledesma, su mujer. Magnífico bajorrelieve que les recuerda a perpetuidad en la villa serrana de la que fueron señores.
La estatua yacente del caballero santiaguista don Rodrigo de Campuzano, muestra sus bella formas alabastrinas en una capilla de la iglesia de San Nicolás el Real de Guadalajara.
Y concluimos con otra escultura funeraria realmente excelente, la de doña Aldonza de Mendoza. Como importante obra de escultura gótica que es de la segunda mitad del siglo XV, se encuentra expuesta en la sala grande del Museo Provincial de Arte, en el Palacio de los Duques del Infantado de la Capital.
En la imagen, el enterramiento conocido por "El Dorado", que se encuentra en la iglesia de Jirueque.

miércoles, 1 de octubre de 2008

HISTORIAS MENORES DEL PALACIO DEL INFANTADO (III)


LA MALDONADA

Lo cuenta el Dr. Layna en su “Historia de Guadalajara y sus Mendozas”, donde dice que el verdadero nombre de esta criatura tan singular fue el de María Proaño Maldonado. Mujer habilidosa y vivaracha que, aun siendo sirvienta de la corte mendocina y por nacimiento hija de un aguador de Guadalajara, consiguió los favores y amoríos de senectud del tercer duque, don Diego Hurtado de Mendoza, de quien logró en principio varias de las mejores joyas de la duquesa difunta, doña María de Pimentel, y más tarde el tratamiento de “doña” con la consiguiente sumisión hacia su persona del resto de la servidumbre de palacio. Los hijos del duque se opusieron a tan inconveniente amistad y al cerrado empeño por parte de su padre de titular de “señora” a la que era, en realidad, una tañedora de instrumentos para distraer al achacoso duque.
La rendida inclinación y el incontenible afecto por parte de don Diego hacia María la Maldonada fueron a más, hasta el punto de acabar en matrimonio, por carta de arras ante notario, otorgada en Guadalajara el 28 de enero de 1531. La boda parece ser que se celebró en la iglesia de Santiago, próxima al palacio, durante la noche del 6 de enero.
Se dijo que la Maldonada consiguió del duque todas las riquezas que le fue posible sacar, para vivir con holgura durante el resto de su vida. El matrimonio no se llegó a consumar, dada la serie de enfermedades, flaquezas seniles y achaques, del Gran Duque, quien fallecería pocos meses después, dejándole en testamento la quinta parte de sus pertenencias, con la obligación de costear los gastos del sepelio.
Los hijos del duque la arrojaron de palacio inmediatamente después del fallecimiento de su padre, y no figura como duquesa del Infanta­do en relación familiar alguna, cuando en realidad lo fue.