LA MALDONADA
Lo cuenta el Dr. Layna en su “Historia de Guadalajara y sus Mendozas”, donde dice que el verdadero nombre de esta criatura tan singular fue el de María Proaño Maldonado. Mujer habilidosa y vivaracha que, aun siendo sirvienta de la corte mendocina y por nacimiento hija de un aguador de Guadalajara, consiguió los favores y amoríos de senectud del tercer duque, don Diego Hurtado de Mendoza, de quien logró en principio varias de las mejores joyas de la duquesa difunta, doña María de Pimentel, y más tarde el tratamiento de “doña” con la consiguiente sumisión hacia su persona del resto de la servidumbre de palacio. Los hijos del duque se opusieron a tan inconveniente amistad y al cerrado empeño por parte de su padre de titular de “señora” a la que era, en realidad, una tañedora de instrumentos para distraer al achacoso duque.
La rendida inclinación y el incontenible afecto por parte de don Diego hacia María la Maldonada fueron a más, hasta el punto de acabar en matrimonio, por carta de arras ante notario, otorgada en Guadalajara el 28 de enero de 1531. La boda parece ser que se celebró en la iglesia de Santiago, próxima al palacio, durante la noche del 6 de enero.
Se dijo que la Maldonada consiguió del duque todas las riquezas que le fue posible sacar, para vivir con holgura durante el resto de su vida. El matrimonio no se llegó a consumar, dada la serie de enfermedades, flaquezas seniles y achaques, del Gran Duque, quien fallecería pocos meses después, dejándole en testamento la quinta parte de sus pertenencias, con la obligación de costear los gastos del sepelio.
Los hijos del duque la arrojaron de palacio inmediatamente después del fallecimiento de su padre, y no figura como duquesa del Infantado en relación familiar alguna, cuando en realidad lo fue.
La rendida inclinación y el incontenible afecto por parte de don Diego hacia María la Maldonada fueron a más, hasta el punto de acabar en matrimonio, por carta de arras ante notario, otorgada en Guadalajara el 28 de enero de 1531. La boda parece ser que se celebró en la iglesia de Santiago, próxima al palacio, durante la noche del 6 de enero.
Se dijo que la Maldonada consiguió del duque todas las riquezas que le fue posible sacar, para vivir con holgura durante el resto de su vida. El matrimonio no se llegó a consumar, dada la serie de enfermedades, flaquezas seniles y achaques, del Gran Duque, quien fallecería pocos meses después, dejándole en testamento la quinta parte de sus pertenencias, con la obligación de costear los gastos del sepelio.
Los hijos del duque la arrojaron de palacio inmediatamente después del fallecimiento de su padre, y no figura como duquesa del Infantado en relación familiar alguna, cuando en realidad lo fue.
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