Las rutas que completan este libro -primero que el periódico Nueva Alcarria lanzó a sus lectores en fascículos semanales- son trece, y están distribuidas por todo el mapa provincial, dejando una de ellas, la última de todas, para dar cuenta de los valores artísticos y turísticos de la capital de provincia. Demasiado densas quizás, cargadas de un excesivo contenido salieron a la luz cada una de estas rutas; pero había que ajustarse a las necesidades y al juicio del Consejo de Dirección por aquellos años. No obstante, el éxito de su salida fue notable, pues la tirada aumentó en un veinticinco por ciento, y con ellas se abrió en este periódico de provincias la puerta a los coleccionables, que, sin duda, y tal vez obligado por la presión de la competencia, han venido aumentando su prestigio e incluso su número de lectores de manera considerable.
El paisaje, las costumbres, la historia como solar que fue de la más importante familia del Renacimiento Español, la de los Mendoza, Guadalajara es tierra de palacios y de villas históricas, de hechos memorables y de batallas célebres, de castillos, y de fiestas populares, algunas de ellas cargadas de siglos, pero que se siguen celebrando sin que la lija de los tiempos las hayan llegado a desfigurar.
La Alcarria, la Campiña, las Sierras, el Señorío de Molina, Sigüenza, Pastrana, Atienza, Brihuega, Cifuentes, y cientos de pueblos más cargados de interés por sus peculiaridades únicas, aparecen en este libro al descubierto con todos sus hechizos, regalo de la Naturaleza en sus campos y de la Historia en su arte y monumentos.
(El detalle)
"El río Tajo se abre a la luz en el Puente de Valtablado, una vez que quedó atrás el paraje de bosque bajo que los campesinos de la comarca conocen desde antiguo por la Umbría del Estepar. En ambos lados del Puente de Valtablado dejan sus coches los pescadores de caña. El puente tiene seis ojos: dos mayores en el centro, y otra pareja más de ojos menores a cada lado por los que no corre el agua, salvo en extremas circunstancias de riada. Los vecinos aseguran que han visto varias veces colarse el agua por todos ellos.
Valtablado del Río, el pueblo, queda algo más arriba. Visto a distancia es un lugar bonito, con cuatro docenas de casas en las que habitualmente suelen vivir no más allá de las veinte o de las veinticinco personas.
No es mucha, en realidad, la distancia que hay entre Valtablado y Arbeteta. Ahora viajamos tierra adentro sin esperanzas de volver a las ariscas riberas del Tajo, ni a sus inmediaciones siquiera, hasta llegar a Peñalén o a Huertapelayo, ya veremos. En el bosque de Rascosa se da el pino; más adelante compartirá su predominio con el carrasquillo y con la encina en partes prácticamente iguales. Los bosques del Alto Tajo debieron tener en principio su vegetación peculiar, su flora autóctona, en donde no debió contar para nada el pino como planta específica, sino el quejigo, la encina y el boj. Uno piensa que el pino, aunque viejo ya como especie predominante en estas sierras, es un árbol advenedizo, impuesto por el hombre; en tanto que el bosque bajo y fragoso, hubo de brotar en parto espontáneo ya cuando la primera noche de la Creación, y lo sigue haciendo con la misma espontaneidad sin que nadie lo empuje, ni lo desee siquiera. Es la ley suprema de la Naturaleza, contra la que el hombre algo tiene que hacer, pero muy poco.
El castillo de Arbeteta nos sorprende de inmediato haciendo equilibrios encima de la roca que le sirve de peana. Queda muy poco de él: los cuatro muros. En el castillo de Arbeteta el murallón y la roca bajan en correcta verticalidad hasta los huertecillos que hay al pie, junto al arroyo. Ahí debieron habitar a temporadas, hace más de cinco siglos, servidores y afines a los duques del Medinaceli, que en tiempo de los Reyes Católicos fueron los dueños y señores de muchas de estas tierras.
El flamante Mambrú danza a capricho de los vientos sobre el pináculo de la torre de la iglesia; una de las torres más galanas y hermosas de la provincia de Guadalajara. El nuevo Mambrú de Arbeteta es voluminoso y sólido, forjado en plancha de hierro oscura, moldeado a conciencia por el artista de Alcolea García Perdices, y colocado en su lugar de destino a expensas de la Diputación Provincial en 1988. Dos años antes fue destruido el anterior por un rayo, lo que supuso para el pueblo un trago amargo, una vez que constituye con mucho su principal seña de identidad.
En Arbeteta existen todavía antiguas casonas con puertas adoveladas y escudos de armas que adornan las paredes; rincones de añosa aristocracia y una envidiable paz. Arbeteta, la histórica villa serrana, es hoy por hoy otro de los paraísos perdidos por las tierras de Guadalajara, en donde el corazón se hace grande y el alma se afianza como los cimientos sobre la dura peña de su castillo.
Hacia Villanueva de Alcorón se sale por la misma carretera que llegamos, pero en dirección opuesta a la que hemos empleado para venir. Al cabo de unos minutos de viaje se llega al cruce en perpendicular con la carretera de Villanueva. Por el momento no tiene indicador. Debemos seguirla torciendo en el empalme hacia nuestra mano izquierda."
El paisaje, las costumbres, la historia como solar que fue de la más importante familia del Renacimiento Español, la de los Mendoza, Guadalajara es tierra de palacios y de villas históricas, de hechos memorables y de batallas célebres, de castillos, y de fiestas populares, algunas de ellas cargadas de siglos, pero que se siguen celebrando sin que la lija de los tiempos las hayan llegado a desfigurar.
La Alcarria, la Campiña, las Sierras, el Señorío de Molina, Sigüenza, Pastrana, Atienza, Brihuega, Cifuentes, y cientos de pueblos más cargados de interés por sus peculiaridades únicas, aparecen en este libro al descubierto con todos sus hechizos, regalo de la Naturaleza en sus campos y de la Historia en su arte y monumentos.
(El detalle)
"El río Tajo se abre a la luz en el Puente de Valtablado, una vez que quedó atrás el paraje de bosque bajo que los campesinos de la comarca conocen desde antiguo por la Umbría del Estepar. En ambos lados del Puente de Valtablado dejan sus coches los pescadores de caña. El puente tiene seis ojos: dos mayores en el centro, y otra pareja más de ojos menores a cada lado por los que no corre el agua, salvo en extremas circunstancias de riada. Los vecinos aseguran que han visto varias veces colarse el agua por todos ellos.
Valtablado del Río, el pueblo, queda algo más arriba. Visto a distancia es un lugar bonito, con cuatro docenas de casas en las que habitualmente suelen vivir no más allá de las veinte o de las veinticinco personas.
No es mucha, en realidad, la distancia que hay entre Valtablado y Arbeteta. Ahora viajamos tierra adentro sin esperanzas de volver a las ariscas riberas del Tajo, ni a sus inmediaciones siquiera, hasta llegar a Peñalén o a Huertapelayo, ya veremos. En el bosque de Rascosa se da el pino; más adelante compartirá su predominio con el carrasquillo y con la encina en partes prácticamente iguales. Los bosques del Alto Tajo debieron tener en principio su vegetación peculiar, su flora autóctona, en donde no debió contar para nada el pino como planta específica, sino el quejigo, la encina y el boj. Uno piensa que el pino, aunque viejo ya como especie predominante en estas sierras, es un árbol advenedizo, impuesto por el hombre; en tanto que el bosque bajo y fragoso, hubo de brotar en parto espontáneo ya cuando la primera noche de la Creación, y lo sigue haciendo con la misma espontaneidad sin que nadie lo empuje, ni lo desee siquiera. Es la ley suprema de la Naturaleza, contra la que el hombre algo tiene que hacer, pero muy poco.
El castillo de Arbeteta nos sorprende de inmediato haciendo equilibrios encima de la roca que le sirve de peana. Queda muy poco de él: los cuatro muros. En el castillo de Arbeteta el murallón y la roca bajan en correcta verticalidad hasta los huertecillos que hay al pie, junto al arroyo. Ahí debieron habitar a temporadas, hace más de cinco siglos, servidores y afines a los duques del Medinaceli, que en tiempo de los Reyes Católicos fueron los dueños y señores de muchas de estas tierras.
El flamante Mambrú danza a capricho de los vientos sobre el pináculo de la torre de la iglesia; una de las torres más galanas y hermosas de la provincia de Guadalajara. El nuevo Mambrú de Arbeteta es voluminoso y sólido, forjado en plancha de hierro oscura, moldeado a conciencia por el artista de Alcolea García Perdices, y colocado en su lugar de destino a expensas de la Diputación Provincial en 1988. Dos años antes fue destruido el anterior por un rayo, lo que supuso para el pueblo un trago amargo, una vez que constituye con mucho su principal seña de identidad.
En Arbeteta existen todavía antiguas casonas con puertas adoveladas y escudos de armas que adornan las paredes; rincones de añosa aristocracia y una envidiable paz. Arbeteta, la histórica villa serrana, es hoy por hoy otro de los paraísos perdidos por las tierras de Guadalajara, en donde el corazón se hace grande y el alma se afianza como los cimientos sobre la dura peña de su castillo.
Hacia Villanueva de Alcorón se sale por la misma carretera que llegamos, pero en dirección opuesta a la que hemos empleado para venir. Al cabo de unos minutos de viaje se llega al cruce en perpendicular con la carretera de Villanueva. Por el momento no tiene indicador. Debemos seguirla torciendo en el empalme hacia nuestra mano izquierda."
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