viernes, 31 de julio de 2009

EL SEÑORÍO DE MOLINA


Ocupa toda esta comarca -la más oriental de la provincia- una extensión muy próxima a la tercera parte del conjunto total de las tierras de Guadalaja­ra, es decir, unos 4.000 kilómetros cuadrados. Sus límites territoriales quedan perfectamente defini­dos por razones históricas, si bien, se le agregaron posteriormen­te, cuando la reorganización administra­tiva en partidos judicia­les, algunos municipios más de la comarca de Maranchón.
Una inmensa paramera ocupa gran parte de las tierras del Señorío, con una altitud media que sobrepasa los 1.100 metros, en donde se han llegado a registrar (cuarenta grados negativos) las tempera­turas más bajas de España.
Son sus sierras principales las de Aragonci­llo y Caldereros, que lo dividen en zonas bien diferenciadas que a su vez se repar­ten en las famosas sexmas, según sus peculiaridades y caracterís­ticas más destacadas, y que son: Sexma del Pedregal, en donde quedan las minas de hierro de Sierra Menera; Sexma del Sabinar, boscosa, con abundancia de sabi­nas, de pinos silvestres y de maro­jos; Sexma de la Sierra, la más espectacular paisajísticamente de todas ellas, en donde se puede incluir una buena parte de la comarca natural del Alto Tajo; Sexma del Campo, vertiente hacia Aragón en la tierra más meridional del Señorío, con los términos cerealistas de La Yunta, Campillo de Dueñas y Tortuera. Los ríos más sobresalientes, aparte del joven Tajo, son el Gallo o río de la ciudad de Molina, el Mesa y el Cabrillas.
Molina de Aragón es el centro y la capitali­dad de todo el Señorío de su nombre; Villel de Mesa, Milmarcos, Tartanedo, Checa, Corduente, Alustante y Orea, son sus poblaciones principales, si bien, el número de habitantes, salvo en la propia Molina, ha descendido considerable­mente en las últimas décadas. La densidad de población en su conjunto es en el Señorío de Molina de las más bajas de España: dos habitante por kilómetro cuadrado en la actualidad.
Como detalle característico de estas tierras, merecen refe­rencia especial los palacetes o casonas solar de rancio abolengo que aparecen por toda la comarca molinesa, detalle que no suele faltar en cada una de las villas y lugares del Señorío, marcadas por escudos nobiliarios en memoria de las muchas familias de hidalgos que por allí vivieron. Así mismo dan carácter a sus pueblos los típicos pairones moline­ses, a modo de cruceros, que presiden y guardan las entradas de casi todos los caminos de acceso a cada lugar, dedicados siempre a uno o varios santos protectores.
Los municipios que se agregaron en 1834 al partido judicial de Molina, pero que no formaron parte de su histórico Señorío son los siguientes: Anquela del Ducado, Balbacil, Ciruelos, Clares, Codes, Luzón, Maranchón, Mazarete, Peñalén, Poveda de la Sierra, Tobillos y Turmiel. Tampoco el pueblo de La Yunta, situado en los rayanos con tierras de Aragón, fue considerado como parte del Señorío, debido a que los señores de Molina lo donaron a la Orden de San Juan, lo que le permitió regirse bajo administración y jurisdicción propias.

miércoles, 22 de julio de 2009

COLONIZADORES GUADALAJAREÑOS



La nómina de personajes nacidos en la provincia de Guadala­jara que intervinieron de manera directa y eficiente en el descubrimiento, colonización y evangelización de las tierras del Nuevo Mundo es demasiado extensa como para dejar, en el reducido espacio de una enciclopedia sobre temática general, cumplida cuenta de cada uno de ellos. De una buena parte de estos personajes se sirve noticia en el correspondiente lugar de este libro, por lo que aquí, apenas se dará la relación de nombres más destacados y en cualquier caso el lugar de su nacimiento.
Conviene partir de la base, no demasiado fundada por falta de documentación que lo acredite, que una teoría seria en su exposición del doctor Ricardo Sanz, da por seguro que Cristóbal Colón, el descubridor de las Américas, era natural de Espinosa de Henares, y que su madre no fue otra que doña Aldonza de Mendoza, dama destacada del siglo XV y miembro de la ilustre familia guadalajareña de los Mendoza.
Más seguras son las noticias por las que se dan como hijos de esta tierra a:
- Diego de Mendoza, natural de Guadalajara; uno de los hombres que acompañó a Cristóbal Colón en el viaje del descubri­miento.
- Nuño Beltrán de Guzmán, natural de Guadalajara, conquis­ta­dor de la región de Jalisco y fundador con Juan de Oñate de la Guadalajara mejicana.
- Blas de Atienza, compañero de Vasco Núñez de Balboa en el descubrimiento del Océano Pacífico.
- Fray Alonso de Molina, franciscano molinés, autor de un catecismo y de un diccionario en la lengua de los nativos mejicanos.
- Fray Alonso de Veracruz, natural de Caspueñas; fraile agustino, colaboró en la fundación de la Universidad de Méjico y fue un abnegado maestro para los indios.
- Pedro Pérez, nacido en Usanos; capitán a las órdenes de Hernán Cortés.
- Fray Gonzalo Méndez, de Guadalajara; fundador de la Provincia Franciscana de Jesús en Guatemala.
- Alonso de la Fuente, natural de Pastrana; compañero de Francisco Pizarro en la conquista de Perú.
- Rodrigo Campuzano Sotomayor, nacido en Guadalajara; marchó a las Indias como Maestre de Campo.
- Fray Andrés de Ayala, de Guadalajara; misionero francis­ca­no que murió martirizado por los indígenas.
- Fray Pedro de Ayala, natural de Guadalajara; hermano de Fray Andrés, y obispo de Guadalajara en Nueva España.
- Tomás López Medel, de Tendilla; ocupó entre otros cargos el de gobernador de Yucatán y Oidor de Guatemala.
- Fray Diego de Landa, de Cifuentes; primer Ministro Provincial de la provincia franciscana de Mérida. Escribió un catecismo en lengua maya.
- Pedro Gálvez Torrubiano, de Fuentelsaz; Virrey de Nueva España y Consejero del Real Consejo de Indias.
- Padre Gregorio López, natural de Alcocer; fue rector del colegio jesuita de Manila.
- Manuel del Castillo Negrete, de Peñalver; Oidor de la Audiencia de Manila.
- Lorenzo Suárez de Mendoza, de Guadalajara; quinto virrey de Nueva España.
- Juan García Barranco, natural de Brihuega; corregidor perpetuo de Puebla de los Ángeles.
- Fray Juan Coronel, de Torija; Provincial de la Orden Franciscana en Mérida de Yucatán.
- Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros, natural de Guadalajara; fue virrey de Méjico y después de Perú.
- Iñigo Ayala y Rojas, de Taracena; capitán de Infantería en Perú.
- Padre Pedro Díaz, de Lupiana; prefecto de jesuitas en Méjico.
- Diego Núñez de Avendaño, de Guadalajara; Oidor de la Audiencia de Lima.
- Fray Pedro de Urraca, natural de Jadraque; fraile de la Orden de la Merced, muerto en Lima en olor de santidad.
- Fray Manuel Yangües, de Guadalajara; escribió libros de doctrina cristiana y de gramática para indios.
- Fray Diego Ladrón de Guevara, natural de Cifuentes; obispo de Guamanga, Cuzco y Quito. Fue virrey de Perú.
- Juan de Dios Pérez Merino, de Valfermoso de las Monjas; Sargento Mayor del Nuevo Reino de León.
- Francisco Fabián y Fuero, de Terzaga; obispo de Puebla de los Ángeles.
Con cargo de menor rango, pero muy efectivos en la evangeli­zación, conquista y educación de los indios, se podrían dar otros tantos nombres de guadalajareños destacados en la aventura americana después del Descubrimiento.
(En la imagen una alegoría a los Colonizadores Guadalajareños. Obra de Rafael Pedrós)

martes, 7 de julio de 2009

BRIHUEGA


La villa de Brihuega se alza sobre un altiplano de la vega del Tajuña en la margen derecha del río. Cuenta con 3.038 habitantes de derecho incluidos los de sus pueblos anexionados que oscilan en torno a los 700 habitantes en conjunto. Separan a esta villa de Guadalajara 32 kilómetros de distan­cia; la extensión de su término, a la que se debe sumar la de los restantes municipios anejos, es de 293,1 km². y está situada a 897 metros de altura sobre el nivel del mar. Los pequeños municipios de la Alcarria anexionados al ayuntamiento de Brihuega son Archilla, Balconete, Castilmimbre, Cívica, Fuentes de la Alcarria, Hontanares, Malacuera, Olmeda del Extremo, Pajares, Romancos, Tomellosa, Valdesaz, Villaviciosa y Yela.
Se trata de una de las villas más interesantes de Guada­lajara y fue, hasta que por imposición admi­nistra­tiva se fueron disol­viendo, cabecera de uno de los nueve partidos judi­ciales históri­cos en que se dividió la provincia. Durante casi quinien­tos años la villa de Brihuega se vio rodeada de murallas que concluyó en el siglo XIII su señor y arzobispo de Toledo don Rodrigo Ximénez de Rada. Es dato importantísimo en su pasado la fecha del 9 de diciembre de 1710, cuando las tropas de Felipe de Anjou (luego Felipe V) consiguieron abrir a cañonazos parte de la muralla y hacer saltar de manera violenta las puertas de San Felipe y de la Cadena, justo cuando se libró la batalla definiti­va contra el Archiduque Carlos, que puso en el trono español a la nueva dinastía francesa de los Borbones.
La Plaza del Coso, que es la principal de las plazas de Brihuega, adquirió nombradía por sus antiguos mercados, y en ella se encuentra hoy la puerta ojival de una Cueva Árabe, muestra de las típicas bodegas de la Alcarria. Son sitios evocadores y románticos dentro de la villa la plazuela de Herradores y la Fuente Blanquina; el castillo de la Peña Bermeja, bello mirador sobre las vegas del Tajuña; el Prado de Santa María y, sobre todo, sus famosos Jardines, situados junto al anillo de la que fuera en otro tiempo la Real Fábrica de Paños, sobre una prominencia que los briocenses conocen por Cerro de la Horca.
De las infinitas leyendas y tradiciones que se conservan en Brihuega, es muy conocida la que hace referencia a la princesa Elima y Santa María de la Peña, donde se habla de la conversión a la fe cristiana de una de las hijas del rey moro Almamún, tras haber tenido durante la noche una visión sobre­natural en la que se le apareció sobre una peña la Madre de Dios.
En la nómina de residentes ilustres y de figuras señeras de la Historia de España, registra Brihuega nombres tan signi­ficativos como el del rey de Castilla Alfonso VI, el rey moro Almamún, o los cardenales Ximénez de Rada o Tavera, ambos arzobispos de Toledo en sus respectivas épocas.
Como ciudad monumental son infinitos los atractivos que la villa guarda procedentes de otros tiempos; sobre todo por cuanto se refiere a recuerdos medievales allí presentes toda­vía en algunas de sus iglesias, en varios arcos de entrada como el de Cozagón, y en los restos de muralla todavía en pie.