miércoles, 23 de septiembre de 2009

LA SIMA DE PAREDES


Junto a la carretera que sirve de entrada al pueblo de Paredes de Sigüenza, muy cerca del límite con la provincia de Soria, en los llamados Altos de Barahona, uno se encuentra con el increíble socavón que en el pueblo llaman “la Sima”. La sima de Paredes surgió por sorpresa en medio de un barbecho acabado de labrar hace por ahora cuarenta años, fue en la tarde del 7 de agosto de 1979. Es un pozo inmenso, un hundimiento del terreno completamente redondo y del tamaño de una plaza de toros, lleno de agua salitrosa cuya profundidad debe oscilar entre los veinticuatro metros, según unos, y el fondo desconocido, según los más. Una peligrosa irregularidad del terreno cuya presencia tiene atemorizado, no sin razón, a parte del vecindario; no tanto por el progresivo rehundimiento de sus bordes como por la posibilidad de una nueva manifestación en cualquier otro lugar del término, incluso en el mismo pueblo.
Se trata de una torca, muy similar a las varias que existen en el término municipal de Cañada del Hoyo (Serranía de Cuenca), y que se han venido produciendo a lo largo de los siglos como consecuencia del continuo desgaste del terreno al que han dado lugar las corrientes de agua subterránea, que terminan por producir un hundimiento instantáneo en la superficie del terreno, casi siempre de forma circular, y con una anchura y profundidad considerables.

martes, 15 de septiembre de 2009

GUADALAJARA EN LA HISTORIA


Las tierras de Guadalajara, seguramente que a consecuen­cia de su situación geográfica como lugar de paso, quizá por el sosiego y la tranqui­lidad de los abrigos y solanas que existen en muchos de los parajes que la integran, contaron con la presencia del hombre desde tiempos muy remotos. Como muestra ahí quedan las pinturas rupestres de la Cueva de los Casares en las proximidades al pueblo de Riba de Saelices, los diversos restos arqueológicos encontrados en tantos lugares de su geografía, y, por añadidura, una importante riqueza costumbris­ta que habla, muchos siglos después de su existencia, de antiguas civilizaciones y de lejanas formas de vivir por parte de los hombres que asentaron sobre su suelo.
Quisieron los azares de la vida que fuera en este retazo de la Meseta Castellana donde se desarrollasen no pocos de los aconte­cimientos que llegaron a determinar en más de una ocasión el rumbo de la Historia, o al menos que se contara entre sus moradores con personajes de primerísima magnitud en el ahora y aquí del tiempo en que les tocó vivir; personajes influyentes y lugares casi míticos que, de algún modo, honran y engalanan la nutrida relación de nombres propios del pasado dignos de tomarse en consideración.
Ya en los albores de la Historia puede decirse que la provin­cia de Guadalajara quedó repartida entre unas cuantas familias celtíberas extendidas por la Meseta, y así nos encontra­mos con tribus arévacas ocupando las sierras norteñas, a los lusones por las llanuras y agrios páramos del Alto Ducado, a los olcades por la comarca más meridional de la Alcarria, y a los carpetanos y oretanos por todo lo demás.
La romanización, en términos generales, no fue instantánea ni fácil para el pueblo invasor como en otros tantos lugares de la Península; pues, si bien el centro y la zona sur se incorpora­ron muy pronto a las nuevas maneras y aceptaron la cultura y costumbres romanas de buen grado, no así lo hizo la comarca septentrional de las sierras de Sigüenza y de Atienza, que tarda­rían muchos años más en incorporarse. En cualquier caso, la civilización romana en lo que ahora entorna el marco de la provin­cia, quedó muy de pasada; sí, en cambio, dejaron huella material de su estancia, sobre todo por lo que se refiere a vías de comuni­cación (La Vía Augusta cruzaba por el Valle del Henares), siendo en los lugares más próximos a su trayecto en donde se han hallado más vestigios procedentes de la Hispania de los césares.
De tiempos visigodos queda poco recuerdo, si bien lo que todavía se conserva puede considerarse de una importancia suprema, y con ello nos referimos a la ciudad de Recópolis, allá en el Cerro de la Oliva muy próximo a la vieja villa de Zorita, ciudad fundada por el rey Leovigildo en honor a su hijo Recaredo.
La estancia de los musulmanes en España tampoco habría de dejar demasiado poso por estas tierras. Sólo las poblaciones más importantes de la provincia tienen en su particular historia algún que otro relieve musulmán. En cambio, sí que en Guadalajara nacieron personajes importantes de la España mora: literatos, historiadores, teólogos, filósofos..., en tanto que muchos pueblos conservan su topónimo con clara resonancia árabe: Alboreca, Almonacid, Alcuneza, Albalate, Almoguera, nos pueden servir de ejemplo. Molina tuvo sus propios reyezuelos moros y, por tanto, una presencia e influencia musulmana más intensa.
Llegó el gran impulso para una buena porción de estas tierras a partir de la segunda mitad del siglo XV y durante todo el XVI. La presencia de la familia Mendoza y la gran repercusión que tuvo en todo el reino, fue definitiva para el desarrollo de Guadalajara capital y de otras zonas de la provincia sobre las que extendieron directamente su influencia, cuando no su dominio durante casi dos centurias. Varios son los palacios y blasonadas casonas que hablan aún como testigos mudos de aquella hegemonía mendocina. Fue, sin duda, la hora de Guadalajara también en el aspecto cultural, como pionera y como impulsora del nuevo estilo del Renacimiento.
El siglo XVII, coincidiendo con los reinados sucesivos de los tres últimos Austrias, fue el de la decadencia de España, circunstancia todavía más penosa para estos lares alcarreños que sufrieron como pocos en sus carnes el dolor del abandono y de una destrucción continua y sistemática. Guadalajara pierde por enton­ces a la familia Mendoza, que se va diluyendo poco a poco y tomando asiento definitivo en la cercana Madrid. La provincia se despuebla y con ello se aboca al siglo XIX, el de la francesa­da y el expolio artístico de su legado; el de las Guerras Carlistas que tan nefastas consecuencias tuvieron en tantas villas y pueblos del mapa provincial.
El siglo XX, ya en su segunda mitad, ha recogido a la mayor parte de los habitantes de la provincia en torno a la capital y a sus industrias instaladas en sus dos polígonos. La provincia de Guadalajara se ha ido quedando desierta en el corto espacio de dos décadas, con la esperanza -fundada o no- de resurgir de nuevo a la sombra de las fuentes de energía enclavadas en su suelo, circunstancia que puede favorecer su proximidad a Madrid.
(En la fotografía un aspecto de las excavaciones en la ciudad visigoda de Recópolis)

jueves, 3 de septiembre de 2009

FIESTAS VIRGEN DE LA ANTIGUA ( I I )


La fiesta

Hasta aquí en la página precedente, muy a grandes rasgos, lo más elemental que todo guadalajareño debe conocer por cuanto a la historia y devoción de su ciudad a la Virgen de la Antigua. Lo demás, que es mucho y bien documentado por cierto, salió a la luz en un hermoso libro que por su mérito ha de pasar a la historia de la ciudad, escrito por el sacerdote briocense don Jesús Simón y que fue publicado en 1992 por la real Cofradía en una edición cuidadísima que Guadalajara acogió con cariño, y que ahí está como valiosa aportación documental al servicio de todos.
Los actos que cada año realiza la capital de provincia en torno a su Patrona, y que procuran mantener encendida con viveza la llama de la tradición, se centran de manera especial en la primera semana del mes de septiembre con el traslado de la imagen a la Concatedral de Santa María y posterior regreso a su santuario, lo que siempre lleva consigo una serie de actos con los que la ciudad de Guadalajara se identifica desde tiempo inmemorial. Puede muy bien afirmarse con respecto a esas fechas, y de un modo muy particular a la del día 8, que el sentido de guadalajareñismo que a lo largo de todo el año el público mantenía adormilado, sale a la superficie impulsado por la fuerza emotiva del acontecimiento.
En pocas ocasiones a lo largo del año se ofrece al ciudadano de Guadalajara la oportunidad de sentirse protagonista de un acto sencillamente sublime, de vestir con total fundamento las galas tradicionales del añoso atalaje autóctono, del capitalino en particular y por añadidura al que corresponde al resto de la ciudadanía en toda la provincia. Jamás toman las calles por las que pasa el cortejo procesional un aspecto tan jovial, tan emotivo y tan respetuoso a la vez, como el que luce Guadalajara en la tarde septembrina del día de su Patrona. Los vítores y los cantos de alabanza a la Señora; los trajes de vetusto paño y serio matiz de este viejo rincón de Castilla; la ofrenda de productos de nuestro campo trabajado con sudor y con mimo por generaciones de gentes de bien; los cuerpos airosos de la juventud luciendo con garbo la vestimenta de las grandes ocasiones; el pueblo llano abarrotando por miles las calles, las plazas y las aceras por las que pasa la procesión, es una imagen viva que debería quedar como ilustración de lujo para adornar en página preferente el libro de la historia local, el reflejo mil veces repetido del sentir de la vieja ciudad en esos días.
Nos encontramos a escasas fechas del mes de septiembre, dispuestos a retomar de nuevo el tiempo de los quehaceres ordinarios, que al menos en nuestra cultura nos deja el ciclo vital que va repitiendo cada año las mismas cosas, los mismos momentos, las mismas inquietudes y proyectos. Somos esclavos del tiempo y de las circunstancias y caprichos que el tiempo nos trae. Estamos a punto de hacer una escala importante en el camino que cada año estamos obligados a recorrer en el tic-tac de los días. Ferias y Fiestas de Guadalajara, la hora de todos, nada mejor para comenzar con buen pie ese camino que por repetido tan bien conocemos. La vida tiene muchos más momentos gratos que desdichados, es cuestión de saberla entender con sentido común en la mayor parte de los casos. Las fiestas patronales de la Virgen de la Antigua, son en Guadalajara un momento ideal como para sentirse a gusto, para disfrutar participando en ellas siempre que nos sea posible. Felices fiestas a todos.