sábado, 29 de agosto de 2009

FIESTAS VIRGEN DE LA ANTIGUA ( I )


La historia

El ciclo vital de hombres y de ciudades se repite impulsado por el tiempo como una rueda que gira. Nos encontramos un año más en el pórtico de las Fiestas Patronales de la ciudad. Guadalajara cambia de aspecto durante unos días y dedica a sí misma y a sus moradores estas fechas míticas del mes de septiembre. Bueno es que los hombres pasen y que las instituciones y las costumbres sigan su rumbo más largo que el nuestro. Las fiestas de la Virgen de la Antigua tienen en la ciudad una estela de siglos. Historia y fiesta; de ello hablamos en el presente reportaje dividido en dos partes debido a su extensión.


Con la fuerza del verano de caída, cuando los habitantes de temporada en nuestros pueblos comienzan a preparar las maletas, si es que antes no lo hicieron, y a dejar en orden los enseres en sus segundas viviendas pensando en el año que viene, ahora más lejano que nunca si se sueña en disfrutar de nuevo las vacaciones con el campo, el arroyo y la montaña tan cerca; cuando se vislumbra a la vuelta de la esquina la soledad de los pueblos en el umbral del otoño como inevitable amenaza, es el momento en el que la capital de provincia se dispone a celebrar sus fiestas mayores con la acostumbrada serie de actos, algunos de ellos particularmente coloristas y multitudinarios, en honor de su Patrona, la Señora por excelencia y Alcaldesa Perpetua, la Madre Común en cuya memoria los pueblos se convierten en ciudad y la ciudad se torna en pueblo al amparo de su patronazgo. Momentos que se repiten con mayor solemnidad y expectación cada año, siguiendo la costumbre que ha llegado hasta nosotros muy unida al hilo de la historia de la ciudad, y continuará -así lo prevemos y lo deseamos- saltándose tan guapamente como hasta ahora lo ha hecho, el complicado murallón del tiempo, generación tras generación, eslabón tras eslabón, en la formidable cadena de los siglos.

No parecen estar muy de acuerdo los autores al señalar con absoluta solvencia el inicio de la devoción a la Virgen de la Antigua entre los habitantes de la ciudad, si bien, todo parece indicar que una gran parte de ellos se inclinan por reconocer cómo ya en la Edad Media los mudéjares guadalajareños veneraban a la Madre de Dios, bajo el título de la Antigua en la iglesia de Santo Tomé, es decir, en el mismo lugar donde está su actual santuario. Ello nos hace pensar que podría ser posible lo que cuenta una vieja tradición, cuando dice que Alvar Fáñez de Minaya, una vez recuperada la ciudad del poder de los moros, lo primero que hizo fue rezar a los pies de una imagen de la Virgen en aquella primitiva ermita. Sí que parece ser cierto, no obstante, que a principios del siglo XVI la devoción estaba consolidada en la ciudad, incluso a nivel popular, y de ello existen documentos que lo acreditan.
Por cuanto a la imagen, no fue la actual la primera que se veneró en su santuario, sino que antes había existido otra, presumiblemente medieval, que le precedió en el culto; siendo ésta que todos conocemos una representación barroca, del siglo XVI según unos, del XVII según otros, de la que tan sólo existen las tallas la cabeza y de las manos, pues el resto del cuerpo es un simple armazón de madera que sirve de relleno y de sostén a la imagen vestida. El título de la Antigua no le viene dado precisamente por la antigüedad de la talla, sino por lo remoto de su devoción en la ciudad, imposible hoy de situar en un momento concreto.
La Real Cofradía de Nuestra Señora de la Antigua, ahora en admirable vitalidad, tiene su principio en el año 1600 según los documentos, formando un todo común con la del Santísimo Sacramento, y siendo su primer prioste un tal Pedro Moreno, vecino de la ciudad y cofrade de la misma.
Como Patrona de Guadalajara lo es desde el mes de diciembre de 1883, tiempo aquel en el que el arzobispo de Toledo, cardenal Moreno, otorgó dicho patronazgo cumpliendo con lo acordado por el Excmo. Ayuntamiento, en pleno de la Corporación celebrado el día 12 de septiembre de aquel mismo año, siendo alcalde de la ciudad don Ezequiel de la Vega.
La coronación canónica de la imagen -sin duda, el acto más solemne del que en toda su historia ha sido protagonista la Patrona de la ciudad- tuvo lugar el 28 de septiembre de 1930, día en el que cuentan cómo Guadalajara vibró de júbilo con motivo de tan importante acontecimiento. Se habían recaudado cerca de 42.000 pesetas de donativos en aportaciones voluntarias para adquirir la corona, aparte de un número considerable de joyas que varios devotos habían entregado para su confección. El acto tuvo lugar en la Concordia, y estuvo presidido por el arzobispo de Toledo, cardenal Segura, que fue quien colocó la corona sobre la cabeza de la imagen entre el aplauso y el entusiasmo de los miles de asistentes, estando presente el obispo de Sigüenza, don Eustaquio Nieto, la Corporación Municipal, la Diputación Provincial, sus Altezas Reales don Luis Alfonso y don José Eugenio de Borbón en representación del Rey, el minustro de Justicia, conde de Romanones, y el pueblo todo en una viva manifestación de fervor y cariño hacia la imagen de su Virgen coronada.

jueves, 20 de agosto de 2009

RUTAS TURÍSTICAS DE GUADALAJARA


La provincia de Guadalajara, transcurrida casi la primera década del siglo XXI, continúa siendo, a pesar de sus innumerables y sugestivos encan­tos, una tierra sin descubrir. Catorce son las rutas turísticas que en su día señalé con todo lujo de detalles en libro que, en otros tantos fascículos para su posterior encuadernación, publicó el año 1992 en el semanario "Nueva Alcarria". Las mismas rutas, y de una manera tan sucinta que apenas puedan servir de breve referencia al lector para conocerlas, las ofrezco aquí con la que bien pudiera ser la noticia más destacable de cada una de ellas. Son las siguientes:
Ruta I. La Alcarria Baja: Que partiendo de Guadalajara, por Pioz y Fuentenovilla, llega hasta Mondéjar, extendiéndose luego hasta las villas sureñas del antiguo alfoz de Zorita: Albalate, Almonacid, y el propio lugar de Zorita con las ruinas de su viejo castillo calatravo y las de la ciudad visigótica de Recópolis, pueden ser algunos de los motivos más interesantes.
Ruta II. El Alto Henares: Ofrece al visitante el arte y la monumentalidad de Sigüenza, con la catedral, el castillo, y sus tres barrios característicos y diversos: el románico, el renacen­tista y el barroco. Desde Sigüenza se llega fácilmente a Guijosa y Cubillas, a Palazuelos y Carabias, lugares generosos en oferta histórico-artística. Algo más al norte merece la pena acercarse hasta Alcolea de las Peñas y Santiuste.
Ruta III. El alto Señorío de Molina: Es la ruta de las casonas molinesas, de los castillos y de los pairones, si bien, este tipo de monumentos se hallan repartidos por todas las tierras del Señorío: Tartanedo, Hinojosa, Milmarcos, Villel de Mesa, Fuentelsaz, el Románico Molinés de Labros y de la ermita de Santa Catalina, con los castillos de Embid, de Zafra y de Villel, son motivos de interés para quienes deseen conocer esta ruta.
Ruta IV. Tierras del Jarama y la Campiña: Son estas las tierras más próximas a la capital partiendo en dirección norte. Uceda y El Cubillo conservan aún valiosas muestras del arte románico. El monasterio de Bonaval, en Retiendas, es una valiosa lección de arquitectura medieval en estado ruinoso. Cogolludo, con su magnífico palacio de los duques de Medinaceli, es una de las villas más destacadas de esta ruta. Más al norte queda Tama­jón, en plena sierra.
Ruta V. Atienza y el Románico Rural: Tiene esta ruta como corazón la villa de Atienza, con su castillo alzado sobre la enorme peña que resguarda al lugar. Atienza, su historia, arte y costumbres, merece conocerse. Todavía quedan seis de las doce iglesias románicas que tuvo en pasados siglos. Luego, el bello muestrario medieval en las iglesias de Albendiego, de Campisábalos y de Villacadima en su misma comarca, que, con el Hayedo de Cantalojas más al poniente, hacen de esta una de las rutas más densas e interesantes de la provincia.
Ruta VI. El Alto Tajo: Debe ser ésta la ruta de los grandes encantos naturales. Está situada al este de la comarca alcarreña. Conviene conocerla y gozar con la presencia de rincones tan gratos como el Puente de San Pedro, el Hundido de Armallones, el monaste­rio cisterciense de Buenafuente, y de pueblos tan originales como Arbeteta, Ocentejo, Huertapelayo y Zaorejas, entre otros.
Ruta VII. Los Pueblos Negros: Es la ruta más singular de todas. Andar por ella es adentrarse en una Guadalajara diferente. La particularidad más destacable la tiene en el color oscuro de las piedras de pizarra con las que construyeron sus casas. Se encuentra en el noroeste de la provincia, coincidiendo con el llamado Macizo de Ayllón. Valverde de los Arroyos, Majaelrayo, Campillo de Ranas y El Cardoso son, de todos ellos, los pueblos más característicos.
Ruta VIII. El Bajo Señorío de Molina: Ocupa, como bien se desprende de su nombre, la cuña sur de las tierras del Señorío. Aquí juegan las bellezas naturales de la sierra molinesa con la recia personalidad de sus pueblos. No debieran dejarse de conocer las villas de Setiles, Prados Redondos, Alustante, Valhermoso, Checa y Chequilla. Son abundantes, como en el resto del Señorío, las casonas señoriales donde vivieron destacadas familias del pasado.
Ruta IX. La Alcarria Alta: Es muy extensa e interesante esta ruta. La podemos situar entre las villas de Jadraque y Brihuega; ambas por sí solas son un justificado motivo de interés. Si a ello agregamos la villa de Hita, con restos de muralla de la época de su famoso Arcipreste, el monasterio de Sopetrán, el castillo de Torija y la extrañeza paisajística de Cívica, sin duda, cumplirá muy de sobra con la apetencia por conocer estas tierras.
Ruta X. La ruta de los pantanos: Es otro más de los fragmen­tos en los que se divide, para su mejor conocimiento, la comarca alcarreña. Aquí entrarían las villas de Sacedón, Alcocer, Escami­lla, Millana, Cifuentes y Trillo, los monasterios cistercienses de Monsalud y de Óvila, con toda la riqueza paisajística de los términos de Ruguilla y de Huetos, entre otros muchos motivos de interés.
Ruta XI. Molina y el Barranco de la Hoz: Podría dedicarse tan sólo a la ciudad de Molina y a sus más inmediatos alrededores. En Molina abundan las casonas blasonadas de los cientos de nobles que tuvo en siglos pasados, muchas de ellas con sus escudos de piedra sellando el muro. El famoso castillo de los Lara que corona sobre la ciudad la estampa molinesa completa su interés. No lejos se halla el Barranco de la Hoz, uno de los lugares, entre riscos, más espectaculares de la provincia, con su ermita románica en honor de la Patrona del Señorío. En Canales de Molina se conserva, al abrigo de una inmensa roca, la llamada Peña Escrita, que en cualquier caso supone una suerte el conocerla.
Ruta XII. A Pastrana por caminos de miel: Saliendo hacia Pastrana por la llamada "carretera del los pantanos" el viajero podrá encontrarse con los pueblos de Tendilla, Peñalver y Fuente­lencina, habiendo dejado a un lado el ruinoso torreón del viejo monasterio franciscano de La Salceda. Pastrana en es una villa alcarreña al gusto de la Castilla del siglo XVI, en la que se puede encontrar todo un tesoro variopinto de asuntos interesantes: la Historia, el Arte, el recuerdo aún vivo de tantos personajes como por allí pasaron, constituyen la gloria principal de Pastra­na.
Ruta XIII. Entre dos sierras: Se refiere a esa faja indefini­da de terreno que queda entre la ciudad de Sigüenza y el alto Tajo. Alcolea del Pinar cuenta con el primer interés: la Casa de Piedra y sus museos de curiosidades merecen detenerse allí. No muy lejos aparece la bella iglesia románica de Sauca, y bastante más al sur, ya en plena sierra, la famosa Cueva de los Casares en Riba de Saelices que es, con mucho, la manifestación más antigua del arte en toda la provincia.
Ruta XIV. La ciudad de Guadalajara: Merece la pena dedicarle toda una ruta turística para ella sóla. No es Guadalajara, incom­prensiblemente, una ciudad famosa por sus atractivos turísticos y bien que los tiene. El Palacio del Infantado, la iglesia conca­tedral de Santa María de la Fuente, el Panteón de la Vega del Pozo, algunos de sus parques y jardines, su exquisita gastronomía, son motivos, entre otros muchos, que justifican un día en Guadala­jara.
(En la fotografía: ábside románico de la iglesia de Santa Coloma, en Albendiego, perteneciente a la V Ruta)