martes, 28 de abril de 2009

GALERÍA DE NOTABLES ( I ): FERMÍN SANTOS


Estamos muy próximos en el tiempo a que se cumpla el primer centenario del nacimiento de este notable pintor alcarreño, nacido en Gualda el 18 de agosto de 1909 y fallecido en Sigüenza el 29 de noviembre de 1997. Padre de los pintores Raúl y Antonio Santos Viana.
Fermín Santos Alcalde hizo "oficio" siendo niño en el Madrid de sus nueve años. Lo pintó todo, ofrecien­do luego sus dibujos a los clientes de los bares. Eran sus temas habituales estampas noctur­nas del Madrid de la calle Carretas y de la Puerta del Sol.
Fue alumno de algunos de los grandes pintores de su tiempo, entre ellos de Vázquez Díaz. Su temática se aproxima a la del Goya trágico de "Los horrores de la guerra", si bien en Fermín Santos se diversifica, con cierta predilección por los aquelarres, interio­res de iglesias en pleno ceremonial, costumbres populares y estampas vivas de la tierra y gentes de Guadalajara.
En plena madurez pictórica descubrió Sigüen­za, ciudad en la que se quedó a vivir y a componer en temporadas largas durante el resto de su vida. Tiene obras en colecciones tan importantes como el Museo Vaticano, Museo de Arte Contemporáneo, Funda­ción Camón Aznar y otras particulares.
Como amigo que fui del insigne pintor, y de toda la saga de los Santos Viana, me siento honrado al elegir como tema que encabece esta página el óleo de mi propiedad “Caminos de Sigüenza”, pintado por el maestro Fermín Santos en 1985.

domingo, 19 de abril de 2009

LA ALCARRIA DEL POETA LEÓN FELIPE


La sombra del poeta León Felipe se mece sobre Los campos de la Alcarria que avecinan por el cono sur las aguas del Tajo. Acabo de atravesar, sin detenerme siquiera a pisar sus calles, el pueblo de Almonacid de Zorita, una de las villas con mayor contenido histórico, monumental y humano, de todas cuantas asientan a lo largo y a lo ancho en el mapa provincial de Guadalajara.
Aun contando con la tópica diafanidad de las tierras de la Alcarria, cuando estoy lejos de él siempre me imagino a este pueblo bajo un cielo neblinoso y acerado, como un sedimento del destino anclado en los fondos de una dilatada hoya de olivar, de campos de mies, de tierras color limón que tiñen las flores gigantes de los girasoles. Hoy, no obstante, la estampa de Almonacid y la de sus tierras colindantes se muestra diferente; todo es luz por dentro y por fuera de sus históricas puertas de piedra; el cielo se nota acristalado y de un azul purísimo; a uno y a otro lado del camino el orden lo domina todo, es la calma y el endémico bienestar de la Alcarria quienes todavía, y gracias a Dios sean dadas, andan presentes por aquí. Tal vez el sol, a estas horas de la media mañana, resulte molesto; pienso que, si por un momento dejase de funcionar el motor del automóvil, se oiría el sonar de los grillos en la cuneta, el cantar de las chicharras en las copas de los árboles.
Hace muchos años -tres cuartos de siglo ya- anduvo por estos lugares, respirando los mismos aires que yo respiro y contemplando con sus ojos los mismos panoramas que alcanzan a ver los míos, un hombre simpar, el poeta León Felipe. Pocos lugares, pocos ambientes, pocos paisajes le hubieran acogido mejor de lo que lo hizo Almonacid, un pueblo donde jamás faltó un amable rincón para un poeta:

Sin embargo...
en esta tierra de España
y en un pueblo de la Alcarria
hay una casa
en la que estoy de posada
y donde tengo, prestadas,
una mesa de pino y una silla de paja.

Años antes al 1919 en que anduvo por aquí había sido cómico ambulante y presidiario por motivos económicos, y boticario de profesión a partir de entonces, que fue lo que le trajo por estos horizontes planos de nivel, al pie de la suave serrezuela de Altomira en la que no habría pensado nunca. Y aquí, con muchas horas por demás y sosiego de espíritu por demenos, afloraron los primeros versos de su vida, los latidos que dieron inicio a una existencia larga y fructífera vivida, para mal suyo y mal nuestro, fuera de España.

Nadie fue ayer
ni va hoy
ni irá mañana hacia Dios
por este camino que yo voy.
Para cada hombre guarda
un rayo nuevo de luz el sol
y un camino virgen
Dios.

Metido en la ancianidad, cuando Versos y oraciones del caminante, su primer poemario, se había perdido entre la espesa nube de un olimpo remoto y olvidado; cuando la hora de Almonacid apenas si debiera contar en los más escondidos rincones de su cerebro, el poeta en tierras de México donde pasó la mitad de su vida y le llegó la muerte, aún dejaría escrito y se publicarían después en alguna parte frases como éstas, jirones del recuerdo que a pesar de los años -casi medio siglo- quiso arrancar de las más secretas profundidades de su alma en vísperas de la hora suprema, de aquel 18 de septiembre de 1968 en que discretamente se apartó del mundo: Un pueblo claro y hospita­lario. Las gentes generosas y amables...¡Y tenía un sol! Ese sol de España que no he vuelto a encontrar en ninguna parte del mundo y que ya no veré nunca. Me hospedaron unas gentes muy buenas, con las que yo no me porté muy bien. Y ahora quiero dejarles aquí, a ellas y a aquel pueblo de Almonacid de Zorita... a toda España, éste mi último poema. La última piedra de mi zurrón de viejo pastor trashumante.
De nuevo Almonacid, sus monumentos, sus recuerdos, sus gentes, su farmacia todavía en pie que sigue siendo memoria viva del poeta. Ignoro si aún existe la ventana aquella por la que el solitario farmacéutico solía ver:

...ese pastor que va detrás de las cabras
con su enorme cayada,
esa mujer agobiada
con una carga
de leña en la espalda,
esos mendigos que vienen
arrastrando sus miserias, de Pastrana,
y esa niña que va a la escuela
de tan mala gana.

La niña -sigue el poema- que cada mañana aplastaba su naricilla chata contra el cristal, y que meses después...

en una tarde muy clara,
por esta calle tan ancha,
al través de la ventana,
vi cómo se la llevaban
en una caja muy blanca...

Hoy paso de largo extramuros de Almonacid. El pueblo queda adentro. Tiempo habrá de referirse a otros aspectos de la pequeña ciudadela de esta Alcarria del Tajo, tan renovada, tan distinta, tan acogedora como escribió el poeta muchos años antes. Un poco por razones de estricta justicia, y no menos porque el verano y la casualidad me han invitado a ello, la visión de Almonacid en estas líneas se ha hecho a través del prisma humano del poeta León Felipe; un nombre para recordar, una pluma de oro dentro de la lírica española de nuestro siglo, que encontró los caminos del arte por esta Alcarria en los que aún se adivina su sombra.

(En la fotografía la farmacia de Almonacid que regentó el poeta)

domingo, 12 de abril de 2009

EL ROMÁNICO GUADALAJAREÑO


Tomando como referencia el arte medieval, es sin duda el Románico el punto de interés más destacable de toda la provincia de Guadalajara, como recuerdo en piedra noble de la piedad cris­tiana de las gentes que, durante los siglos XII y XIII, ocuparon estas tierras.
Basta recorrer de pasada los distintos lugares y villas, importantes o no, incluso los deshabitados, para encontrarse con una portada, un rosetón, un arco, un ventanal o un atrio porticado característico del estilo cluniacense que privó por casi toda Europa en aquellos tiempos. Las formas en arcada de medio punto, con su peculiar juego de archivoltas apoyadas sobre capiteles foliados o geométricos, son algo tan característico de los pueblos guadalajareños que, en su variedad rural sobre todo, parecen parte connatural con el entorno geográfico y con su primitiva manera de ser y de vivir. Sin duda es la de Guadalajara una de las provincias castellanas más afortunadas en reminiscencias del arte medieval en este estilo, por cuanto a maneras arquitectónicas se refiere.
Haciendo referencia sólo a una mínima parte de los cincuenta o más monumentos en los que queda clara señal del arte Románico, justo es enumerar los siguientes:
La Catedral de Sigüenza, comenzada en 1150, se enseñorea de su estilo octocentenario en la cabecera y crucero, sin contar las tres portadas en bocina que evocan la severa personalidad del obispo don Bernardo de Agén; Campisábalos, con doble portada románica en su iglesia y un singular mensario del mismo estilo a lo largo del muro sur en la llamada Capilla de Sangalin­do; Villacadima, pueblo ruinoso y solitario, posee una de las portadas más bellas del siglo XII que se conserva milagro­samente; Albendiego, el pueblecito anclado entre álamos en el Valle del Bornova, donde se lucen las bellas celosías del Románico ornamen­tal en los ventanales de la ermita de Santa Coloma; Atien­za, muestrario perpetuo de estas formas arquitectónicas en porta­das como la de Santa María del Rey, o la todavía más antigua de Santa María del Val fechada en 1147, y ventanales de finas colum­natas y capiteles foliados en las de San Gil y La Trinidad, así como el incompa­rable pórtico arqueado de la iglesia de San Bartolomé hoy en funciones de museo.
Llegaríamos después a Sauca, para contemplar su pórtico reciente­mente restaurado; la singular iglesia de Carabias, que aparece en la fotografía que encabeza esta página; o la de Pinilla de Jadraque, con bellas escenas bíbli­cas esculpidas sobre los capiteles del atrio; o la modesta doble arcada de la iglesia de Cubillas, para acabar en Beleña de Sorbe y admirar, durante el tiempo que fuera preciso, el original mensario que adorna, como motivo de especial interés, el arco de su iglesia restaurada.
La Alcarria se torna románica en Aldeanueva de Guadalajara, con su severa iglesia parroquial de oscuro interior de ladrillo; en Cifuentes -portada Oeste de la parroquia- con multitud de figurillas en relieve recorriendo las distintas arcadas; en Henche, con bella portada del siglo XIII que anuncia la transi­ción; en Brihuega, iglesias de San Felipe y San Miguel; en Córco­les; en el ahora cementerio de Albalate de Zorita, herencia de los caballeros Templarios; en los despojos del monasterio de Óvila; en La Puerta, Abánades, Escopete, Millana, Alcocer...
Por tierras de Molina se abre ante los ojos el monasterio de Santa Clara con su magnífica portada, el de Buenafuente del Sistal, las iglesias de Poveda de la Sierra, de Rueda, de Labros; la antiquísima ermita de Santa Catalina en Hinojosa, etc.
Mientras que en la Campiña, para no desmerecer, se acentúa el interés por el gusto Románico en la iglesia de El Cubillo; en el cementerio de Uceda, antigua iglesia de La Varga, y lo poco que pervive del monasterio de Bonaval, en las proximidades de Retiendas, apuntando ya las nuevas maneras del estilo ojival que llegaría más tarde.
Por su excepcional importancia, el arte Románico en Guadala­jara merecería, aún dentro de los límites de lo breve, una exten­sión de la que aquí no se dispone. En cualquier caso, pueden estudiarse los valiosos trabajos de investigación y catálogo sobre este particular que en su día elaboró el doctor Layna Serrano, así como otros sobre el particular que se han ido publicando en años posteriores. Si bien, lo más aconsejable es conocer in situ los monumentos con una documentación previa.
(En la fotografía una muestra general de la iglesia de Carabias)

domingo, 5 de abril de 2009

"LOS JUDÍOS" DE MONDÉJAR


Las fechas y la ocasión se ofrecen oportunas para sacar a la luz, de su escondite subterráneo, a ese simpático grupo de imágenes que desde hace varios siglos la villa de Mondéjar guarda escondidos en los bajos de la ermita de San Sebastián. Según se dice en la nota de presentación a un curioso folleto que anduvo por ahí dedicado a los “Judíos” de Mondéjar, son tres los motivos más interesantes que la próspera villa alcarreña tiene para ofrecer a los viajeros que algún día decidieran perderse por allí, a saber: las venerables ruinas del convento de Franciscanos, la iglesia parroquial con su impresionante retablo mayor elaborado en Horche con pinturas de Pedrós, y las múltiples escenas de la Pasión conocidas “los Judíos”. Uno piensa que a las tres razones aludidas habría que añadir una cuarta, no menos importante que las demás aunque de muy distinto cariz, y que podría ser la visita a cualquiera de las modernas instalaciones que existen en el pueblo para la elaboración del vino, tan conocidas y tan justamente elogiadas.
Mondéjar es uno de los pocos pueblos prósperos con los que cuenta en la actualidad la provincia de Guadalajara. La excepcional condición de sus tierras de labranza para esa clase de cultivos, así como el carácter abierto y laborioso de sus pobladores, han venido a salvar a Mondéjar de muchos de los graves problemas, sobre todo de tipo económico, que aquejan a una buena parte de la sociedad, y, por no salir de la norma, también a estas tierras de la Baja Alcarria.
El mondejano de clase, el mondejano de Mondéjar, tiene un carácter distinto a lo que es frecuente por su entorno geográfico en varios kilómetros a la redonda. Se me ocurre pensar en un mestizaje entre el alcarreño de pro y el manchego extramuros, pues, a decir verdad, aires de ambas comarcas soplan de madrugada y al caer la tarde por los viñedos de Mondéjar. Como resultado ahí está una raza trabajadora, honesta, emprendedora e inteligente, muy amante de lo suyo, religiosa por tradición, y -cómo lo diría yo- un poco tosca en sus formas y modales, con las consabidas excepciones, claro está, que en cualquier caso nos sirven para confirmar la regla.
Aparte de cuanto se dice en la presentación del folleto al que antes me referí, acerca de los tres motivos que aconsejar visitar Mondéjar, debo agregar que a cualquier persona amante de lo insólito serán “los Judíos” el primer gancho que, de un modo u otro, le aten en lo sucesivo a la villa guadalajareña de los vinateros.
Por las afueras del pueblo está la ermita de San Sebastián, o del Cristo, pues allí se guarda también la venerada imagen del Patrón de la villa. La recuerdo blanca como las ermitas cordobesas a las que cantó Góngora. La verdad es que por parte de los mondejanos las devociones populares en la ermita de San Sebastián van dirigidas exclusivamente hacia la imagen del Cristo del Calvario. No obstante es allí, en una galería a manera de cripta, donde se suceden una detrás de otra las misteriosas celdas en las que se exponen -quiero recordar que en número de doce- esos pasos o escenas de la Pasión, a los que popularmente y con una antigüedad de siglos, la gente reconoce con el apelativo de Los Judíos.
La historia de esta rareza escultórica de la que Mondéjar es depositaria desde mediados del siglo XVI, resulta bastante pobre en datos sobre los que uno pueda apoyarse y, por supuesto, confiar. Parece ser que ya existían algunas de estas imágenes, sin que se sepa cuántas, en el año 1581, puesto que en un documento fechado en ese año se daba cuenta al rey Felipe II de la existencia de “los pasos” en la ermita de San Sebastián, a los que se calificaban de “obra curiosa y de especial devoción por las capillas subterráneas que están muy contemplativas”. Pero la ejecución completa de la obra tendría lugar siglo y medio más tarde, en el año 1719, debida a un fraile jerónimo del convento de Lupiana aficionado al noble arte de la imaginería, no muy ducho, esa es la verdad a la vista del resultado de su obra, de nombre Fray Francisco de San Pedro. Acerca de la personalidad de su primer artista, quisiera apuntar como posibles predecesores del anónimo autor, a Juan de Artiaga y Gabriel Pinedo, maestros del manierismo castellano de los siglos XVI y XVII, cuyos trabajos de imaginería, de concepción y trazado tan elemental como éstas, adornan los retablos de varias iglesia rurales en la diócesis de Osma. En cualquier caso se sabe que los gastos corrieron a cuenta de un piadoso adinerado de la localidad llamado Alonso López Soldado.
Son once en total, o doce si se tiene en cuenta la Dormición de la Virgen, las escenas que van llenando las diferentes capillas del subterráneo. El número total de figuras quizá supere las setenta, siendo la más repetida la que representa a Cristo en varios momentos de su Pasión y Muerte: El lavatorio de pies a los Apóstoles, La oración en el Huerto, la Santa Cena, la flagelación, la Verónica, Cristo en el sepulcro, la Resurrección, entre algunas otras.
Las figuras vienen a ser de tamaño natural, o quizá algo mayores. Oscilan entre los tres y los doce personajes por paso. Algunas de las figuras se presentan con cierto corte infantil, desproporcionadas en formas y tamaños, como es el caso de una en la que aparece la Virgen recostada y con un libro delante, donde la cabeza y las manos no están de acuerdo en proporción con el tamaño del resto del cuerpo, sino que se ven mucho más grandes de lo que les corresponde.
Tras el último retoque, llevado a cabo en el año 1973 -con la aportación popular del vecindario y Cofradía del Cristo-, como restauración de los serios desperfectos sufridos durante la Guerra Civil, el hecho de su contemplación resulta interesante y pintoresco a la vez. La capa policroma que recubre a cada uno de los personajes va perfectamente de acuerdo con el resto de la figura, lo que da como resultado una visión singularmente extraña, entre la velada sátira que suponen las figuras de escayola y el tremendo drama que representan, de la que las salva el simple hecho de su originalidad, razón suficiente para convertirlo en un legado digno de admiración y de ser cuidado y conservado a toda costa.
Todavía guardo con excepcional afecto el recuerdo del señor Fidel Hernández, el amable cicerone de la ermita de San Sebastián, ya fallecido, que una mañana tranquila de invierno del año 1983 me fue enseñando, con la voz grabada en un pequeño magnetofón de pilas, las diferentes escenas en cada celda. El aparato, no sé por que razón, no funcionaba aquel día, y el señor Fidel me tuvo que hacer los comentarios a viva voz, improvisados y sobre la marcha, lo que añadía a la visita un encanto y una originalidad todavía mayor.
He vuelto a visitar después en distintas ocasiones la cripta de Los Judíos. Debo decir que no me ha impresionado tanto como en aquella ocasión por faltar en este caso el factor sorpresa, tan necesario para valorar debidamente los sitios y las cosas que se desean conocer. Vale la pena viajar hasta Mondéjar y dedicar unos minutos a la cripta. No sé cuáles serán los trámites a seguir en estos momentos para visitarla. Acaso tenga un horario previsto que desconozco. Aconsejo, ante la duda, llamar por teléfono a la parroquia, de la que depende, que es la de Santa María Magdalena, y concretar el momento en el que se puede visitar, dato importante del que lamento no disponer.