domingo, 3 de octubre de 2010

LA CIUDAD DONDE VIVIMOS



Guadalajara es la capital de la provincia de su mismo nombre; situada al Suroeste de la misma, a sólo 18 kilómetros por carretera de la provincia de Madrid. Su número de habitantes, inclui­dos los de los pueblos anexionados, de Iriepal, Taracena, Usanos y Valdenoches, es de 80.500 aproximadamente. La altura sobre el nivel del mar es de 707 metros, ocupando como asiento la margen izquierda del río Henares y dando vista a su fértil vega.
Es incierto el origen de Guadalajara. Parece ser que los carpetanos fundaron la primera Arriaca antes de la dominación romana, a escasa distancia de la Guadalajara actual, en el Valle del Henares al otro lado del río. Por ella pasaría más tarde la gran vía romana que unió las ciudades de Mérida y Zaragoza.
Los árabes la conquistaron en los primeros años de la inva­sión, siglo VIII, y cambiaron su nombre celtíbero por el de Wad-al-hayara o Wadi-l-hiyara, que viene a significar "río de las piedras" o "valle de las fortalezas" según la acepción por la que uno se incline. La reconquistó, según dice leyenda, Alvar Fáñez de Minaya, pariente del Cid, en la noche de San Juan del año 1085, sin que los moros hubieran ofrecido la menor resistencia para evitarlo. La Historia por su parte no está del todo de acuerdo con la leyenda, cuya escena en abier­ta noche de luna recoge el escudo de la ciudad. Durante sus reinados, Alfonso VII y Fernando III le concedieron fueros propios, y algunos privile­gios más otros reyes de Castilla. En 1460 el rey Enrique IV le otorgó el título de ciudad, tiempo aquel en el que ya había aparecido sobre el cielo arriacense la estrella familiar de los Mendoza, quienes la impulsaron, la engrandecieron sobremanera, trayendo a Guadalajara las primi­cias del arte renacentista, de lo que el flamante Palacio de los Duques del Infantado es una luminosa muestra.
La marcha de los Mendoza a Madrid en el siglo XVII, y los saqueos del ejército austriaco de 1706 y 1710, durante la Guerra de Sucesión, llevaron a la ciudad al estado de ruina y a una población tan exigua en número de habitantes que apenas superaba los 2.000. En 1813 los franceses destruyeron algunos de los edificios más notables, a los que habría que añadir los que quedaron en estado ruinoso o desaparecieron durante la Guerra Civil de 1936.
De sus aconteceres festivos a lo largo del año cabe señalar en Guadalajara la jornada matinal del día del Corpus Christi, en la que una buena parte de la población recorre las calles princi­pales de la zona centro acompañando al Santí­simo Sacramen­to, y a la que tiñe de tradición y de singu­lar colori­do la cofradía multicentenaria de Los Apóstoles. La fiesta en honor de la Virgen de la Antigua, patrona de la ciudad, del 8 de septiem­bre, así como las inmediatas ferias a mediados del mismo mes, acarrean a la capital varios miles de visitantes cada año procedentes del resto de la provincia.
Reliquia monumental de lo que fue Guadalajara en tiempo pasado está patente en palacios, iglesias y conventos, repar­tidos por el casco antiguo, de entre los que cabe señalar el Puente Romano sobre el río Henares, por donde pasó la vía augusta de Mérida a Zaragoza, y que mandó reparar en 1757 el rey Carlos III; los restos de muralla y torreones del Alamín y de Alvar Fáñez, por donde se dice fue reconquistada la ciudad; la iglesia gotico-mudéjar de Santiago, del siglo XV, antiguo convento de Santa Clara; la iglesia concatedral de Santa María de la Fuente, del siglo XIII, antigua mezquita de estilo mudéjar; la Ermita de Nuestra Señora de la Antigua, antes iglesia de Santo Tomé, obra mudéjar del siglo XIII; el Convento de San Francisco, en origen casa de los caballeros Templarios, engrandecido durante varias generaciones por los Mendoza, lugar de enterramiento de aquella linajuda familia, saqueado y profanado por los franceses en 1813; el Palacio de los Duques del Infantado, de finales del siglo XV, máximo exponente de los monumentos civiles guadalajareños y muestra sin igual de la arquitectura renacentista española; el Palacio de don Antonio de Mendoza, del siglo XV, y la Capilla de La Piedad, adosada al mismo, obra de Covarrubias; la Capilla de Luis de Lucena, del siglo XVI, pieza romanico-mudéjar pertene­ciente a la desaparecida iglesia de San Miguel del Monte; la Iglesia de San Ginés, antiguo convento de Santo Domingo de la Cruz, del siglo XVI; la recién restaurada iglesia de Los Remedios, mandada edificar en el siglo XVI por don Pedro González de Mendo­za, obispo de Salamanca; el Convento de Carmelitas de San José, de principios del XVII; la Iglesia de San Nicolás el Real, anti­guo convento de jesuitas, siglo XVII, de extraordinaria orna­mentación barroca; el Panteón de la Duquesa de Sevillano, en estilo románico-lombardo de finales del siglo XIX; los palacios de la Diputación Provincial y del Ayunta­miento, también de finales del XIX y principios del XX respectiva­mente, aparte de algunos palacetes más y capillas a los que habría que añadir varias de las construc­ciones modernas más representati­vas.
Como lugares de recreo en Guadalajara merecen especial referencia el frondoso Parque de la Concordia, el de San Roque y el Zoológico Municipal.
Los deportes cuentan asimismo en la capital con modernas instalaciones, pues, además de la Plaza de Toros de "Las Cru­ces", cuenta con el campo de fútbol "Pedro Escartín" en el Polígono del Balconcillo, los pabellones polideportivos cu­biertos de "San José" y "Municipal", el estadio municipal de atletismo al aire libre de "La Fuente de la Niña", el moderno "Palacio Multiusos", las pisci­nas municipales y otras instalaciones de recreo especiales para la infancia en distintos barrios.
La ola de expansión industrial del cinturón de Madrid ha convertido a Guadalajara durante las dos últimas décadas en un importante foco fabril, siendo los centros principales de indus­tria en la capital los polígonos del Balconcillo y del Henares, lo cual ha traído como consecuencia una ciudad moder­na que sirve de marco a la Guadalajara histórica y monumental. El número de habitantes aumentó de manera sensible con fami­lias llegadas de otros lugares de la provincia, así como del resto de España, reclamadas por los puestos de trabajo que en algún tiempo se dieron en las recién creadas industrias de los dos polígonos.
El crecimiento en población ha hecho necesario que se crearan nuevas barriadas en la periferia, siendo quizá las más conocidas las de Aguas Vivas y Las Lomas, al otro lado del Barranco del alamín, aproximándose al término de Taracena. La llegada del AVE (Tren de Alta Velocidad) ha supuesto un aumento considerable de la población en las cercanías a la Capital.


(En la imagen, la fachada del Palacio de los Duques del Infantado)

No hay comentarios: