El día 11 caía Trijueque en manos de los grupos más avanzados de la 3ª División de Voluntarios. La Primera, al mando del general Rossi, acude con toda prisa a Brihuega para efectuar el relevo de tropas. En el mando nacional se marca como objetivo principal la toma de Torija, que sobre el papel, y peor aún sobre el terreno, no habría de resultar nada fácil. La toma de Torija suponía que la 3ª División avanzase por la carretera de Francia, y que la 2ª, situada en las posiciones ya dichas al sur y suroeste de Brihuega, se apoderase del palacio de Ibarra, del palacio de Don Luis y de toda la zona de encinas que hay entre uno y otro palacio. Una vez conseguido eso, sería posible acercarse con relativa facilidad hasta Torija, donde las fuerzas del CTV podrían ser mucho más potentes al unirse en un solo punto los efectivos de las dos Divisiones.
Las condiciones del terreno seguían siendo pésimas para la batalla. El temporal de agua, de viento y de frío, restaba capacidad física y anímica en las tropas por ambos bandos. En el ejército franquista la situación era todavía peor, ya que no le fue posible recibir ayuda de la aviación nacional por encontrarse embarrada en los aeropuertos de tierra en Almazán, y los carros de combate sólo podían caminar por carretera, pues a pleno campo se clavaban y se quedaban inmóviles en el barro arcilloso. Trijueque volvió a pasar en cuestión de horas a manos del ejército republicano; el batallón Garibaldi con guerreros italianos, más otros tres más de la 15 Brigada Internacional, escondidos sus hombres entre las encinas, ocuparon la zona boscosa junto a la carretera de Brihuega, obligando a una buena parte de los efectivos de la 2ª División que acudían a tomar Torija cumpliendo órdenes, a refugiarse y a hacerse fuertes en el palacio de Ibarra, donde llegó a darse el caso (en la guerra vale todo) de que los republicanos, haciendo uso de octavillas impresas y de enormes altavoces que se oían por todo el campo, invitaron, previo pago, a rendirse a los soldados italianos allí atrincherados, ofreciéndoles, además de poner su vida a salvo, la cantidad de cincuenta pesetas para todo el que se pasase al ejército enemigo, y cien si lo hacían provistos de armamento. La lucha entre súbditos italianos encuadrados en ambos bandos fue cruel, sangrienta e ineficaz, tanto para unos como para otros.
La División Soria de Moscardó seguía su paseo de triunfo en acción paralela. Tomó Cogolludo y bajó hasta Espinosa, pasando por Hita hasta Torre del Burgo. Bien es cierto que los efectivos republicanos con los que Moscardó se fue encontrando al paso estaban visiblemente menguados, pues las tropas gubernamentales se habían concentrado en su gran mayoría en el frente abierto contra las tres divisiones de voluntarios italianos.
El día 12, las divisiones motorizadas del CTV fueron prácticamente eliminadas de la contienda cerca de Brihuega por la aviación rusa al servicio del ejército republicano, que operaba desde aeropuertos de Madrid y de otros en Guadalajara, que, aunque improvisadas, contaban por lo menos con pistas de cemento desde donde los aviones podían despegar. En este día, y no lejos de Brihuega, se produjo la muerte del general Luizzi, jefe del Estado Mayor del Cuerpo de Voluntarios.
El grueso de la batalla, según los indicios y la situación de los ejércitos contendientes, parecía lo más lógico que tuviese por escenario los campos embarrados próximos a Trijueque, pero no fue así. Por una parte el batallón de la Fiame Nere que había ocupado el palacio de Ibarra, y por otra los tres batallones del ejército republicano que se habían ocultado en el bosque que rodea a este palacio, fueron el fulminante que hizo estallar la más potente explosión del choque hasta aquel momento.
Los tres batallones de brigadistas escondidos entre la espesura del bosque recibieron el día 13 la orden de asaltar el edificio. La aviación al servicio de las fuerzas gubernamentales comenzó a bombardear de manera impetuosa a las fuerzas enemigas que se habían ido infiltrando en vanguardia. El hecho de no encontrar resistencia por parte de la aviación franquista, debido a no poder despegar de su aeropuerto en la provincia de Soria, aumentó su confianza. Cuentan los cronistas, siempre con información de primera mano, que el heroísmo con el que lucharon los italianos refugiados en el palacio de Ibarra fue digno de pasar a la historia. Dos compañías pertenecientes a batallones próximos se desgajaron en auxilio de los sitiados, pero todo fue inútil. El enfrentamiento con todas las de perder por parte de los atrincherados dentro del edificio, llegó hasta la lucha cuerpo a cuerpo. «Cuando los contraatacantes entraron el Palacio de Ibarra -dice uno de aquellos cronistas-, reconquistado tras dos días y medio de lucha encarnizada, varias docenas de cadáveres de bravos dieron testimonio del valor con que los voluntarios italianos habían honrado su fama y su orgullo de combatientes». Un acto aislado de heroísmo colectivo que costó muchas vidas y que no aportó gran cosa al resultado final de la batalla, y mucho menos de la guerra que aún duraría dos años más.
Mientras tanto, la División Littorio del ejército italiano que comandaba el general Anibale Bergonzoli, avanzó desde Sigüenza hacia la línea de combate, a fin de impedir la efectividad de los contraataques del ejército republicano en el sector de Trijueque, pero sin haber tomado en consideración lo suficiente el estado del terreno, imposible para la lucha después de una semana completa de lluvia intensísima, por lo que tuvieron que limitarse a ocupar en todo momento el firme de la carretera de Francia en su intento de aproximarse a la línea de combate. Las consecuencias del mal estado del terreno las sufrieron enseguida, pues todo vehículo que se salía del asfalto se quedaba inmóvil dentro del barrizal, por lo que en la carretera se formó un embotellamiento de hombres y de camiones, de cañones y de cisternas para el servicio, de parques y de cocinas, que nada más pudieron hacer que emplearse en su propia defensa, ya que las Brigadas Internacionales se encontraban muy bien situadas, y en condiciones, si no óptimas, si muy favorables para impedir el intento y forzar el repliegue de este sector de reserva de la 3ª División hasta entonces un tanto alejado del conflicto.
La nueva situación creada obligó a aumentar por uno y otro lado el número de efectivos, y así, mientras que la 1ª División acudía con varios batallones en auxilio de la Littorio, por el bando enemigo se incorporaron nuevas fuerzas de refresco, tales como la Brigada Internacional número 77, traída desde Albacete en misión de apoyo.
Los voluntarios del CTV resistieron con tenacidad, pero tuvieron que abandonar su posición a la vista del importante número de bajas sufridas y de armamento perdido. La situación había cambiado por completo en el corto espacio de dos jornadas. Resultaba utópico pensar en un avance hacia Guadalajara como estaba previsto ante la realidad del momento. Lo más aconsejable era pensar en una retirada “honrosa”, ya que habían sido muchos más de los debidos los actos de heroísmo, las muertes gratuitas, y los campos de la Alcarria estaban saturados de tanta sangre mezclada con el agua incesante del temporal. Aunque, dada la proximidad y el ímpetu del ataque enemigo, hasta el despegue del frente por abandono resultaba complicado. Los italianos hubieron de esperar hasta que cerrara la noche para replegarse, después de haber dejado atrás envuelto en el fango parte del material y del equipo de supervivencia que llevaban. Lo mismo hicieron los que habían quedado vivos en el palacio de Ibarra, reconocida la derrota a mano de sus compatriotas los brigadistas del batallón Garibaldi.
La División Soria de Moscardó seguía avanzando en su intento, y aunque suponía un peligro para el ala izquierda de las Brigadas Internacionales, su presencia por entonces en las vegas de Torre del Burgo no dejaba de ser un peligro remoto.
Durante las dos jornadas siguientes no cesaron de sonar los clarines de retirada para las fuerzas franquistas del Cuerpo de Tropas Voluntarias. La entrada en escena, aunque demasiado tarde, de la División de Moscardó, hizo posible restaurar la situación después de que el ejército nacional hubiese perdido casi todo en aquel frente. La recuperación de Brihuega quedaba pendiente en intención para los republicanos y con ese fin fueron tomando medidas, tomando posiciones sobre el terreno recuperado, acumulando nuevos efectivos para un ataque en exceso violento que se produciría poco después sobre la Villa de los Jardines.
El relato de los hechos que supusieron la vuelta de Brihuega al mando gubernamental lo tomo literalmente de los apuntes de campaña que Hans Kahle, comisario de la Brigada Internacional número 12, dejó escritos, y que con referencia al “Día del bombardeo” que todavía recuerdan los brihuegos de más edad, debió de ocurrir más o menos así:
«En la tarde del 18 de marzo -escribe Hans- aniversario de la Comuna de París, se dio la orden de ataque. Se pusieron en marcha sesenta tanques a la orden de las Brigadas internacionales que debían atacar. Una flota de ochenta aviones bombardeaba copiosamente, veinte minutos antes de comenzar el ataque, las líneas enemigas. Los puntos decisivos de resistencia del enemigo han sido anulados por el fuego preciso y destructor de nuestra magnífica artillería. Muy sorprendido y evidentemente nervioso, el adversario tentaba en mano su suerte con un ataque de flanco en dirección a Brihuega, que se estrelló contra el fuego, y el contraataque de los Batallones “Thaelemann” y “Edgar André”, de la 11 Brigada internacional. ¡El camino de Brihuega estaba libre! Muy avanzada la jornada, los batallones de “El Campesino” y de la 12 Brigada se apoderaban, por asalto, de Brihuega, último punto de apoyo de los fascistas».
El relato transcrito del comisario Hans tal vez peque de parcial, sobre todo por provenir de la mano que lo escribió, juez y parte; no obstante, y después de haberlo contrastado con otras fuentes, no resulta en nada exagerado, sino que muy por el contrario a mi parecer se quedó corto, pues nada dice de las 56 piezas de artillería que completaban la escena (a no ser que estuvieran incluidos en los sesenta tanques que se citan), ni de la segunda pasada sobre el cielo de Brihuega de 15 aviones que dejaron caer sobre la villa y sus tierras cercanas cerca de cuatrocientas bombas, ni de los efectivos que desde posiciones próximas intervinieron en la toma a fuego, tales como la brigada Lister por el este y la División anarquista de Cipriano Mera por el oeste, según se puede leer en otros autores.
Una vez que la villa de Brihuega había sido recuperada por las fuerzas del ejército gubernamental, el cuerpo de voluntarios se vio obligado a abandonar lo antes conseguido y volver sobre sus pasos a fin de evitar un posible aislamiento de tropas, con las previsibles consecuencias. Ante la realidad final, y con los resultados sobre el terreno obtenidos tras los duros enfrentamientos de los últimos días, las tres Divisiones italianas del CTV, más la División Littorio, recibieron orden de retirada. Algunos destacamentos cubrieron el franco izquierdo a lo largo del río Tajuña, con el fin de facilitar el retroceso. La retirada de voluntarios por la carretera de Francia fue más lenta, aunque simultánea.
Las condiciones del terreno seguían siendo pésimas para la batalla. El temporal de agua, de viento y de frío, restaba capacidad física y anímica en las tropas por ambos bandos. En el ejército franquista la situación era todavía peor, ya que no le fue posible recibir ayuda de la aviación nacional por encontrarse embarrada en los aeropuertos de tierra en Almazán, y los carros de combate sólo podían caminar por carretera, pues a pleno campo se clavaban y se quedaban inmóviles en el barro arcilloso. Trijueque volvió a pasar en cuestión de horas a manos del ejército republicano; el batallón Garibaldi con guerreros italianos, más otros tres más de la 15 Brigada Internacional, escondidos sus hombres entre las encinas, ocuparon la zona boscosa junto a la carretera de Brihuega, obligando a una buena parte de los efectivos de la 2ª División que acudían a tomar Torija cumpliendo órdenes, a refugiarse y a hacerse fuertes en el palacio de Ibarra, donde llegó a darse el caso (en la guerra vale todo) de que los republicanos, haciendo uso de octavillas impresas y de enormes altavoces que se oían por todo el campo, invitaron, previo pago, a rendirse a los soldados italianos allí atrincherados, ofreciéndoles, además de poner su vida a salvo, la cantidad de cincuenta pesetas para todo el que se pasase al ejército enemigo, y cien si lo hacían provistos de armamento. La lucha entre súbditos italianos encuadrados en ambos bandos fue cruel, sangrienta e ineficaz, tanto para unos como para otros.
La División Soria de Moscardó seguía su paseo de triunfo en acción paralela. Tomó Cogolludo y bajó hasta Espinosa, pasando por Hita hasta Torre del Burgo. Bien es cierto que los efectivos republicanos con los que Moscardó se fue encontrando al paso estaban visiblemente menguados, pues las tropas gubernamentales se habían concentrado en su gran mayoría en el frente abierto contra las tres divisiones de voluntarios italianos.
El día 12, las divisiones motorizadas del CTV fueron prácticamente eliminadas de la contienda cerca de Brihuega por la aviación rusa al servicio del ejército republicano, que operaba desde aeropuertos de Madrid y de otros en Guadalajara, que, aunque improvisadas, contaban por lo menos con pistas de cemento desde donde los aviones podían despegar. En este día, y no lejos de Brihuega, se produjo la muerte del general Luizzi, jefe del Estado Mayor del Cuerpo de Voluntarios.
El grueso de la batalla, según los indicios y la situación de los ejércitos contendientes, parecía lo más lógico que tuviese por escenario los campos embarrados próximos a Trijueque, pero no fue así. Por una parte el batallón de la Fiame Nere que había ocupado el palacio de Ibarra, y por otra los tres batallones del ejército republicano que se habían ocultado en el bosque que rodea a este palacio, fueron el fulminante que hizo estallar la más potente explosión del choque hasta aquel momento.
Los tres batallones de brigadistas escondidos entre la espesura del bosque recibieron el día 13 la orden de asaltar el edificio. La aviación al servicio de las fuerzas gubernamentales comenzó a bombardear de manera impetuosa a las fuerzas enemigas que se habían ido infiltrando en vanguardia. El hecho de no encontrar resistencia por parte de la aviación franquista, debido a no poder despegar de su aeropuerto en la provincia de Soria, aumentó su confianza. Cuentan los cronistas, siempre con información de primera mano, que el heroísmo con el que lucharon los italianos refugiados en el palacio de Ibarra fue digno de pasar a la historia. Dos compañías pertenecientes a batallones próximos se desgajaron en auxilio de los sitiados, pero todo fue inútil. El enfrentamiento con todas las de perder por parte de los atrincherados dentro del edificio, llegó hasta la lucha cuerpo a cuerpo. «Cuando los contraatacantes entraron el Palacio de Ibarra -dice uno de aquellos cronistas-, reconquistado tras dos días y medio de lucha encarnizada, varias docenas de cadáveres de bravos dieron testimonio del valor con que los voluntarios italianos habían honrado su fama y su orgullo de combatientes». Un acto aislado de heroísmo colectivo que costó muchas vidas y que no aportó gran cosa al resultado final de la batalla, y mucho menos de la guerra que aún duraría dos años más.
Mientras tanto, la División Littorio del ejército italiano que comandaba el general Anibale Bergonzoli, avanzó desde Sigüenza hacia la línea de combate, a fin de impedir la efectividad de los contraataques del ejército republicano en el sector de Trijueque, pero sin haber tomado en consideración lo suficiente el estado del terreno, imposible para la lucha después de una semana completa de lluvia intensísima, por lo que tuvieron que limitarse a ocupar en todo momento el firme de la carretera de Francia en su intento de aproximarse a la línea de combate. Las consecuencias del mal estado del terreno las sufrieron enseguida, pues todo vehículo que se salía del asfalto se quedaba inmóvil dentro del barrizal, por lo que en la carretera se formó un embotellamiento de hombres y de camiones, de cañones y de cisternas para el servicio, de parques y de cocinas, que nada más pudieron hacer que emplearse en su propia defensa, ya que las Brigadas Internacionales se encontraban muy bien situadas, y en condiciones, si no óptimas, si muy favorables para impedir el intento y forzar el repliegue de este sector de reserva de la 3ª División hasta entonces un tanto alejado del conflicto.
La nueva situación creada obligó a aumentar por uno y otro lado el número de efectivos, y así, mientras que la 1ª División acudía con varios batallones en auxilio de la Littorio, por el bando enemigo se incorporaron nuevas fuerzas de refresco, tales como la Brigada Internacional número 77, traída desde Albacete en misión de apoyo.
Los voluntarios del CTV resistieron con tenacidad, pero tuvieron que abandonar su posición a la vista del importante número de bajas sufridas y de armamento perdido. La situación había cambiado por completo en el corto espacio de dos jornadas. Resultaba utópico pensar en un avance hacia Guadalajara como estaba previsto ante la realidad del momento. Lo más aconsejable era pensar en una retirada “honrosa”, ya que habían sido muchos más de los debidos los actos de heroísmo, las muertes gratuitas, y los campos de la Alcarria estaban saturados de tanta sangre mezclada con el agua incesante del temporal. Aunque, dada la proximidad y el ímpetu del ataque enemigo, hasta el despegue del frente por abandono resultaba complicado. Los italianos hubieron de esperar hasta que cerrara la noche para replegarse, después de haber dejado atrás envuelto en el fango parte del material y del equipo de supervivencia que llevaban. Lo mismo hicieron los que habían quedado vivos en el palacio de Ibarra, reconocida la derrota a mano de sus compatriotas los brigadistas del batallón Garibaldi.
La División Soria de Moscardó seguía avanzando en su intento, y aunque suponía un peligro para el ala izquierda de las Brigadas Internacionales, su presencia por entonces en las vegas de Torre del Burgo no dejaba de ser un peligro remoto.
Durante las dos jornadas siguientes no cesaron de sonar los clarines de retirada para las fuerzas franquistas del Cuerpo de Tropas Voluntarias. La entrada en escena, aunque demasiado tarde, de la División de Moscardó, hizo posible restaurar la situación después de que el ejército nacional hubiese perdido casi todo en aquel frente. La recuperación de Brihuega quedaba pendiente en intención para los republicanos y con ese fin fueron tomando medidas, tomando posiciones sobre el terreno recuperado, acumulando nuevos efectivos para un ataque en exceso violento que se produciría poco después sobre la Villa de los Jardines.
El relato de los hechos que supusieron la vuelta de Brihuega al mando gubernamental lo tomo literalmente de los apuntes de campaña que Hans Kahle, comisario de la Brigada Internacional número 12, dejó escritos, y que con referencia al “Día del bombardeo” que todavía recuerdan los brihuegos de más edad, debió de ocurrir más o menos así:
«En la tarde del 18 de marzo -escribe Hans- aniversario de la Comuna de París, se dio la orden de ataque. Se pusieron en marcha sesenta tanques a la orden de las Brigadas internacionales que debían atacar. Una flota de ochenta aviones bombardeaba copiosamente, veinte minutos antes de comenzar el ataque, las líneas enemigas. Los puntos decisivos de resistencia del enemigo han sido anulados por el fuego preciso y destructor de nuestra magnífica artillería. Muy sorprendido y evidentemente nervioso, el adversario tentaba en mano su suerte con un ataque de flanco en dirección a Brihuega, que se estrelló contra el fuego, y el contraataque de los Batallones “Thaelemann” y “Edgar André”, de la 11 Brigada internacional. ¡El camino de Brihuega estaba libre! Muy avanzada la jornada, los batallones de “El Campesino” y de la 12 Brigada se apoderaban, por asalto, de Brihuega, último punto de apoyo de los fascistas».
El relato transcrito del comisario Hans tal vez peque de parcial, sobre todo por provenir de la mano que lo escribió, juez y parte; no obstante, y después de haberlo contrastado con otras fuentes, no resulta en nada exagerado, sino que muy por el contrario a mi parecer se quedó corto, pues nada dice de las 56 piezas de artillería que completaban la escena (a no ser que estuvieran incluidos en los sesenta tanques que se citan), ni de la segunda pasada sobre el cielo de Brihuega de 15 aviones que dejaron caer sobre la villa y sus tierras cercanas cerca de cuatrocientas bombas, ni de los efectivos que desde posiciones próximas intervinieron en la toma a fuego, tales como la brigada Lister por el este y la División anarquista de Cipriano Mera por el oeste, según se puede leer en otros autores.
Una vez que la villa de Brihuega había sido recuperada por las fuerzas del ejército gubernamental, el cuerpo de voluntarios se vio obligado a abandonar lo antes conseguido y volver sobre sus pasos a fin de evitar un posible aislamiento de tropas, con las previsibles consecuencias. Ante la realidad final, y con los resultados sobre el terreno obtenidos tras los duros enfrentamientos de los últimos días, las tres Divisiones italianas del CTV, más la División Littorio, recibieron orden de retirada. Algunos destacamentos cubrieron el franco izquierdo a lo largo del río Tajuña, con el fin de facilitar el retroceso. La retirada de voluntarios por la carretera de Francia fue más lenta, aunque simultánea.
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