miércoles, 20 de mayo de 2009

LOS COMUNEROS DE GUADALAJARA


La sonada manifestación de protesta conque el pueblo español recibió las primeras acciones de gobierno por parte del heredero de la corona, Carlos I, tras la muerte de sus abuelos los Reyes Católicos, y el cese por edad y por agotamiento del regente, el Cardenal Cisneros, se agravó degenerando en la llamada Guerra de las Comunidades en Castilla y de las Germanías en el reino de Valencia. Salamanca, Toledo, Segovia, Cuenca, Ávila..., son nombres de ciudades sublevadas en contra de los abusos que el nuevo rey y su corte de flamencos intrusos en nuestro suelo, hubieron de imponer a su llegada a España. La derrota de Villalar (23 de abril de 1521) y la ejecución de los tres principales cabecillas castellanos, Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, marcaron casi el final de tan encarnizadas guerras, que acabarían por cambiar la actitud del joven rey y abrir, a partir de entonces al lado de su pueblo, un nuevo y definitivo periodo de progreso.
La ciudad de Guadalajara se unió muy pronto a la sublevación castellana, bajo la dirección de un reducido grupo de rebeldes disconformes con la política inicial en el gobierno del que luego sería el Emperador Carlos.
Consta que el día 5 de junio de 1520 se organizó un grupo de gentes, trabajadores y artesanos casi todos ellos, que mezclados entre la masa pública se dirigieron al Palacio del Infantado, pidiendo al duque, don Diego de Mendoza, que se uniera a la causa antiimperial extendida por toda Castilla. Figuraban entre los organizadores y dirigentes de la manifestación el carpintero Pedro de Coca, el albañil Diego Medina, un albardero y buñolero apodado Gigante, el presidente de la Audiencia Ducal don Francisco de Medina y Mendoza, el licenciado Juan de Urbina, el caballero Diego de Esquivel y otros nombres distinguidos de la ciudad entre los que no faltaba el conde de Saldaña, don Iñigo López de Mendoza, heredero del poderío familiar mendocino.
Los manifestantes, descontrolados, incendiaron las viviendas de los procuradores que habían asistido por Guadalajara a las Cortes de La Coruña, donde votaron en favor del nuevo plan de obligaciones e impuestos dictados por el Emperador. El altercado tomó caracteres de brutal violencia.
Para mantener el orden, don Diego de Mendoza mandó encarce­lar a los cabecillas; a su hijo y heredero lo deportó a la villa de Alcocer; al presidente de su audiencia le retiró de sus funciones, y, de los artesanos encarcelados, mandó ejecutar a la mañana siguiente a Pedro de Coca, cuyo cadáver fue expuesto para público escarmiento en la Plaza Mayor.
Llegada días después una relativa calma, la ciudad envió a la convención comunera de Tordesillas a tres procuradores: Francisco de Medina, Juan de Urbina y Diego Esquivel, quienes después de la guerra serían considerados como los únicos comuneros de Guadalajara y castigados con la confiscación de todos sus bienes.

(En la imagen el Emperador Carlos I, joven)

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