Para mi uso es éste uno de los ríos con mayor carácter de los que surcan en cualquier dirección el mapa de nuestra provincia. Se trata del río molinés por excelencia, algo consustancial con las tierras del Bajo Señorío, pero cuyo nacimiento le discuten, creo que con argumentos válidos, los vecinos de Orihuela del Tremedal en la provincia de Teruel, en donde tienen la figura de un gallo por enseña. Durante algún tiempo sostuve que el Gallo tenía su primera fuente en el campo de Guadalajara, pues así me lo contaron alguna vez en el pueblecito de Chera, pero ante la evidencia de los hechos hube de desistir de aquella teoría y situar su lugar de nacimiento en Orihuela, como es lo correcto. En concreto, en la ya dicha villa turolense tienen un gallo por emblema, naturalmente que haciendo referencia al río molinés que nace en sus proximidades y muere en el Tajo por el Puente de San Pedro.
Lo cierto es que aun poniendo en entredicho su verdadero origen, el Gallo es el río de las tierras de Molina que recorre de Sureste a Oeste, y que, por ser enseña, actúa como factor fundamental sobre la imagen de aquellas tierras, de un modo especial sobre la imagen de la ciudad de Molina.
Desde lo alto del cerro del Castillo en Motos, recuerdo haberme fijado alguna vez en el llano que el pueblo tiene en sus orillas, por donde pasa muy joven todavía el río Gallo, casi un pollito me contó en cierta ocasión un lugareño. Motos, amigo lector, es el pueblo más alejado de la capital de provincia si se viaja por carretera, y en su pasado se recoge el hecho fatal de haber sido en tiempos lejanos la sede del famoso “Caballero de Motos”, de nombre Álvaro de Hita, quien durante la segunda mitad del siglo XV fue contratado por el Común de Molina para vigilar los ganados comunales, pero que muy pronto se empleó en quehaceres bien distintos a los confiados por el Común, pues se construyó un castillo junto al pueblo desde donde, como un experimentado bandolero con la correspondiente cuadrilla a su servicio, se dedicó a robar, a intimidar y a saquear de manera violenta, a los honrados campesinos de la comarca, adueñándose por la ley del más fuerte de sus cosechas y de muchas de sus pertenencias. Fueron los Reyes Católicos los que, sabedores de la conducta y andanzas del célebre “Caballero”, dieron orden tajante de derribar su castillo y de no dejar en pie piedra alguna. Esa es la imagen que el cerro del Castillo presenta hoy, con sólo la ermita de los santos Fabián y Sebastián sobre la loma y el cementerio del lugar expuesto a todos los vientos. Motos es un pueblo chiquito en las riberas del Gallo, donde se repiten las artísticas rejerías de forja que adornan las fachadas de Alustante, su villa más cercana.
Mas era al río al que nos habíamos propuesto seguir sin detenernos excesivamente en las estaciones de su recorrido que son los pueblos; nombres sonoros de lugares con muy vieja raíz, que llegan a entroncar con tantas familias hidalgas como por allí habitaron, y de las que todavía queda el recuerdo en piedra de sus casonas nobiliarias, de sus escudos presidiendo las viejas fachadas, de sus apellidos en extremo ilustres y con no poca resonancia en la España de los siglos XVI y posteriores. En ese sentido, los pueblos de Molina son un verdadero muestrario por sus cuatro sexmas.
Tordellego, Morenilla, Chera, Castilnuevo, son lugares del Bajo Señorío que a más o menos distancia tienen al Gallo por vecino. En las temporadas de sequía, el río baja exangüe por aquel tramo de su recorrido. A la altura de los molinos abandonados que tiene a dos o tres kilómetros de sus últimas casas el pueblo de Morenilla, el Gallo pasa cumplido de corriente en los años generosos en lluvia, y convertido en ruines charcas donde las truchas fenecen por sí solas, durante los veranos desiertos que, para mal de peces y de plantas, no han faltado durante las última décadas.
A su paso por las cercanías de Chera las aguas van aumentando en cantidad y el río en anchura, como efecto de los diferentes arroyos que cerca de allí han vertido en su cauce. La vega de Chera, su producción excelente y la abundancia de vegetación en sus parajes más próximos, son una consecuencia de la humedad que reciben del Gallo, y que durante ciertas épocas del año los convierten en una auténtico vergel, aunque no lo suficiente como para haber retenido a los muchos habitantes que se fueron de allí, pues la fiebre del éxodo durante los últimos tiempos dejó al pueblo en mínimos, excepción hecha de los meses de verano. Chera, incorporado en la actualidad al ayuntamiento de Prados Redondos, es por el milagro de las aguas uno más de los paraísos perdidos por nuestra geografía provincial y que muy pocos conocen.
Y Castilnuevo después siguiendo el curso del río. Por Castilnuevo pasa el Gallo encajado por debajo de un puentecillo estrecho que hay cerca de una ermita que en tiempo pasado debió hacer el servicio de iglesia local; una iglesia solitaria de estampa romántica, becqueriana, repleta por fuera de hierbas y de misterios, donde las lagartijas campean a sus anchas por los muros y se esconden en los agujeros. Y sobre el caserío de Castilnuevo el castillo de los Señores, donde se ha dicho que se inspiró Cervantes para situar la Insula Barataria de su novela inmortal. Algunos almacenes donde encierran las maquinarias y los productos del campo, una escuela que ni siquiera se llegó a estrenar con otras viviendas anexas, y las formas retocadas del que fue su castillo sobre lo alto, completan la imagen total de otro de los lugares por los que pasa el río sigilosamente, fertilizando vegas, camino de la capitalidad del Señorío que queda a cuatro pasos.
Molina de los Caballeros, Molina la Grande, Molina recibe las aguas serranas adornada en el llano con su peineta de murallas y de torres solemnísimas que la vigilan desde la altura. El Giraldo bailarín de la torre de San Francisco es el primero en divisar a distancia el paso del río. Una vez allí, el río se cuela bajo los arcos del puente románico, sin duda la imagen más sugerente de la ciudad y por extensión también la más antigua. A la ciudad de Molina hay que acercarse como se acerca el Gallo, entrar en sus glorias pasadas para llegarla a conocer como merece ser conocida, saber cómo fueron y quienes fueron sus hijos más notables, algunos de ellos nombres de primera fila en nuestra historia nacional con referencia a tiempos muy lejanos. Ciudad señora y ciudad de señores, de familias nobles cuyo recuerdo atravesó el umbral de los siglos no sólo inscritas sobre legajos en los que todavía late la realidad viva de su historia, sino a pie de calle, en palacetes e iglesias repartidas por cualquier plaza o rincón y en los escudos de piedra que los sellan. Si de alguna ciudad castellana se debe hablar por cuanto a su personalidad y carácter bien marcados, ésta es la ciudad de Molina a la vera del Gallo.
Y el río escapa de Molina regando huertas y siguiendo en paralelo la carretera que parte hacia Ventosa. Más adelante le costará ser testigo de uno de los espectáculos naturales más bellos de toda la geografía de España: el Barranco de la Hoz, que él mismo consiguió abrir al paso de los siglos, de muchos cientos de siglos laborando sobre las rocas. De ello hablaremos en otra ocasión dentro de poco, siguiendo su curso.
(En la fotografía, el río Gallo a su paso por el Barranco de la Hoz)
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