Quiero
pensar que Budia es uno de los pueblos de la provincia con los que más contacto
he tenido, desde aquella mañana de diciembre del año ochenta en la que anduve
por allí la primera vez. Después se me ha dado la oportunidad de conocer mejor
al pueblo, hacer buenos amigos y, si no recuerdo mal, leer el pregón de fiestas
en dos ocasiones: una en Navidad y otra en la fiesta veraniega de la
Sampedrada. Tras el fallecimiento de Rafael Taravillo, el primero de mis amigos
de entonces, las visitas a Budia con cualquier motivo se han ido distanciando
hasta hace tan sólo un par de semanas en que, impulsado por pretéritos afectos,
decidí darme una vuelta por allí, conocer nuevas cosas y anotar en mi ya larga
lista otros nuevos amigos.
No hace
un frío excesivo para el tempo en que nos encontramos y para la hora que es:
las diez y media de una mañana próxima a la Navidad. Es la humedad, en cambio,
la que se ha hecho dueña del ambiente en el campo de la Alcarria, y la niebla
la que nos obliga a trechos a extremar la prudencia disminuyendo la velocidad.
Budia, el pueblo, pese a encontrase metido casi en la vega, se deja ver de un
modo sorprendente. El edificio en práctico abandono de la fábrica de harinas
junto a la carretera, la ermita de San Roque, magníficamente restaurada años
atrás, y poco más adelante el pueblo, la típica plaza de Budia que a Cela se le
antojó como de un pueblo moro, adornada con motivos navideños, y coches, muchos
coches en ambos laterales. El ayuntamiento de Budia, con su serie de arcos en
el corrido balcón de la primera planta, la hilera de columnas del soportal y la
fuente aneja al pie del edificio, es una de las casas consistoriales que más me
han impresionado de toda la provincia.
Debo
decir que hoy no llevo una misión concreta en mi viaje a Budia, un programa
previsto, tal vez porque tengo sobrada confianza en que le pueblo con su
presente, su pasado, y todo lo que hay en él, da para mucho. Por otra parte,
había conocido por las llamadas “redes sociales” a su actual alcalde, don
Carlos María de Silva, a quien prometí hacer una visita tan pronto se me
presentara la ocasión, y así lo he hecho, por lo que mis primeros pasos una vez
llegado a la plaza, ha sido entrar al ayuntamiento y saludar al alcalde.
Conocer Budia
Por su
pasado, y por lo que Budia ha dado al mundo durante los últimos siglos, nos
encontramos en un pueblo con cierto peso específico, con una importancia
avalada por su pasado quiero decir. Su número de habitantes supera en poco los
250, cantidad no muy grande, pero que lo incluye dentro de ese medio centenar
de municipios más poblados en esta provincia de pueblos pequeños.
Encuentro
al alcalde revisando unos papeles en su mesa de trabajo. Sabía de mi llegada.
Natividad Mayor, teniente de alcalde del ayuntamiento y antigua compañera de
profesión, viene a saludarme y a obsequiarme con un bonito calendario editado
por la corporación, generoso en imágenes de los lugares y acontecimientos
festivos que a lo largo del año se celebran en el pueblo, una obra de arte.
Vimos después el belén municipal instalado en la galería que da a la plaza,
fantástico; y la exposición de pequeños belenes procedentes de otros países de
la tierra, tan diversos como Argentina, Perú, Kenia, Alemania, Méjico,
Madagascar…, y así hasta un número de cuarenta; inesperado, original e
ilustrativo. Una vez en la calle, con Carlos y Nati como guías, fue posible
volverme a encontrar pasados los años, con todo aquello que el visitante jamás
deberá omitir durante su estancia en Budia, comenzando, claro está, por ver la
iglesia de San Pedro, a cuatro pasos de la Plaza Mayor y del Ayuntamiento.
La
iglesia es un monumento extraordinario, restaurado años atrás, con una portada
artística al gusto plateresco, que merece cuando menos unos minutos de contemplación.
El interior de la iglesia está dividido en tres naves, con coro alto a los
pies, y en la cabecera el espacio que en otro tiempo ocupó el valioso retablo
que consumieron las llamas del odio en la Guerra del 36. Queda, por fortuna, la
mayor parte del altar de plata repujada -regalo de un oriundo del lugar, virrey
de las Indias. Parece, según me insinuó el alcalde, que hay idea de encargar la
construcción de un nuevo retablo, tomando por modelo las fotografías que se
conservan del anterior desaparecido.
Obligatorio
detenerse ante los bustos -uno a cada lado del altar- con las imágenes del
Ecce-Homo y de la Dolorosa, que se guardan en sus respectivas vitrinas; obra
magnífica de Pedro de Mena, que si bien durante varios siglos se conservaron en
el santuario de la Virgen del Peral, en las afueras del pueblo, fueron bajados
a la iglesia por motivos de seguridad y para facilitar al público su
contemplación con una mayor frecuencia. Coincidiendo con un rincón lateral,
bajo el coro, descubrieron cuando los trabajos de restauración, hace unos
veinte años, una capilla de concepción tardorrománica, muy chiquita, y
perteneciente, todo hace pensar, a una iglesia anterior sobre la que en el
siglo XVI se debió de construir la actual. Esta capillita está dedicada a la
Virgen del Pilar con una imagen que la ocupa casi toda ella.
El paseo
por el pueblo ha sido rápido y de poca duración: la fuente-lavadero de Lapelos,
la picota, y después camino del convento de Carmelitas. Me acompañaron Carlos y
Nati, alcalde y teniente de alcalde respectivamente del ayuntamiento. Nunca
mejor servido cuando tan difícil resulta en los pueblos, cada vez con mayor
frecuencia, encontrarse con alguien con quien pegar la hebra y charlar aunque
sólo sea de pasada; mucho menos con la representación municipal por excelencia,
que en Budia lo ha sido con generosidad. Me dedicaron no menos de una hora de
su tiempo, y eso se lo tengo que agradecer. Pensaba al pasar por las calles que
en algunas de aquellas casonas de pasado abolengo, ahora restauradas las más,
pudieron nacer en siglos no tan lejanos varios de los ilustres nombres de lo
más florido de los hijos de Budia, de entre ellos una decena de obispos.
El posible Museo de
la Cultura
Nos
fuimos hacia lo que todavía queda del antiguo convento, el que fuera de
carmelitas descalzos, fundado en 1732 en honor de la Concepción Inmaculada de
la Virgen, anexo al cementerio y en completo estado de ruina. De él apenas
queda de forma medianamente visible la fachada y los cuatro muros de la
iglesia; el techo lo conservó mientras que sirvió para algo: para almacén del
S.N. del Trigo, allá por los años cincuenta; después ahí se quedó al amparo de
nadie como criadero de hierbas, jaramagos y toda clase de malezas espontáneas.
Encontré
al alcalde ilusionado con lo que en un futuro puede ser el actual edificio en
ruinas del convento carmelita, una vez realizados los primeros pasos y aprobado
como Proyecto de Interés Regional. Por el momento se cuenta con la cesión del
edificio por parte del Obispado con destino a bien cultural, con la inversión
ya aprobada de 200.000 euros del grupo Fadeta, y con los cálculos hechos que
ascienden a un total de 1,3 millones de euros, de los que tres quintas partes
aproximadamente (unos 800.000 euros) de la Unión Europea, irán a fondo perdido,
y el resto lo aportarán otras instituciones entre las que se cuenta el propio
ayuntamiento de Budia. Es el inicio de una posible realización que confiamos se
llevará a término. El segundo paso, fundamental, será la declaración de
Proyecto de Interés Regional, como antes se ha dicho; después de todo el
trámite, la reconstrucción -por no decir restauración completa del edificio-,
para concluir con la aportación de obras de arte y otro tipo de material que,
según el alcalde, hay varias fundaciones que están dispuestas a colaborar con
los fondos artísticos e instrumental que sean necesarios.
Se cuenta
con que en el proyecto entra la realización de una sala de exposiciones, salón
de conciertos, biblioteca, departamentos de exposición permanente, y todos los
servicios necesario para que en el edificio se pueda llevar a buen fin un plan
de tamaña envergadura. Algo de ensueño que no dudo habrá de repercutir en
beneficio de este importante municipio alcarreño, y en general de toda la
provincia. Un asunto que seguiremos, paso a paso, con el interés que merece.
Durante la visita al convento nos acompañó José Luís, encargado de la oficina
de turismo, que me habló del interés de la gente por conocer Budia.
Y
abusando de su confianza, y con el molesto inconveniente de que el campo era un
auténtico barrizal, mis amigos me llevaron a conocer Picazo, un viejo caserío
en ruinas incorporado al ayuntamiento de Budia por el que manifesté cierto
interés en conocer. Y fuimos, llevando como asesor a un antiguo amigo, Paco
Cortijo, y nos dimos un breve paseo por el camino que en otro tiempo debió de
ser su calle principal; y conocí el voluminoso tronco muerto del olmo concejil,
la iglesia de la Asunción en lo más alto, y la pequeña ermita desmoronada, creo
que del Niño Jesús, ya a la caída del valle. Picazo, donde hay una tabla
rústica a la entrada que nos da la bienvenida, tuvo hacia el año 1850 hasta
once casas abiertas y 36 habitantes, incorporado entonces al municipio de
Valdelagua según el Madoz. Hoy forman parte del ayuntamiento de Budia los dos,
Valdelagua y Picazo, además de Peñarrubia, una urbanización que pone la nota de
modernidad a este pueblo singular y señero de nuestra comarca más
característica: la Alcarria.
(En las fotografías: Ayuntamiento de Budia en la Plaza Mayor; "La Dolorosa" de Pedro de Mena; El Convento Carmelita en su estado actual.)
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