domingo, 1 de febrero de 2015

TRAS LA ROMA IMPERIAL DE PIEDRA EN PIEDRA

      

      Son piedras nada más, algunas monedas, un puñado de textos escritos por sus filósofos y literatos de dos mil años atrás, es lo que ha llegado hasta nosotros del más importante imperio de la antigüedad en Occidente, y del cual nuestro país fue provincia destacada. Es de Roma y de su imperio a quien nos referimos aquí.
            Deseo que mi trabajo de hoy sea a manera de invitación a nuestros lectores para que visiten cualquiera de las tres ciudades romanas que una provincia vecina, la de Cuenca, guarda como preciosas reliquias incrustadas en su piel, naturalmente que en estado de ruina, o de hallazgo por mejor decir. Segóbriga, Valeria y Ercávica, son cada una de ellas. Todas, sin distinciones ni preferencias, merecen especial tratamiento por lo que son, y sobre todo por lo que fueron. Cualquiera de las tres posee mérito bastante para ser contada y descrita en cientos de páginas como ésta; pero no se trata de un estudio profundo sobre esas ciudades lo que estoy dispuesto a ofrecer al lector –tampoco contaría con datos suficientes para hacerlo-, ni siquiera somero; sólo se pretende llevar al conocimiento de quien leyere una visión ligera y muy escueta acerca de la huella que la Roma dominadora dejó muy cerca de nosotros, a manera de detonante o motivo remoto que les ponga en condiciones de pasarse por aquellos históricos lugares cuando los días duren más y el tiempo lo haga posible. Todavía falta mucho para que esas condiciones se cumplan, pero no está nada mal el ir hilvanando proyectos pensando en la primavera cada vez más cercana.
            No sé a cuál de las tres debiera aconsejar la visita primeramente; quizás a Segóbriga por considerar que es la que ofrece de cara al visitante  una mayor cantidad de motivos de interés. No es nada difícil llegar a Segóbriga. Se encuentra a poco más de un kilómetro de distancia de la antigua Nacional III, ahora Autovía de Levante, junto al pueblo de Saelices. Desde Tarancón queda a cuatro pasos.

            Un anfiteatro, un circo y unas termas, pueden verse ya al descubierto en aquella histórica ciudad perdida en los más escondidos rincones de la Historia, y a la que Plinio llamó Caput Celtiberiae (Cabeza de la Celtiberia). Monumentos perfectamente reconocibles, cuyas piedras todo hace pensar que salieron de unas canteras próximas que hay al otro lado del río Gigüela, proveedoras a la vez de los materiales que fueron necesarios para la construcción de un templo dedicado a la diosa Diana, personaje mitológico en unas tierras donde la caza siempre debió de contar como apoyo de gran importancia para la supervivencia. Por la ciudad de Segóbriga pasó la calzada romana que iba desde Complutum (Alcalá de Henares) a Cartagonova (Caretagena), y allí, junto a sus ruinas, oculto por tierra de muchos siglos, apareció el único ejemplar de Dea Roma (la diosa Roma) encontrado en España, y que ahora puede verse en el Museo Arqueológico de Cuenca. Una lección y un recuerdo: Segóbriga, para ser vista y estudiada; también, como en todas las demás, para ser descubierta hasta la última piedra, hasta que el postrero poso de su contenido en piezas de arte o en utensilios procedentes de la Hispania romana salgan a la luz. No debemos olvidar que en esas viejas piezas de museo se esconde en una gran parte el origen de nuestra civilización.
            Desde la ciudad de Cuenca, pasando por las villas de Arcas y Tórtola, o desde la propia Segóbriga si es que se desea aprovechar el mismo viaje para las dos visitas, pasando por Cervera del Llano, Olivares y Valverde de Júcar, se llega en menos de una hora a las ruinas de Valeria, otra de nuestras importantes ciudades romanas, situada en un altozano por encima de la hoz del río llamado Gritos. La abundancia de agua y el carácter autóctono de sus habitantes, resistentes a la romanización, son con las piedras y los enseres descubiertos en las excavaciones, lo que hoy se conoce como la Gran Valeria, donde, igual que en las otras dos ciudades romanas a las que en este trabajo nos referimos, sería sede episcopal en los primeros siglos del Cristianismo. En lo que queda del foro se han encontrado importantes restos del Ninfeo, es decir, de una fuente grandiosa adornada en su tiempo con todo lujo. Un acueducto surtía los aljibes de extraordinaria capacidad ahora a la vista. Varias de sus casas, algunas de ellas con los cimientos pegados a la vertical que se asoma a la hoz del Gritos, debieron de estar medio suspendidas entre la roca y el abismo, lo que nos lleva a pensar que Valeria pudo ser una ciudad estéticamente hermosa.
            Y Ercávica para concluir. La ciudad de Ercávica se encontró por fin en tierras de la Alcarria, no lejos de la actual villa de Alcocer, pero enclavada en el término municipal del pueblecito conquense de Cañaveruelas, paraje próximo a los últimos remansos (cuando tiene agua) del embalse de Buendía.

            A medida que se avanza en la presentación de este trabajo, uno se da cuenta de que casi todo lo referente a estas ciudades romanas quedará sin decir por falta de espacio. En Ercávica uno puede encontrarse con baños y termas como en las anteriores, situados al sur de la ciudad; con la llamada por sus descubridores “casa del médico”, debido a que su último dueño, cirujano seguramente, disponía de una interesante bolsa de material clínico que veinte siglos después ha vuelto a salir a la luz. Todo lo que se sabe con respecto a esta importante ciudad del Imperio, hace pensar que fue Valerius Flacuus, pretor de la provincia Citerior de Hispania, el fundador de la ciudad de Ercávica adscrita al Conventus Caesaraugustanus, en tanto que las de Segóbriga y Valeria pertenecieron al Carthaginense. De entre los restos aparecidos en las excavaciones de esta histórica ciudad, se debe contar con un busto mediocre de Cesar; otro de Agripina, la madre de Nerón y mujer de Claudio; y, sobre todo, con un tercero, el más perfecto en su ejecución y el más bello de todos, cuya antigüedad se cifra en el siglo I y representa a Lucio Cesar niño, sobrino de Octavio Augusto, ahora expuesto al público en el Museo de Cuenca, como verdadera estrella de aquella importante exposición.

            Y aquí ponemos el punto final. Conocer estas ciudades romanas en estado de ruina, tan interesantes y tan próximas a nosotros, es una manera útil y muy instructiva de emplear el tiempo libre de cualquier fin de semana. La idea queda puesta sobre el papel, ahora es el lector quien debe madurarla y decidirse a ponerla en práctica cuando llegue el momento. 

(En las fotografías y por éste orden aparecen detalles de las ciudades de Segóbriga, Valeria y Ercávica) 

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