Los manantiales, por una u otra razón, fueron siempre pieza de mayor importancia en la vida rural guadalajareña. La provincia de Guadalajara es tierra de fuentes. Los topónimos de sus campos, muchos de los nombres que aún conservan algunos de sus pueblos en las distintas comarcas se derivan de "fuente", de "fontana" o de "hontanar", que en definitiva son variantes de un único término: la palabra "fuente".
Como manantiales de la provincia que se distingan por la enorme cantidad de agua que arrojan a cada instante, conviene tener en cuenta en primer lugar a los cien que, como su nombre indica, se abren a los pies del Cerro del Castillo en Cifuentes, dando lugar de inmediato a la Fuente de la Balsa, y ésta a su vez al río Cifuentes que, a poca distancia de allí, desagua en el Tajo por Trillo. En Abánades, llaman el Canalón a una fuente que surge con gruesos chorros a orillas del pueblo. A dos o tres kilómetros de Horna, surge el agua a borbotones desde el santo suelo, dando lugar, nada menos, que al río Henares.
La fuente de Sopetrán, en los bajos de Torre del Burgo, merece estar aquí por su condición de fuente milagrosa; pues de sus aguas -cuenta la leyenda- se sirvió la Virgen María para bautizar en la fe cristiana al príncipe moro Aly-Maymón.
Como manantiales de la provincia que se distingan por la enorme cantidad de agua que arrojan a cada instante, conviene tener en cuenta en primer lugar a los cien que, como su nombre indica, se abren a los pies del Cerro del Castillo en Cifuentes, dando lugar de inmediato a la Fuente de la Balsa, y ésta a su vez al río Cifuentes que, a poca distancia de allí, desagua en el Tajo por Trillo. En Abánades, llaman el Canalón a una fuente que surge con gruesos chorros a orillas del pueblo. A dos o tres kilómetros de Horna, surge el agua a borbotones desde el santo suelo, dando lugar, nada menos, que al río Henares.
La fuente de Sopetrán, en los bajos de Torre del Burgo, merece estar aquí por su condición de fuente milagrosa; pues de sus aguas -cuenta la leyenda- se sirvió la Virgen María para bautizar en la fe cristiana al príncipe moro Aly-Maymón.
Al hablar de fuentes artísticas, o espectaculares por la distribución de sus chorros, hay que referirse forzosamente a la Fuente Pública de Albalate de Zorita, con ocho, diez o doce chorros incesantes que vierten sobre un pilón a ras de suelo junto a la carretera; la Fuente Blanquina de Brihuega, cargada de historias y de leyendas, es pieza clave en la única realidad de la villa alcarreña; la Fuente del Perro, en El Sotillo, o la de Bochones en la Sierra de Pela, se cuentan entre las fuentes anónimas que son en sí todo un espectáculo en el que se ven implicados por igual la Naturaleza y la mano del hombre. En Pastrana, la Fuente de los Cuatro Caños viene a ser como la enseña romántica de la villa, algo así ocurre con las municipales de Arbancón, de Ledanca, de Jadraque, de Atienza, de Valdearenas, de Miedes... Hay otras fuentes camineras, fuentes al servicio de los viajeros de este y de pasados siglos, que le sirven sin pedir nada a cambio un trago largo de sus aguas en las mañanas y en las tardes calurosas del verano, todo un sueño para el sediento: la de la Canaleja en Anquela, la de Fuentelviejo en la carretera de Pastrana, la de extramuros en Yebes, la de las cuestas de Jadraque, podrían contarse entre ellas.
(En la fotografía, la abundosa fuente de Albalate de Zorita)
1 comentario:
¡Interesante entrada! Sobre uno de los bienes públicos más humildes pero con muchas historias que contar si pudieran hablar. Me ha encantado su lectura, pero encuentro a faltar una fuente que me parece merecedora de incluirse en su relato, la fuente de los siete caños de Palazuelos esa villa amurallada tan especial.
Un cordial saludo desde Barcelona.
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