Desde
el año 1813 en que, terminada la guerra contra Napoleón y puestas a rodar las
conclusiones de las Cortes de Cádiz, se empezaron a constituir las primeras
diputaciones y con ellas el sentido de provincia como territorio delimitado y
concreto comenzó a tomar en la conciencia de los españoles una importancia que
hasta entonces no había tenido, una importancia que fue creciendo de manera
paulatina y que se habría de consolidar definitivamente pasados los años. El
concepto de territorio delimitado y concreto, con todo su bagaje de intereses
humanos, económicos, paisajísticos y culturales de cada provincia, se fue
consolidando como tal y calando en el espíritu de los ciudadanos como algo, no
sólo aceptable, sino deseable y defendible.
Como
unidad real, aun dentro del todo común de las tierras de España, la provincia
se ha sentido consciente de su identidad y ha creído preciso indagar, extraer
conocimientos sujetos al estudio y a la investigación donde los hubiere, para
hacerlos públicos después desde la responsabilidad de alguna persona preparada
y competente según cada época. Así surgiría no mucho más tarde la figura del
cronista provincial, como una consecuencia de ese sentimiento antedicho y como
una necesidad que con el paso del tiempo ha ido aumentando en interés.
No
todas las provincias son capaces de reconocerse sobre el mismo soporte
documental; no todas han hurgado con el mismo empeño y con el mismo acierto en
su propio ser; no todas son capaces de aportar a la gran crónica nacional el
mismo número de datos reconocidos y contrastados, entre otras cosas porque sus
cronistas o no los tuvo o no fueron lo suficientemente efectivos. Por fortuna
no es ese, ni mucho menos, el caso de Guadalajara, pues es mucho lo que de ella
se sabe, lo que de ella se ha hecho público para el general conocimiento, y en
gran parte como fruto del trabajo de sus cronistas oficiales a lo largo y
ancho del último siglo.
A
la hora de hacer un repaso brevísimo de la obra y de la personalidad de estos
hombres ilustres, uno siente la tentación de renunciar a ello por la falta de
espacio según los merecimientos de cada uno, y del que al tratarlos en
conjunto habrá que prescindir. Pese a todo, pienso a priori que el presentar a
todos ellos en un texto común también tiene sus ventajas, sobre todo la de la
brevedad, que muchos de nuestros lectores seguro que agradecen; así que, sin
otra razón que imponga un orden y que no sea la de su antigüedad en el cargo,
vamos allá con la reseña especial que en este momento nos sugiere cada uno de
ellos.Don Juan Catalina García López nació en Salmeroncillos de Abajo (Cuenca) en el año 1845. Colaboró en los principales periódicos de su tiempo como hombre versado en Arte y en Arqueología. En 1894 fue nombrado académico de número de la Real de la Historia, leyendo en su toma de posesión el trabajo La Alcarria en los dos primeros siglos de su reconquista. De la nutrida producción de don Juan Catalina García, fruto del estudio incansable y de las muchas horas dedicadas a la investigación, se puede hacer referencia a los trabajos titulados Biblioteca de escritores de la Provincia de Guadalajara, con un extenso contenido documental, Elogio del Padre Sigüenza, Aumentos a las Relaciones Topográficas de España, y El libro de la Provincia de Guadalajara, aparte de diversos artículos sobre Prehistoria y Mariología Alcarreña, que aparecieron en diferentes revistas. Murió en Madrid en 1911 y fue enterrado en la iglesia Sacramental de San Isidro.
Don Antonio Pareja Serrada nació en Brihuega hacia el año 1842. Le caracterizó un profundo amor a su tierra. Fue profesor de Sociología y de Historia en Madrid, y colaborador asiduo en los principales periódicos de su tiempo. En 1880 llegó a ser redactor jefe de El Debate. Ejerció como cronista provincial desde 1911 hasta su muerte, acaecida en 1925. La razón de un centenario fue una obrita curiosa en la que don Antonio Pareja se refiere a los dos siglos transcurridos (1710-1910) desde la batalla de Villaviciosa hasta sus días. Más tarde emprendió la publicación por partidos judiciales de una extensa Guía de Guadalajara, que no llegó a publicarse completa. De gran interés es su Diplomática Arriacense.
De
don Manuel Serrano Sanz dice Azorín en uno de sus artículos más
celebrados cosas estupendas. Nació en Ruguilla el 1 de junio de 1866. Doctor en Derecho y en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid.
Académico correspondiente de la Real de la Lengua numerario de la de Academia de la Historia.
La muerte, el 6 de noviembre de 1931, le sorprendió cuando preparaba su
discurso de ingreso. Don Manuel Serrano dominaba diez lenguas, entre actuales y
lenguas muertas. Se distinguió por sus trabajos de investigación en torno a la
América Hispana. Son buena muestra de ello sus Relaciones Históricas y
Geográficas de América Central, Historiadores de Indias y Compendio de
Historia de América. Por cuanto a su aportación a la cultura alcarreña,
son de extraordinario interés algunos estudios monográficos acerca de
personajes de esta tierra durante la dominación española en el Nuevo
Continente: Vida y escritos de Fray Diego de Landa y Pedro Ruiz de
Alcaraz, entre otros. A don Manuel Serrano Sanz se debe el reconocimiento,
con pruebas y argumentos contundentes, de Fernando de Rojas como autor de La
Celestina.
Don
Francisco Layna Serrano ha sido quizás el más profundo,
el más intenso y el más prolífico de nuestros cronistas provinciales. En 1993,
con motivo de cumplirse el primer centenario de su nacimiento, la provincia de
Guadalajara se alzó en homenajes de reconocimiento a su labor.
Nació en el pueblo de Luzón el 27 de junio de 1893, y era sobrino por línea
materna de don Manuel Serrano Sanz. Escribió algunas obras breves, ensayos y
comunicaciones en congresos, acerca de su especialidad médica, la
Otorrinolaringología; pero se distinguió, sobre todo, por su inmensa producción
en cuanto a la Historia y al Arte en Guadalajara, en libros generalmente
extensos cuya relación sería aquí imposible de detallar. Ahí quedan títulos tan
sonoros y bien documentados como esa monumental Historia de Guadalajara y
sus Mendozas en cuatro gruesos volúmenes, Castillos de Guadalajara,
Historia de la villa de Atienza, La Arquitectura Románica en la Provincia de
Guadalajara, Historia de Cifuentes, entre las más representativas y con una
documentación cumplida y segura. Pocos lugares, monumentos, tradiciones y otras
manifestaciones historicoartísticas escaparon de su pluma. Falleció en 1971.
Don Antonio Herrera Casado es el cronista actual. A la muerte de su antecesor, el Dr.Layna, se temió que no hubiese otra persona capaz de sucederle en misión de tan alta responsabilidad y con el mismo acierto que él lo había hecho. No fue así. Con sólo 26 años tomó el testigo el Dr.Herrera, médico otorrinolaringólogo lo mismo que él, misión que desempeña como muy digno sucesor de don Francisco al que suele considerar su maestro, hasta el punto de haber emprendido con éxito la reedición de las obras de su antecesor como importante aportación al saber autóctono. En 1987 fue nombrado académico correspondiente de la Real de la Historia.
Es muy difícil informar acerca de un personaje como el Dr.Herrera, contemporáneo, amigo y vecino de página en la prensa provincial desde hace tantos años. Ahí está su obra grandiosa como testimonio, sólo el principio, pues a los amantes del saber de esta tierra nos produce cierto gozo pensar en su juventud y en los mucho que todavía esperamos de él. Quiero destacar su Crónica y Guía de la Provincia de Guadalajara, Monasterios y conventos de la Provincia de Guadalajara, Humanismo mendocino en la Guadalajara del siglo XVI, aparte de toda una serie de trabajos monográficos sobre Heráldica, lugares, monumentos y personajes que bien vale la pena se conozcan.
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