jueves, 16 de febrero de 2012

CRONISTAS PROVINCIALES


            Desde el año 1813 en que, terminada la guerra contra Napoleón y puestas a rodar las conclusiones de las Cortes de Cádiz, se empezaron a constituir las primeras diputaciones y con ellas el sentido de provincia como territorio delimitado y concreto comenzó a tomar en la conciencia de los españoles una importancia que hasta entonces no había tenido, una importan­cia que fue creciendo de manera paulatina y que se habría de consolidar definitivamente pasados los años. El concepto de territorio delimitado y concreto, con todo su bagaje de inte­reses huma­nos, económicos, paisajísticos y culturales de cada provin­cia, se fue consolidando como tal y calando en el espí­ritu de los ciudadanos como algo, no sólo aceptable, sino deseable y defendible.
            Como unidad real, aun dentro del todo común de las tie­rras de España, la provincia se ha sentido consciente de su identidad y ha creído preciso indagar, extraer conocimientos sujetos al estudio y a la investigación donde los hubiere, para hacerlos públicos después desde la responsabilidad de alguna persona preparada y competente según cada época. Así surgiría no mucho más tarde la figura del cronista provincial, como una consecuen­cia de ese sentimiento antedicho y como una necesidad que con el paso del tiempo ha ido aumentando en interés.

            No todas las provincias son capaces de reconocerse sobre el mismo soporte documental; no todas han hurgado con el mismo empeño y con el mismo acierto en su propio ser; no todas son capaces de aportar a la gran crónica nacional el mismo número de datos reconocidos y contrastados, entre otras cosas porque sus cronistas o no los tuvo o no fueron lo suficientemente efectivos. Por fortuna no es ese, ni mucho menos, el caso de Guadalajara, pues es mucho lo que de ella se sabe, lo que de ella se ha hecho público para el general conocimiento, y en gran parte como fruto del trabajo de sus cronistas oficia­les a lo largo y ancho del último siglo.
            A la hora de hacer un repaso brevísimo de la obra y de la personalidad de estos hombres ilustres, uno siente la tenta­ción de renunciar a ello por la falta de espacio según los merecimien­tos de cada uno, y del que al tratarlos en conjunto habrá que prescindir. Pese a todo, pienso a priori que el presentar a todos ellos en un texto común también tiene sus ventajas, sobre todo la de la brevedad, que muchos de nuestros lecto­res seguro que agradecen; así que, sin otra razón que imponga un orden y que no sea la de su antigüedad en el cargo, vamos allá con la reseña especial que en este momento nos sugiere cada uno de ellos.

            Don Juan Catalina García López nació en Salmeroncillos de Abajo (Cuenca) en el año 1845. Colaboró en los principales periódicos de su tiempo como hombre versado en Arte y en Arqueología. En 1894 fue nombrado académico de número de la Real de la Historia, leyendo en su toma de posesión el trabajo La Alcarria en los dos primeros siglos de su reconquista. De la nutrida producción de don Juan Catalina García, fruto del estudio incansable y de las muchas horas dedicadas a la inves­tigación, se puede hacer referencia a los trabajos titulados Biblioteca de escritores de la Provincia de Guadalajara, con un extenso contenido documental, Elogio del Padre Sigüenza, Aumentos a las Relaciones Topográficas de España, y El libro de la Provincia de Guadalajara, aparte de diversos artículos sobre Prehistoria y Mariología Alcarreña, que aparecieron en diferentes revistas. Murió en Madrid en 1911 y fue enterrado en la iglesia Sacramental de San Isidro.

            Don Antonio Pareja Serrada nació en Brihuega hacia el año 1842. Le caracterizó un profundo amor a su tierra. Fue profe­sor de Sociología y de Historia en Madrid, y colaborador asiduo en los principales periódicos de su tiempo. En 1880 llegó a ser redactor jefe de El Debate. Ejerció como cronista provincial desde 1911 hasta su muerte, acaecida en 1925. La razón de un centenario fue una obrita curiosa en la que don Antonio Pareja se refiere a los dos siglos transcurridos (1710-1910) desde la batalla de Villaviciosa hasta sus días. Más tarde emprendió la publicación por partidos judiciales de una extensa Guía de Guadalajara, que no llegó a publicarse completa. De gran interés es su Diplomática Arriacense.

            De don Manuel Serrano Sanz dice Azorín en uno de sus artículos más celebrados cosas estupendas. Nació en Ruguilla el 1 de junio de 1866. Doctor en Derecho y en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid. Académico correspondiente de la Real de la Lengua  numerario de la de Academia de la Historia. La muerte, el 6 de noviembre de 1931, le sorprendió cuando prepa­raba su discurso de ingreso. Don Manuel Serrano dominaba diez lenguas, entre actuales y lenguas muertas. Se distinguió por sus trabajos de investigación en torno a la América Hispana. Son buena muestra de ello sus Relaciones Históricas y Geográ­ficas de América Central, Historiadores de Indias y Compendio de Historia de América. Por cuanto a su aportación a la cultu­ra alcarreña, son de extraordinario interés algunos estudios monográficos acerca de personajes de esta tierra durante la dominación española en el Nuevo Continente: Vida y escritos de Fray Diego de Landa y Pedro Ruiz de Alcaraz, entre otros. A don Manuel Serrano Sanz se debe el reconocimiento, con pruebas y argumentos contundentes, de Fernando de Rojas como autor de La Celestina.

            Don Francisco Layna Serrano ha sido quizás el más profun­do, el más intenso y el más prolífico de nuestros cronistas provin­ciales. En 1993, con motivo de cumplirse el primer centenario de su nacimiento, la provincia de Guadalajara se alzó en homenajes de reconocimiento a su labor. Nació en el pueblo de Luzón el 27 de junio de 1893, y era sobrino por línea materna de don Manuel Serrano Sanz. Escribió algunas obras breves, ensayos y comunicaciones en congresos, acerca de su especialidad médica, la Otorrinolaringología; pero se distinguió, sobre todo, por su inmensa producción en cuanto a la Historia y al Arte en Guadalajara, en libros generalmente extensos cuya relación sería aquí imposible de detallar. Ahí quedan títulos tan sonoros y bien documentados como esa monumental Historia de Guadalajara y sus Mendozas en cuatro gruesos volúmenes, Castillos de Guadalajara, Historia de la villa de Atienza, La Arquitectura Románica en la Provin­cia de Guadalajara, Historia de Cifuentes, entre las más representativas y con una documentación cumplida y segura. Pocos lugares, monumentos, tradiciones y otras manifestaciones historicoartísticas escaparon de su pluma. Falleció en 1971.

           Don Antonio Herrera Casado es el cronista actual. A la muerte de su antecesor, el Dr.Layna, se temió que no hubiese otra persona capaz de sucederle en misión de tan alta respon­sabilidad y con el mismo acierto que él lo había hecho. No fue así. Con sólo 26 años tomó el testigo el Dr.Herrera, médico otorrinolarin­gólogo lo mismo que él, misión que desem­peña como muy digno sucesor de don Francisco al que suele considerar su maestro, hasta el punto de haber emprendi­do con éxito la reedición de las obras de su antecesor como importan­te aportación al saber autóctono. En 1987 fue nombrado acadé­mico correspondiente de la Real de la Historia.
            Es muy difícil informar acerca de un personaje como el Dr.Herrera, contemporáneo, amigo y vecino de página en la prensa provincial desde hace tantos años. Ahí está su obra grandiosa como testimonio, sólo el principio, pues a los amantes del saber de esta tierra nos produce cierto gozo pensar en su juventud y en los mucho que todavía esperamos de él. Quiero destacar su Crónica y Guía de la Provincia de Guadala­jara, Monasterios y conventos de la Provincia de Guada­lajara, Humanismo mendocino en la Guadalajara del siglo XVI, aparte de toda una serie de traba­jos monográficos sobre Herál­dica, lugares, monumentos y perso­najes que bien vale la pena se conozcan.

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