Hemos entrado en
tiempos -bienvenidos sean- en los que parecen importar las reliquias del
pasado, tan olvidadas por años y por siglos. Los escenarios por los que en la
España interior sucedieron cosas notables, bien como acontecimientos reales
registrados por la Historia, o bien como fruto de la imaginación donados a
perpetuidad por juglares y novelistas, según la época, comienzan a perfilarse
como posibles rutas turísticas, válido complemento a ese despertar del llamado
turismo rural que, poco a poco, parece que se va consolidando como un
presumible soplo de esperanza tan necesario para el sostenimiento de la mayor
parte de nuestros pueblos. En Guadalajara, y en general en toda Castilla, van
surgiendo las llamadas “casas rurales”, preparadas para satisfacer la necesidad
de contacto con la naturaleza del que, por imposición de la vida moderna,
carecen tantos miles de semejantes nuestros condenados a vivir en esos
hormigueros sin horizontes en los que a veces se convierten las grandes ciudades.
Pues bien, una de esas
rutas turísticas en las que los expertos se han puesto a trabajar, ignoro sin
con mucha o con poca fortuna, es en la conocida como “Ruta del Cid”, que
comprende los parajes y lugares de la de la geografía española que conocieron
de las hazañas y de las desdichas del héroe castellano que, un poco la historia
y un mucho la leyenda, han convertido en señera de nuestra mitología
particular.
Don Rodrigo Díaz de
Vivar, el Cid Campeador, fue en su tiempo, y desde luego muchos siglos después,
una rareza de la Historia, más un mito que un héroe -que también lo fue, y de
los de más talla-. La ristra de virtudes humanas que el pueblo le ha venido
atribuyendo a lo largo de casi diez siglos, han hecho de él un ser de ficción,
un personaje de leyenda, hasta el punto de haberse llegado a deshumanizar su
figura por capricho de la imaginación. La literatura nos ha dibujado una imagen
irreal del Campeador, hasta el punto de ponernos a veces en la tesitura de no
saber si elegir la Historia o inclinarse por la Literatura para saber de él. La
mayor parte de la gente que tiene una idea de su figura, la ha adquirido a
través de los textos que se recogen en el famoso “Poema de Mío Cid”, producto
de un juglar, de nombre desconocido para más inri, cuya copia ha llegado por
fortuna hasta nosotros, y figura hoy merecidamente como el principal monumento
de nuestra literatura naciente, si bien prevalece en él, como es fácil
imaginarse, la leyenda al uso, la exaltación al héroe, por encima del rigor
histórico. Con todo ello tiene relación lo que hoy comentamos en este trabajo.
Según el “Poema de Mío
Cid”, don Rodrigo de Vivar atravesó a todo lo largo nuestras sierras del norte
de la provincia, y de su viaje al destierro por aquellos caminos se dan en el
libro datos más que suficientes; se habla de lugares, y se vuelve a insistir en
ellos en el viaje de regreso. El tercer cantar del Poema se titula “La afrenta
de Corpes”, y en él se da cuenta del vil comportamiento de los Infantes de
Carrión, sus propios yernos, apaleando y dejando malheridas a sus mujeres en el
Robledal de Corpes.
Posición A
Tengo
delante de mí bastante documentación acerca de este hecho que da lugar a la
tercera parte del Poema; datos contradictorios que no consigo encajar. La
tradición va por un lado, la toponimia por otro, la literatura por un tercero,
y la historia por otro bien distinto, que como las vacas flacas del relato
bíblico se come a las demás razones, pero siempre dejando en la mente y en la
conciencia la chispa fatal de la duda.
La toponimia y la
tradición oral están a favor de Robledo de Corpes, pueblecito de nuestra
provincia en la sierra de Atienza, como posible escenario donde aquellos
lamentables hechos tuvieron lugar. Hace algunos años, un hombre sensato y muy
en su sano juicio, natural y vecino de Robledo de Corpes, me aseguró que el
apaleamiento de las hijas del Cid por sus maridos tuvo lugar en los declives
fragosos de una dehesa cercana al pueblo a la que llaman la Lanza; añadiendo el
recto informador que unos pastores que andaban por aquellos contornos las
intentaron reanimar dándoles a beber agua fresca tomada de una fuente en sus
propios sombreros.
No hace mucho anduve
por aquel lugar, convertido hoy en saludable merendero, con una fuente, en
efecto, de agua fresca, que han conducido para que mane desde un pequeño muro
de piedra.
Posición B
Una
revista interesantísima, que años atrás publicaba la Diputación de Soria, en su
número 22 dedicó varias páginas al paso del Cid Campeador por tierras de
aquella provincia. En relación con el asunto que nos ocupa -la fuerza de la
tradición vuelve a tener su sitio, con el aval de la lógica en su favor
conocido el itinerario- transcribo lo que en el citado trabajo se dice, y que
presentan con la fotografía de una piedra recordatoria, muy antigua, incrustada
en el muro, a ras de suelo frente al ábside románico de su iglesia en el pueblo
soriano de Castillejo de Robledo: “La
afrenta de Corpes, según una tradición medieval premostratense de la Vid, se
sitúa en el entorno de la ermita de la Virgen del Monte, en Castillejo de
Robledo, con camino de ida y vuelta desde San Esteban de Gormaz, bien por el
Soto de San Esteban, bien por Aldea de San Esteban, Miño de San Esteban y
Valdanzo”.
Como consecuencia de haber leído aquel trabajo busqué la ocasión de visitar el pueblo
soriano de Castillejo de Robledo y, efectivamente, di con la piedra
recordatoria del hecho, y le hice unas fotografías que ofrezco también aquí a los
lectores.
Posición C
Pero
al margen de toda visión literaria ¿Qué es lo que dice la Historia como
documento válido?, ¿Cuál es la opinión de los estudiosos?, ¿Cuál la verdad
limpia como contrapunto a esa visión fantástica que bajo toda sospecha nos
ofrece el Poema?
Hace tiempo cayó en
mis manos un texto interesantísimo en relación con este asunto; una opinión
razonable, un comentario más acorde con la verdad histórica que deseo servir en
transcripción literal con la confianza, cuando menos, de que a nadie le pueda
resultar descabellado. Lo escribió Víctor de la Serna Espina en Carrión de los
Condes, y apareció publicado en “ABC” en mayo de 1953. Éste es el fragmento que
entresaco de aquel añejo artículo y que dice así:
Porque esto es, por lo menos, frontera, lector. Así como Tierra de
Campos es Castilla, esto suena a León. Y si nos llegamos a Carrión, más. Porque
parece que ya se puede afirmar, conforme a la crítica histórica más severa (en
esta materia se habla o de Sánchez Albornoz o de Menéndez Pidal, o de nadie),
que lo de la afrenta Corpes es un “bulo” de los castellanos por piques con los
leoneses. (Que también los castellanos hacemos las nuestras.) Basta con ver en
Carrión de los Condes el sepulcro de uno de los calumniados infantes (hijos o
sobrinos de Per Ansúrez, el poblador de Valladolid) para comprender que aquel
caballero con la mano en el galón del brial era incapaz, como su hermano
tampoco lo era, de cometer la felonía de azotar a unas mujeres desnudas,
indefensas, y además bellas y blancas, que eran sus esposas. Total, que por
leoneses han sido difamados dos caballeros cuyos sepulcros están en el
monasterio de San Zoilo, de Carrión de los Condes, junto al famoso vado donde
se decidió la soberanía de Castilla…”
Hasta aquí, diríamos,
el estado de cuestión. Ahora toca decidirse por una o por otra de las tres
posturas expuestas. Del poder de la literatura en la mente y en el corazón de
los hombres, habla aquella anécdota que me tocó vivir hace algún tiempo, cuando
un acérrimo e incondicional caballero de la Mancha, no solo insistía, sino que
apostaba doble contra sencillo, defendiendo el inútil argumento de que Don
Quijote había nacido en Argamasilla de Alba, y que él en persona había llegado
a conocer y a tratar en aquel pueblo a gentes de la misma familia del famoso
hidalgo; no de un posible personaje en el que se pudo inspirar Cervantes, sino
del mismo Don Quijote en carne y hueso. Esto, como también lo otro, permíteme
amable lector, suena un poco a disparate. La literatura de creación se alimenta
de la fantasía; la historia, cuando se es fiel a ella, es otra cosa, aunque por
desgracia y para mal nuestro, cuenta, contó y contará en todo tiempo con
desaprensivos manipuladores.
(Las fotografías muestran aspectos de Robledo de Corpes (sitio de la Lanza) y de Castillejo de Robledo en la provincia de Soria)
1 comentario:
nspirar Cervantes, sino del mismo Don Quijote en carne y hueso. Esto, como también lo otro, permíteme amable lector, suena un poco a disparate. La literatura de creación se alimenta de la fantasía; la historia, cuando se es fiel a ella, es otra cosa, aunque por desgracia y para mal nuestro, cuenta, contó y contará en todo tiempo con desaprensivos https://symcdata.info/muerte-de-pancho-fierro/
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