No es tarea fácil, a veces demasiado difícil, ponerse delante del folio en blanco con intención de convertir en letra y en palabra legible lo que se tiene escondido en los rincones del pensamiento, y más aún cuando la fuente es lo más parecido a un sequedal por falta de conocimientos. Es éste uno de esos momentos tan poco gratificantes para el que escribe, habida cuenta de que la verdad preconcebida, descubierta por sí mismo o estudiada en los papeles -que siempre conviene llevar como equipaje en los archivos de la memoria- no se corresponde con la realidad de las cosas que se comprobarán después a través de los ojos.
Digo todo esto pensando en el asunto que me ha de ocupar hoy en relación con los lectores del periódico, y que no es otro que el de informar acerca de los monumentos religiosos que hay en el pueblo de Solanillos, de su iglesia sobre todo, que hasta el último viaje tan sólo conocía de haberla visto desde la plaza del pueblo a la que sirve como motivo principal al tenerla de fondo, y de lo muy poco que pude conseguir con relación a ella escrito por estudiosos que nos precedieron, años o siglos atrás.
El aspecto exterior de la iglesia y lo que veremos dentro son un puro contraste. Ni lo uno ni lo otro se ajustan a la realidad de lo que hoy es la iglesia de Santiago en aquel pueblo importante de la Alcarria de Cifuentes. La sólida presencia exterior decepciona un poco cuando se atraviesa el umbral desde la plaza y uno se encuentra con la nave única, no demasiado grande, de una iglesia desnuda de todo motivo ornamental, muy en contradicción, por cierto, de las notas que de ella poseía, sacadas del magnífico trabajo que sobre éste, y sobre otros muchos monumentos de la provincia de Guadalajara, nos dejó a su muerte como legado común don Juan Catalina García, aquel investigador ilustre que cien años atrás dedicó una buena parte de su vida a tan delicado menester.
Entre don Juan Catalina y nosotros hay un punto negro en el tiempo que conviene considerar, pues lo disloca todo: la Guerra Civil, incivil que también se ha dicho, que entre muchos desastres más que trajo para nuestro país en general y para la provincia de Guadalajara en particular, se debe contar con la brutal tragedia de habernos dejado sin una parte más que considerable de nuestro arte religioso, tan maltrecho y expoliado en ocasiones anteriores, desdicha que en la iglesia de Solanillos se palpa setenta años después.
El citado cronista habla en su Catálogo monumental de Guadalajara al referirse a esta iglesia alcarreña “del retablo mayor churrigueresco” y de que “además hay en él las estatuas de San Pedro y de San Pablo, cinco lienzos de muy flojo pincel de autor no conocido, y en la parte de arriba tres no mejores”. Todo eso, además de la imagen de Santiago Apóstol que ocupaba el sitio preferente del retablo, es decir, la hornacina central. Habla así mismo de otros “seis retablos del siglo XVI y principios del siguiente”. Pues bien, nada de eso existe después de la contienda. Los volúmenes de la nave están vacíos, y en pequeñas repisas vemos sobre los muros algunas imágenes posteriores que, mal que bien, fueron adueñándose con el tiempo de la devoción popular de las buenas gentes de Solanillos durante todos estos años.
Me sirvió de guía un hombre del pueblo, don José Cortijo, quien por razones de edad y por sus años de servicio al municipio, incluso desde el puesto de alcalde en otro tiempo, bien puede considerarse una compañía autorizada como para poder cubrir, llegada la ocasión, cualquier servicio extra.
- Supongo que celebrarán como fiesta mayor la de Santiago Apóstol; pues lo veo muy presente en la vida del pueblo, y seguramente que también en su pasado –le pregunto.
- No; aquí celebramos como fiesta mayor la del Santo Cristo, que es en el mes de septiembre. Hace años sí que se celebraba como fiesta mayor la de Santiago, pero hubo que cambiarla a otra fecha porque siempre nos pillaba en plena recolección. El día de Santiago se celebra como titular de la parroquia, pero solo ese día como una fiesta cualquiera.
La imagen del Santo Cristo, cuyas fiestas se celebran con gran pompa en el mes de septiembre, según me acaba de explicar mi acompañante, es una escultura bellísima que guardan y veneran en una capillita lateral que hay por los bajos del coro, al lado de la estupenda pila bautismal de piedra antigua, que para mí es con mucho la pieza más interesante a considerar en la iglesia de Solanillos.
-Las imágenes son nuevas. Aquí no quedó nada. Aparte de la iglesia tenemos en el pueblo dos ermitas, una dedicada a la Virgen de la Soledad y la otra a Santa Bárbara. Si quiere nos podemos acercar a verlas.
Por el camino hacia las ermitas, una en cada extremo del pueblo, tuvimos tiempo suficiente de hablar largo rato del pasado y del presente de Solanillos. Del pasado por cuanto al pueblo como antigua posesión del Común de Atienza, ya en el extremo de sus pertenencias tantos siglos atrás, de donde le viene al pueblo el curioso apelativo de “del Extremo” que tanto llama la atención a quienes desconocen el motivo; y del presente hablamos de las últimas realizaciones en beneficio del vecindario: del polideportivo con piscina, de la plaza de toros, y del hostal rural inaugurado recientemente, hace tan solo unos meses, que ha dado al pueblo cuando menos un respiro de novedad, y esperamos que algo también de vida.
-Ahora, cuando volvamos a la plaza -me dice José Cortijo- podemos pasar a verlo. Es el mejor restaurante y el mejor hotel que hay en toda la comarca. Tiene doce habitaciones y funciona muy bien, con televisión y cuarto de baño en cada una.
-Eso siempre es un buen regalo para los pueblos. Yo creo que el único futuro que tienen es el saber explotar su tranquilidad y la pureza de ambiente que regala el campo. Desde hace algún tiempo se está viendo cierto interés por lo rural de cara al turismo. La gente se va hartando de las playas y de los problemas de masificación que llevan consigo; por eso es una prueba de sentido común que los pueblos, tan saludables y tan tranquilos como éste, sepan aprovechar el paso de la ola. La mayor parte de las casas rurales que hay por la provincia están dando bastante buen resultado.
-Sí, yo creo que algo sí que nos ayudará de ahora en adelante. Cuando esto se vaya conociendo un poco más, la gente no dejará de venir. El restaurante es un éxito.
Pudimos ver de cerca las dos ermitas. La de la Soledad, más antigua y con ábside semicircular de muchos siglos, se atiene al modelo tardorrománico de tantas más como podemos encontrar en cualquiera de nuestras comarcas; y la de Santa Bárbara, más al gusto popular de las ermitas castellanas del siglo XVII, con su tejadillo previo y sus columnas para sostenerlo, está a la entrada del pueblo, junto a la carretera, frente al polideportivo y a los tiernos jardinillos que hay al lado del frontón y de la piscina, que para mí, como ya expliqué en otro de mis viajes todavía recientes, son la verdadera novedad de Solanillos.
Alrededor del pueblo, a un lado y a otro, el paisaje más auténtico del campo de la Alcarria, con sus particularidades, sus asperezas y sus encantos.
(En las fotografías: “Detalle de la plaza de Solanillos con la iglesia de Santiago al fondo e Interior de la ermita de la Soledad)
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