lunes, 8 de octubre de 2012

CANTALOJAS FRENTE A LOS NUEVOS TIEMPOS


   
         Con sonoros toques de campana, tomados del Big-Ben de la ciudad de Londres, el reloj del ayuntamiento anuncia por todo el pueblo, y por sus alrededores hasta más allá del puente de las Lumbreras, que son las once de la mañana. Lunes, primero de octubre del año en curso. La Plaza Mayor está desierta; bueno, desierta no, hay un coche estacionado al lado de la fuente y un perro solitario pasa por la esquina en donde está la puerta de la Secretaría. En muchos pueblos llaman la Secretaría a los despachos del ayuntamiento. No hay nadie sentado a las mesas en la puerta del bar ni bajo la carpa de lona blanca junto al ayuntamiento. Las cuatro banderas del balcón, nuevas, impecables, como acabadas de sacar de la fábrica, penden con sus emblemas y sus colores por encima del Portalejo. Sobre el muro de piedra la placa transparente con la que el pueblo agradeció en su día el rodaje de la película Flores de otro mundo: “En agradecimiento a Iciar Bollaín por la película Flores de otro mundo. Cantalojas 3 de mayo de 2001” se lee escrito sobre el cristal. Suena el claxon de un furgón de venta ambulante que viene hacia la plaza. De un lado al otro de la Calle Mayor todavía se conservan las tiras de banderas con las que se adornó el pueblo en las pasadas fiestas de San Julián y que han conseguido soportar las lluvias de los últimos días. San Julián Hospitalario es el patrón del pueblo y el titular de la parroquia, un santo francés de la Edad Media cuya biografía a modo de leyenda escribió Gustave Floubert.
            No es éste, y muy poco se le parece, aquel otro Cantalojas de los sufridos agricultores y del pastoreo en el que pasé, regentando su escuela de niños, algunos de los años más felices de mi juventud. Ha cambiado todo, y ha cambiado mucho para bien o para mal, según el ángulo desde donde se mire. Para bien, porque Cantalojas es hoy un pueblo privilegiado, cómodo, ideal en donde pasar, en contacto con la naturaleza, unos cuantos meses del año en un ambiente saludable; para mal, al menos para mí, porque su población se ha visto reducida a una quinta parte de lo que antes fue, y apenas cuenta con algo más de una docena de niños, cuando a principio de los años ochenta llegó a superar la redonda cifra del centenar entre sus dos escuelas. No obstante, y procurando ser lo más objetivo que uno puede ser, debo manifestar que como pueblo en donde vivir, podemos contar a Cantalojas entre los diez o los quince pueblos más recomendables de la provincia de Guadalajara, incluso a pesar del sambenito que alguien le colgó en algún conocido medio de información, de ser el pueblo más frío de España, afirmación que considero exagerada y en todo caso difícil de demostrar.

Un pueblo diferente     
            Durante los últimos treinta años, impulsado tal vez por su indudable belleza montaraz, porque los medios de transporte particulares se han prodigado de forma increíble en todos los niveles sociales, o porque el turismo interior va tomando poco a poco la importancia que le corresponde, se ha popularizado a niveles extraprovinciales un paraje muy concreto de su término municipal: el Hayedo de Tejera Negra, fragmento predilecto de la Sierra Norte, al que ya se le exaltó durante el Medievo en la pluma de un rey de Castilla, Alfonso XI, en el Libro de la Montería, y que pasados más de nueve siglos sin contar con él, perdido entres sus cuatro montañas, ha vuelto a recuperar aquella importancia primitiva, y aun mayor, no por la caza de osos que habitaron en él, sino por la belleza del paisaje serrano, enriquecido con las variantes tonalidades del color de las hayas en estas primeras semanas del otoño. Los visitantes del hayedo -el más meridional de Europa, junto al de Montejo de la Sierra en la provincia de Madrid, dentro de la misma masa forestal- se cuentan por millares, y en número creciente cada temporada.

            Todos nuestros pueblos han cambiado su aspecto, puedo dar fe con suficiente conocimiento de causa. Las grandes aglomeraciones y el estrés que inevitablemente  lleva consigo la vida en la ciudad, trae como consecuencia el regreso a los pueblos, no como lugar de trabajo ni como residencia permanente, sino de esparcimiento y de descanso. A esa realidad, común a la mayor parte de nuestro medio rural, Cantalojas une el reclamo de el Hayedo a lo largo de casi todo el año, pero de manera especial en estas fechas, circunstancia que ha ido aumentando durante los últimos veinte años de forma progresiva e importante, favorecida por la instalación de establecimientos de acogida y de servicio de los que hasta entonces carecía, y ahora abiertos al público durante todo el año, entre los que se deben contar dos casas rurales debidamente acondicionadas: “Castillo de Diempures” en la Plaza Mayor, nueva, moderna y espaciosa, y “Valdicimbrio” en la calle Sol Baja, recóndita y de singular tipismo; un hostal restaurante, “El Hayedo”, ejemplar entre los de su especie, con estupendos salones, servicios de bar, WIFI, y una esmerada atención a su clientela; otro bar junto a la Plaza en la Calle Mayor; una tienda muy al día con productos de primera necesidad, objetos de regalo y alquiler de apartamentos de temporada; una residencia de ancianos, panadería, y en fin, todo lo imprescindible para hacer frente a la vida de manera muy distinta a como lo fue antes.
            El turismo puede y debe ser una salida para que varios de estos pueblos puedan soportar el acusado tirón a los que le someten las nuevas maneras de vivir; y los trabajos del campo, especialmente la ganadería, encuentren, como así se está haciendo, el debido acoplamiento a los nuevos sistemas, con maquinaria e instalaciones adecuadas.
            Durante los meses de invierno el número de habitantes en Cantalojas tal vez no llegue a completar el centenar, cantidad que se duplica en los fines de semana y se llega a multiplicar por cuatro, o tal vez más, durante los meses de verano. La afluencia de turistas amantes de la naturaleza, aunque en cantidades exiguas no cesa, incluso durante los meses de invierno; fenómeno que se advierte ir en aumento de año en año, a pesar de la comprometida situación socioeconómica que estamos atravesando, francamente grave, y que afecta a unos más que a otros en todos los sectores del país.

Su famosa feria de ganado
            El próximo día 12 se celebrará en Cantalojas su tradicional feria de ganado, una de las más antiguas y de las más conocidas en todas estas provincias castellanas de la región Centro, que después de haber desaparecido durante las dos últimas décadas del siglo XX, volvió a renacer años después con un notable aumento en su popularidad. La que antes había sido una feria de compraventa de ganado, ha pasado a ser una a manera de exposición de los mejores ejemplares de ovino y vacuno casi de manera exclusiva, pertenecientes a las cabañas de algunos ganaderos locales y de los pueblos limítrofes, con premios de la Diputación Provincial a los propietarios de las mejores reses. Se trata de una jornada eminentemente festiva, con abundancia de puestos de feria en los que se vende de todo, especialmente de productos derivados del campo y del costumbrismo rural de toda la comarca serrana de ambas Castillas, y en la que el número de asistentes se suele contar por varios centenares y los vehículos ocupan todas las calles y los alrededores del pueblo. Este año, también por gentileza de la Institución Provincial, los asistentes se encontrarán con la sorpresa de una carretera nueva de llegada al pueblo, ancha, perfecta, como nunca se llegó a soñar. 


            Los campos del entorno se encuentran secos a consecuencia de la obstinada sequía que desde hace meses vino sufriendo la comarca. La falta de lluvia, y siempre a la espera de que el tiempo atmosférico se corrija en breve, nos va a privar un año más de las deliciosas setas de cardo, de los boletus, y de los níscalos (méculas les dicen en estos pueblos) que en temporadas precedentes se dieron en abundancia. Los coches particulares y los autobuses de los excursionistas al Hayedo durante estas fechas, son un chorreo continuo, procedentes de toda Guadalajara y del resto de las provincias de nuestra comunidad autónoma.
            Primeros días del mes de octubre. La fuerza del sol ha pedido aquella intensidad de uno de los veranos más calurosos de los último treinta o cuarenta años. Pudiera ser éste, amigo lector, el momento oportuno para conocer uno de los mejores pueblos de la Transierra castellana, si es que todavía no lo conoces, en donde la gente vive en paz, la naturaleza sigue siendo una provocación a pesar de los pesares, y el medio natural se nos ofrece gratuito, fantástico, al que tan sólo se le da su verdadero valor cuando se vive lejos de él.                    

1 comentario:

Anónimo dijo...

también cuenta con todos los Viernes con un gran carnicero, que es mi padre, jejeje. Que va con un fabuloso camión- mostrador de la mejor carne y embutido. Además hoy fiesta también está allí.

precioso pueblo.