Que uno se sienta entusiasta del
autor de “El Quijote” es una razón de justicia fácilmente comprensible. Nadie
hasta el momento, ni antes ni después, ha dado tanta categoría nuestro idioma
como él le dio, y muy pocos han viajado por los caminos de la literatura con la
profundidad y con el señorío que él lo hizo. Cervantes, amigo lector, es uno de
esos personajes que aparecen de forma casual en las páginas del tiempo, en un
lugar determinado y en unas circunstancias muy especiales, y que después
vuelven a desaparecer dejando a sus semejantes una huella contra la que no
puede el pasar de los siglos, a no ser para reavivar su esplendor, para poner
más de manifiesto en el juego de las generaciones su condición de divo.
Muy poco, pero es posible que algo
sí, toque para la azarosa biografía de Cervantes como escenario estas tierras
de Guadalajara. Consta que las conoció medianamente bien, que fue amigo
personal de uno de los ilustres de su siglo, el poeta Luis Gálvez de Montalvo,
cuya obra ensalza en “El Quijote”; que sirvió en Lepanto a las órdenes de un
capitán de Guadalajara, don Diego de Urbina, en la galera Marquesa, y que muy
probablemente anduvo por aquí siendo niño debido al oficio de su padre don
Rodrigo de Cervantes, el zurujano (entre médico y curandero) quien recorrió
varias ciudades de España, entre ellas Guadalajara, ejerciendo su quehacer
oficial, como así consta en todas sus biografías.
Pues bien, poco a poco, y sin base
alguna de apoyatura dotada de rigor, de hace tiempo a hoy viene cundiendo la
idea de que don Miguel de Cervantes, el alcalaíno autor de la más celebrada
pieza de nuestra Literatura Castellana, no fue natural de la vecina ciudad del
Henares, ni hijo del zurujano don Rodrigo de Cervantes ni nada que se le
parezca, en contraposición de lo bien documentado de tantos testimonios de su
tiempo, tales como el de su propia partida de bautismo, a la que más adelante
nos tendremos que referir, o al acta de su liberación como cautivo de Argel, a
la que pertenece la siguiente transcripción: «El 19 de Septiembre de 1580 se rescató a Miguel de Cervantes, natural
de Alcalá, de edad de 31 años, hijo de don Rodrigo Cervantes y de doña Leonor de Cortinas, vecino e la
villa de Madrid, mediano de cuerpo, bien barbado, estropeado del brazo y mano
izquierda.» Creo que existen varios documentos más en los que apoyarse, y
que, dada la evidencia de su origen, ni siquiera vale la pena hurgar en, pues
antes muchos otros lo hicieron para llegar a la definida y única verdad acerca
de su origen.
No obstante, la pequeña bola de
nieve sigue rodando. Al principio fue sólo un decir, a la vista de una partida
de bautismo correspondiente a otro Miguel de Cervantes, hijo de Blas Cervantes
Sabedra y de Catalina López, encontrada en la iglesia de Santa María la Mayor
de Alcazar de San Juan. Luego -aunque no tomase parte en el pleito dialéctico
con opinión personal alguna-, Azorín dejo en boca de los miguelistas de El
Toboso, frases como ésta: «¡Pero no será lo que dicen los Académicos, señor
Azorín! ¡No lo será! Miguel era de Alcazar, aunque diga lo contrario todo el
mundo. Blas también era de allí y el abuelo era de El Toboso.» Expresión
rotunda y terminante, pero vacía en absoluto de razón y de argumento sobre el
que apoyarse. Son ahora los autores de algunos libros de texto los que omiten
el lugar de nacimiento de Cervantes, temerosos, creo yo, de que en tierras de
la Mancha se puedan tomar represalias y lo acuse la venta de su producto, al
tomar partido en una controversia carente de toda razón de ser, lo que va en
perjuicio de la correcta formación de los estudiantes. La Mancha toda, a la que
por vocación y por naturaleza me siento vinculado, debe mostrarse satisfecha
más que nada con la obra del autor, y por su repercusión universal en favor de
aquella tierra incomparable, como aquí lo procuramos, salvando las distancias,
con la obra viajera de C.J.Cela; pero de ahí, a regatear algo tan sagrado como
la naturaleza de Cervantes, hay una distancia, un trecho que cuando sobre él se
hurga, se comete un acto de desconsideración, de ingratitud con la persona
hacia la que todos los que hablamos su idioma, todavía más las gentes de la
Mancha, deberíamos sentirnos en deuda.
Tengo sobre la mesa de mi escritorio
la fotografía de ambas partidas de bautismo: la de Alcalá (Parroquia de santa
María), y la de Alcazar de San Juan, documento que me ha sido de utilidad
máxima para disipar cualquier duda en lo que pudiera referirse al lugar de
nacimiento de Miguel de Cervantes.
En la partida alcalaína de la
iglesia de Santa María, dice lo siguiente: «Domingo
nueve días del mes de octubre año del Señor de 1547, año que fue bautizado
Miguel, hijo de Rodrigo de Cervantes y su mujer doña Leonor, fueron sus
padrinos Juan Pardo, bautizole el reverendo señor bachiller Serrano, cura de
Nuestra Señora siendo Baltasar Vázquez sacristán y yo que le bauticé y firmé de
mi nombre el bachiller Serrano.» Aseguran algunos de sus biógrafos que el suyo
fue un bautizo sin fiesta ni derroche, un bautismo de niño pobre.
La partida de Alcazar de San Juan,
se conserva en el archivo parroquial de la iglesia de Santa María la Mayor en aquella ciudad manchega. Dice, con
letra algo más clara que la anterior, lo siguiente: «En nueve días del mes de noviembre de mil quinientos cincuenta y ocho,
bautizó el licenciado señor Alonso Díaz Pajares un hijo de blas Cervantes
Sabedra y de Catalina López, que le puso nombre Miguel. Fue su padrino de pila
Sánchez de Ortega acompañando Julián de Quirós y Francisco Almendros y las
mujeres de dichos.» Al margen del acta lleva una anotación, manuscrita con
otro tipo de letra, en la que se lee:
«Este fue el autor de la Historia de Dn. Quixote.» Un añadido tal vez de
otra época, escrito por mano diferente.
Teniendo delante de los ojos las
fotografías correspondientes a las dos actas de bautismo, enseguida se
llega al conclusión de que el Miguel de
Cervantes nacido en Alcalá de Henares y el de su homónimo de la ciudad manchega
son personas diferentes, y que el autor de “El Quijote” es el primero de ellos,
el que la ciudad de Alcalá Viene honrando desde hace más de cuatro siglos como
su hijo preclaro; y el Miguel de Cervantes de Alcazar de San Juan no pasa de
ser una pura coincidencia, como posiblemente habrían podido aparecer varios más
con el mismo nombre y apellido en otros lugares de España. Si comprobamos las
fechas de nacimiento de ambos, el Cervantes de Alcalá contaba con 24 años
recién cumplidos en 1571, fecha de la batalla de Lepanto, en la que participó y
perdió uno de sus brazos. El de Alcazar de San Juan, según su propia acta de
bautismo que tantos manchegos dan por buena, tenía 13 todavía sin cumplir en
tan memorable fecha para la Historia; edad impropia como para tomar parte como
soldado en los ejércitos de Felipe II, rey de las Españas.
Como ampliación a ese cúmulo de
datos relacionados con el nacimiento de Cervantes, baste decir que la casa de
la calle de Imagen número 2, en la que vino al mundo el 29 de abril de 1527,
según el calendario antiguo, fue localizada en el año 1941 por el reconocido
cervantista conquense don Luis Astrana Marín, y destruida después por orden de
la Diputación Provincial de Madrid. En el mismo solar se ha edificado otra que
pretende guardar el mismo estilo. De la vivienda original sólo se conserva el
pozo.
(En las fotografías: Fachada de la Casa de Cervantes en Alcalá de Henares; litografía de Miguel de Cervantes; Monumento al "Quijote" en Alcazar de San Juan.
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