De los artistas vivos -refiriéndome al
arte de la Pintura, naturalmente-, y casi, casi, de los pintores de todos los
tiempos, me atrevería a decir que el madrileño Rafael Pedrós, es el que cuenta
con el mayor número de cuados repartidos por toda la provincia de Guadalajara.
Los nuevos retablos de casi el cien por cien de las iglesias, que durante las
últimas décadas han renovado o restaurado sus antiguos monumentos en madera y
óleo, que preside los impresionantes presbiterios de tantas de ellas, son obra
de Pedrós; aparte, claro está de los muchos más que existen en otras provincias
de España, y aun del extranjero. Sin contar con sus pinturas de ambiente no
religioso. De esto hablamos hoy.
Momentos
antes de ponerme a este trabajo, dedicado a él y a su obra un poco de manera
sucinta, hemos mantenido una amigable conversación telefónica. Hacía tiempo que
no lo veía, ni tenía noticias suyas desde las pasadas fiestas de Navidad que,
como en él es costumbre, casi todos los años se me adelanta con la acostumbrada
e ilustrada felicitación. La última vez que estuvo en casa lo encontré un poco
desmejorado, aunque suponía que con los atentos cuidados de Pilar, su esposa,
haya podido hacer frente a los achaques
que la edad -Rafael ya ha pasado el umbral de los ochenta-nos viene a recordar
que no somos eternos, aunque él sí que lo será en el perpetuo legado de su
obra. Lo he encontrado bien, por cuanto a su voz, por cuanto a la vista es otra
cosa, según me ha dicho, hasta el punto de no poder conducir el coche, lo que
le priva de venir al pueblo, como en ellos era costumbre, muchos de los fines
de semana. Buena parte del verano lo han pasado en el pueblo, eso sí, con su
hija Marina como conductora y compañera de viaje.
Rafael Pedrós es pintor, un
excelente pintor nacido en Madrid, quien desde la década de los años setenta se
afincó en el pueblo alcarreño de Yálamos de Abajo, ribera del río San Andrés,
donde a temporadas comparte estancia con la Capital de España. Por su carácter,
y porque se siente feliz entre nosotros, a Rafael Pedrós podemos considerarlo
como un producto de nuestra tierra, en la que, por otra parte, ya ha dejado
para la posteridad una buena muestra de su obra distribuida en diferentes
iglesias, ermitas y oratorios, repartidos por toda la provincia, además de en
colecciones particulares como se puede ver en algunas de las fotografías que
dan categoría y prestigio a este trabajo.
Datos acerca de su personalidad y de
su obra los encontramos en diversos medios, tanto escritos como gráficos,
además de la Red, de la que digamos no es demasiado entusiasta, pero que está
llena de referencias a su persona, como corresponde a uno de los artistas más
distinguidos del último medio siglo. Pedrós figura en muchas publicaciones sobre arte y sobre artistas de nuestro tiempo, en
los Diccionarios de Madrid y de Guadalajara, con referencias y comentarios al
hombre y al artista, en tanto que su obra, variadísima por cuanto a temática se
refiere, ha encontrado digno acomodo en museos y en colecciones no sólo de
España, sino de otros muchos países del mundo, dígase en Francia, Méjico,
Japón, Siria o Estados Unidos, entre otros más, a los que llegó en diferentes
momentos y por distintas causas el regalo
de su arte.
No conozco toda su obra; pues los
creadores tan fecundos como él lo ha sido,
llevan consigo ese inconveniente a la hora de juzgar con total precisión
el valor de su trabajo. No obstante, me atrevería a decir que mucho de lo mejor
que ha hecho, de lo más inspirado y de lo más ortodoxo que salió de su paleta
por cuanto a técnica y perfección, se encuentra en nuestro país, y de un modo
muy particular en Guadalajara y su provincia, de lo que podría servirnos como
muestra admirable su famoso “Cristo de la Miel”, en el que se recoge no sólo la
escena del Gólgota según los Evangelios, sino por añadidura un algo de la
Historia Provincial, con varios de los personajes más importantes que ha dado
esta tierra a través de los siglos, representando a aquellos del primer Viernes
Santo en Jerusalén, con del campo de Guadalajara como fondo, en una recreación
oportuna donde figuran los más destacados detalles paisajísticos que le dan
carácter.
Una inspirada alegoría a la familia
de los Mendoza cuenta así mismo entre sus mejores trabajos, tema de carácter
histórico-social tan ligado a nuestro pasado, con referencia a la más
importante de las familias que pasaron por aquí a lo largo de todos los
tiempos, que tendrá su culmen en la recientemente aparecida “Baraja Mendocina”,
todo un alarde que en música se podría llamar divertimento, y en pintura
sencillamente genialidad, exclusiva de los grandes maestros; y Rafael Pedrós es
uno de ellos.
Durante sus estancias en Yélamos
nuestro pintor se dedicó a disfrutar de la vida como él sabe hacerlo: pintando,
gozando de la naturaleza, tocando el armonium que guarda en la quietud de su
estudio, donde si no recuerdo mal, aparecen toda clase de piezas recogidas y
clocadas convenientemente por él a modo de museo. Allí podemos ver varios
instrumentos de cuerda, estatuillas de diferentes tamaños y estilos, libros
antiguos, pequeños arcones, cuadros de su propia producción e infinidad de
objetos, a la vista de los cuales nos resulta fácil adivinar no sólo su
exquisita personalidad, sino también los caminos por los que le ha gustado
transitar a lo largo de su vida.
Dentro de la diversidad de motivos
que integran la extensa obra de Pedrós, destacan en número los de carácter
religioso, sobre todo tomando parte de la estructura final de importantes
retablos de iglesias repartidas por pueblos y ciudades de España, entre los que
es justo destacar como modelo por su grandiosidad el de la iglesia de Santa
María Magdalena de Mondéjar, construido sobre madera policromada en los
talleres Artemartínez de Horche, donde aparecen catorce lienzos de nuestro
pintor sobre escenas de la Vida, Muerte y Pasión de Cristo, admirable monumento
que por sí mismo vale la pena ser conocido. Lo demás de la obra de Pedrós se
reparte entre los diferentes géneros relacionados con el Bello Arte: paisajes,
bodegones, estampas urbanas, alegorías, retratos, de los que sirvo como muestra
algunos ejemplos.
Una vida dedicada a la pintura casi
al cien por cien. Me ha hablado de hasta mil retratos, o tal vez más, de
personalidades que ha pintado a lo largo de su vida, y no menos de setenta
retablos para iglesias. De su biografía podemos sacar ciertos datos de juventud
en los que se habla de su formación en la Escuela Superior de Artes y Oficios
de Madrid, del Casón del Buen Retiro, de los museos de Arte Moderno y del
Prado, donde pintó y se formó durante diez años como copista, de la italiana
Escuela de Siena, en donde se versó en la pintura del Renacimiento, y en fin,
lo que unido a su vocación y amor al trabajo, hacen de él un personaje de los
que ha de quedar para la posteridad firme memoria. Más en esta Guadalajara en
la que él siente como suya y Guadalajara -no dada a mostrarse excesivamente
abierta en reconocimientos- también se honra con él.
1 comentario:
Se merece este recuerdo, el gran pintor, amigo y generoso alcarreño Pedrós
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