martes, 10 de agosto de 2010

DE PASO POR MIEDES DE ATIENZA



Otro día mañana pienssan de cavalgar;
es día a de plazo, sepades que non más.
A la sierra de Miedes ellos ivan posar,
de diestro Atiença, las torres que moros las han.
(Cantar de Mio Cid)

Aquello de quien tuvo retuvo y guardo para la vejez se cumple meticulosamente en esta villa de Miedes. Ajusta si miramos atrás en las páginas de la Historia y de la Literatura, que nos llevan, unidos a la villa de Miedes, hasta la entraña misma de la Edad Media; si bien considerando al pueblo en la actualidad, tanto en su urbanismo como en el estado de conservación de la mayor parte de las viviendas que vemos en sus calles y plazas, diríamos que se trata de un pueblo joven, impecable, con una nota característica además que no todos poseen, y es la de la elegancia y el señorío que se desprende de la piedra rojiza en algunos de los palacetes que se alinean en sus calles, subiendo hasta los límites de lo sublime la sorprendente estampa de la Plaza Mayor, con sus esquinas de piedra labrada, su farola capitalina en mitad y sus escudos en altorrelieve que dan fe de todo lo dicho. Los escudos son los de la familia Beladíez, una de las sagas más ilustres que pasaron por aquí y que participaron de manera eficiente en la buena imagen que, al cabo de los siglos, conserva este pueblo de la Alta Serranía.
Desde Atienza se llega hasta Miedes tomando un ramal de carretera que parte de Tordelloso y pasa por Alpedroches. También se puede ir tomando otro desvío que aparece poco más adelante y pasa por Ujados y por Hijes, en un estado infernal, por cierto, en el último tramo. Quienes opten por este camino pasarán justo al pie de la serrezuela árida por la que anduvo el Cid camino del destierro, en cuyos bajos se produce el cereal a pesar de las bajas temperaturas de aquella sierra en sus largos inviernos.

La mañana amaneció despejada. Estamos en verano. Hasta la plaza de Miedes llega una brisa fresquita que sube a lo largo del valle. Sobre los altos peñascosos de poniente merodea una bandada de buitres en busca de alimento. Los tiempos modernos se han convertido en la época más dura de su existir para las aves rapaces. En los estercoleros de los pueblos no se tiran despojos, ni hay restos de animales muertos en las barranqueras. Ocupan su lugar electrodomésticos de desecho y otros cachivaches que en ningún caso podrían servir de alimento a los animales de presa.
Me he encontrado con parejas de veraneantes y grupitos de personas paseando por el arcén de la carretera. En las calles del pueblo se ven señoras que cuelgan al sol la colada en los balcones, y miran y cometan al paso del recién llegado.
- Buenos días tengan ustedes.
- Y buenos que están; sí señor. Aquí da gusto vivir.
Tienen razón las señoras de Miedes; pero cuando pasa el verano todos huimos a la ciudad como alma que lleva el diablo, y los pueblos vuelven a quedarse solos.
La fuente del XVIII, redonda, inmensa, arroja por los cuatro caños sobre el pilón unos chorros que nadie aprovecha. Uno de los caños conserva el canalillo de madera que en tiempos no tan lejanos sirvió para alcanzar el agua hasta los cántaros. El agua ha sido elemento fundamental no sólo en la vida de Miedes, sino también en la de sus pueblos vecinos: Ujados, Hijes y Bañuelos, reconocidos en la comarca por la abundancia y la excelente calidad de las verduras y de las frutas de sus huertas, que los lugareños suelen cuidar como auténticos expertos.
En el reloj del Ayuntamiento acaban de sonar las campanadas de las once. Con los modernos sistemas por medios electrónicos, los relojes municipales de los pueblos dan las campanadas con acento inglés, con el mismo sonido del famoso carillón de la Torre de Londres. Oír para creer.
La Barliguera es la más larga de las calles de Miedes. Hace esquina en la Plaza Mayor con la casa de los Beladíez, al decir de los dos escudos que luce sobre la fachada, y sigue recta hasta llegar al campo. La Calle Real coincide con la carretera y cruza a todo lo largo por la plazuela en donde está la fuente. La Calle de la Iglesia hace ángulo en la esquina del Ayuntamiento y sube hasta la iglesia de Nuestra Señora de la Natividad. El pórtico de la iglesia, a modo de jardín, se adorna con árboles y flores, y en medio hay una columna de piedra que sirve de sostén a una placa-homenaje, donde se recuerda que en Miedes de Atienza nació en 1837 don Eladio Mozas Santamera, fundador del Instituto de Josefinas de la Santísima Trinidad, muerto en olor de santidad y cuyo proceso de beatificación se encuentra, al parecer, bastante adelantado.
Dentro de la iglesia pueden verse al pie del altar las lápidas mortuorias de los Beladíez y de los Somolinos con sus correspondientes escudos de armas, la primera de ellas fechada en 1774, y la segunda en 1601. En la capilla de la Concepción está enterrado un miembro de los Recacha, otra más de las familias distinguidas en el pasado de esta villa serrana.

La antigua villa ha sufrido de manera impía el azote de la despoblación durante los últimos cuarenta años. Su número de habitantes es exiguo. No obstante, intenta sobrevivir haciendo frente a las circunstancias. La agricultura, y en menor escala la ganadería, continúan siendo su principal fuente de riqueza. La población ha envejecido, como en todo el medio rural, pero la maquinaria de la labor y el buen orden procuran sustituir a la falta de manos jóvenes para el trabajo.
En Miedes veneran como patrón a San Antonio de Padua, y rezan como patrona a la Virgen del Puente. El primer domingo del mes de mayo tiene lugar la tradicional romería de Nuestra Señora del Puente, donde, aparte de la función religiosa, se come, se bebe, se baila, y la gente se divierte. El gasto en vino que se consume durante la romería -pienso que seguirá siendo válida la costumbre- corre por cuenta del Ayuntamiento; detalle bastante al uso no sólo en éste, sino en algunos pueblos más de aquellas sierras.
Desde la Plaza Mayor se contempla con diafanidad en la media mañana el morro que dicen del Castillo, donde se alza la cruz de bendecir los campos y los restos de un viejo palomar a manera de torre, otros signos más de esta hermosa villa que, cuando menos, merece una visita como complemento a las muchas que a lo largo del año se hacen a la realenga Atienza que tiene por vecina.


(En la fotgerafía: "Detalle de la plaza de Miedes")

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