domingo, 21 de marzo de 2010

NUESTROS RÍOS: EL TAJUÑA ( I )



He consultado dos documentos muy antiguos en un intento de conocer las particularidades del río Tajuña, y de las tierras por las que corre su caudal, tomando como referencia un espacio de casi dos siglos, y me encuentro curiosamente con que ambos emplean las mismas palabras al describirlo y al contar al lector los detalles de su ribera y de los lugares por donde pasa. Todo es lo mismo, absolutamente igual, hasta los errores de uno y otro se repiten. Sin duda aquello del plagio se ve que no es vicio moderno, existe desde que el hombre aprendió a expresarse y a crear, a veces de manera sangrante, como en estos autores del XIX que copiaron uno de otro y publicaron con su nombre cada cual por su cuenta. Bien es verdad que en aquel tiempo no contaban con los medios que hoy tenemos para viajar, para movernos de un lugar a otro a fin de cotejar sobre el terreno éste o aquel accidente geográfico, y aun así, la duda persiste como en el caso concreto del lugar exacto en el que nace el Tajuña, es la imprecisión la que marca la pauta, y más ahora, cuando muchos de los arroyos han ido desapareciendo tras varias décadas de sequía y sólo los manantiales más importantes se están haciendo notar.
Debo decir que he encontrado al Tajuña como arroyo en el pueblo de Anguita, y tal vez, aunque más impreciso, en las afueras de Luzón. Más lejos, entre Maranchón y Mazarete, se anuncia en determinados sitios junto a la carretera sin que se deje ver regato alguno, como mucho un rastro de piedrecitas rodadas en un determinado vallejo que nos lleva a pensar, efectivamente, que en otros tiempos debieron de pasar por allí algunas corrientes de agua, por lo menos en épocas de lluvia intensa. En todo caso habremos de admitir que, aunque no en un punto determinado como ocurre con otros ríos, el Henares o el Cifuentes, por ejemplo, que el nacimiento del Tajuña está por allí, por las serrezuelas de páramo que preludian la comarca molinesa.
Hemos dicho Anguita, por tomar a nuestro río con un flujo de agua si no considerable, sí continuo. Anguita es mucho Anguita para tratarlo como lo vamos a tratar aquí, tan sólo de pasada, con la prisa de las corrientes, que entran y salen en un decir amén. Desde Rodrigo el de Vivar hasta Guillermo de Vargas van más de ocho siglos, y Anguita fue antes y lo ha seguido siendo después hasta nosotros, y lo será por los siglos infinitos. ¿Pero por qué sale aquí a relucir el casco metálico con brillos literarios del Campeador? Es muy sencillo. En Anguita se guarda a perpetuidad el recuerdo de su paso por las famosas Cuevas, que vigilan desde la verticalidad de las peñas en su contorno el paso del río, niño aún. ¿Y ese Guillermo de Vargas, con nombre, y apellido sobre todo de gitano rico, quién es? No es tan sencillo, pero yo te lo contaré. Se trata del primer presidente que tuvo la Diputación provincial de Guadalajara, nombrado de entre los compromisarios de las distintas comarcas que forman la provincia. Era el día 25 de abril de 1813, apenas acabada la guerra contra los franceses, y frescos aún los acuerdos tomados en las Cortes de Cádiz que dieron a luz a las Diputaciones, más o menos con las mismas funciones de representación municipal que han tenido hasta ahora.
Pero, dejando al margen lo demás, Anguita es pueblo de estampa distinguida, con edificios de noble presencia y una vega generosa que a lo largo de la vida dio al pueblo de todo, de todo lo que se necesita para vivir como pago al esfuerzo de sus campesinos: cereales diversos, frutas y hortalizas, legumbres que jamás le debieron faltar, y truchas y barbos en el río aunque ahora nos parezca una historia distinta. Otros en cambio, familias enteras, se dedicaron en sus talleres caseros a la fabricación de telas y de lienzos que, seguramente, en algunas de las casas de Anguita todavía conservan.
Mas habremos de continuar campo abajo siguiendo el curso de las aguas, el cauce del Tajuña que muy pronto comenzará a hacerse alcarreño de hecho y de derecho, el más alcarreño de todos los ríos de Guadalajara. Villaverde del Ducado a la derecha, Iniéstola a la izquierda más allá de los pinares, y luego Luzaga. El Tajuña deja a Luzaga a mano izquierda de su cauce, aunque baña sus muros, riega sus huertas, y es causa primera de una gran parte de sus encantos, de los paisajísticos sobre todo, y Luzaga es un pueblo de parajes impactantes
Además de sus vegas, guardo de Luzaga el recuerdo de su Plaza Mayor, cómoda, extensa, dibujada en rectángulo con dos filas de árboles corpulentos, una portada en arco antiquísimo que durante el verano quiero recordar que sirve de paso a un bar de temporada, y, sobre todo, la figura de uno de sus hijos más célebres, el famoso Juan Ballesteros, el Tío Tirador para sus paisanos, que sin que haya en el mundo otro semejante, queda en la memoria como el hombre con mejor puntería que registró la Historia. De él se cuentan hechos increíbles, tales como el haber traspasado de parte a parte, a tiro de fusil, el cántaro de agua que llevaba su madre sobre la cabeza a una distancia de doscientos metros; o el haber ganado casi por sí sólo cuando las Guerras Carlistas la batalla del Puente de Alcolea, en Córdoba. Sus compañeros de trinchera aseguraron que no tenían otra misión que la de ir cargándole el fusil para que él, con su puntería prodigiosa, fuese despachando a un adversario en cada disparo sin fallar un solo tiro. Algunos de entre sus paisanos me lo dijeron así, y yo así lo cuento.
Dejamos atrás la villa de Luzaga. La tranquilidad de los campos de pinar se convierten en roquedales tremendos a nuestro paso siguiendo el cauce del arroyo por el camino de Cortes. El Tajuña baja escondido entre choperas hasta el mismo pueblo. Hay aves rapaces merodeando en la altura por encima de la vega. En los cuarteles arden, arrojando un humo espeso y pastoso, las matas secas hechas un montón por el hortelano. El pueblo, Cortes de Tajuña, nos saldrá al instante escalonado sobre un rellano a mano derecha, rodeado de cerros cárdenos a manera de anfiteatro. El cerro de las Eras, la Cerrezuela, la Peña Rubia y la del Tolmo, son los accidente principales que rodean al pueblo. Las tierras de La Cofradía caen algo más allá, al otro lado de las casas. Por la Peña del Tolmo se recortan las tres cruces de piedra de un calvario. La Calle Mayor comienza en cuesta y cruza al pueblo por mitad. En la Calle Mayor, precedida de una verja de hierro y de una barbacana a modo de pretil al final de la cuesta, queda a mano derecha otra buena muestra del románico alcarreño en el edificio de su iglesia de la Inmaculada, Más allá un palacete del XIX sólido, simétrico y de buena piedra. Si alguna vez pasas por Cortes en su fiesta de San Roque, seguro que te obsequiarán con “la caridad”, un tentempié que consiste en un cantero de pan, un trocho de chorizo y el vino necesario para suavizar el ágape.
Mientras tanto el Tajuña sigue su curso por la Cuesta de los Ríos hermoseando las tierras por donde pasa, dibujando paisajes admirables hasta la etapa próxima que será Abánades. La Alcarria más saludable y pintoresca, con un indudable sabor a serranía, pudiera ser ésta. Es el pinar, las hondonadas, las laderas infecundas, los pueblos como complemento a lo natural, los que componen aquella magnífica exposición de cuadros diversos. Abánades es un pueblo hermoso. Lo encontraremos en el fondo de un valle repleto de vegetación, con sus viviendas blancas y escalonadas. Viajar alguna vez hasta Abánades jamás será tiempo perdido. Para mí son tres los principales encantos de Abánades entre algunos más: la abundancia de agua que brota de sus fuentes, la arcada románica en el pórtico de su iglesia, y la estampa limpia y atrayente de un paisaje que lo abarca todo. Son sensaciones las que se sienten allí muy difíciles de explicar con palabras, conviene molestarse y pasar alguna vez por el pueblo para gozar de aquel capricho, al ser posible en primavera. Mientras tanto el Tajuña, joven aún, continúa abriéndose camino por mitad de parajes insólitos.

(En la fotografía, puente sobre el Tajuña a la entrada de Abánades)

1 comentario:

Monchi dijo...

Felicidades por el articulo sobre el Tajuña, simplemente comentarle que el nacimiento del Tajuña esta claramente referenciado en diversos documentos, nace en la fuente del Carro, manantial perteneciente al Lugar de Clares, antes alcaldía y ahora pedania perteneciente al ayuntamiento de Maranchón. Esta información tambien esta actualizada en la Wikipedia.

Atentamente
Ramón Sanchez Lozano