Apenas cruzar la
meta, el corredor de fondo se detiene jadeante y vuelve la vista atrás. Es el
momento para que tú y yo, amigo lector, volvamos también la vista atrás luego
de comprobar cómo pasaron a toda prisa las décadas del siglo XX que nos tocó
vivir. En mi memoria aparece como una nebulosa la de los años cincuenta, la
década en la que fui niño, que había de influir en el hombre que vino después
de manera decisiva. Aquellos fueron los años en los que se tejió el cañamazo
sobre el que, pasado el tiempo, había de asentar el hilo de mis ilusiones, de
infancia primero y de adolescencia después. Como uno más de los chiquillos que
por entonces acudían a diario a la escuela en un pueblo de agricultores, no
tuve otro contacto con el ancho mundo que aquel que, gratuitamente en cada
sobremesa y en cada noche, nos ofrecía el Telefunken que compró mi padre: con
ojo mágico y todo, como el de don Eusebio, el médico, que era el mejor aparato
que había en el pueblo.
Pero entremos en
materia aunque sólo sea como homenaje de gratitud hacia un medio que lo fue
todo en nuestro país durante medio siglo, y que, después de atravesar dos
décadas gloriosas, (del 45 al 65) se encontró con el más temible de sus
adversarios: la televisión; escollo que consiguió salvar haciendo donación de
una buena parte de su cometido, y ahí está de nuevo, acomodada en su parcela,
como la televisión lo está en la suya y la prensa escrita en la que le corresponde,
según las posibilidades -similares y distintas- de uno y otro medio.
La imagen, viva y
bullidora aún en los rinconcillos de la mente, perdura muchos años después. Las
cinco de la tarde. Los escolares, entre carreras, saltos y gritos, salen de la
escuela. Cada grupo de chiquillos escapa por la esquina de la plaza que le
lleva a su barrio. Las calles están vacías. Algún anciano dormitea al sol
sentado en su sillón de mimbre, junto al perro que duerme estirado sobre la
acera. Las mujeres, todas las mujeres, están recogidas al lado del receptor
escuchando "Lo que nunca muere"; luego "Un arrabal junto al
cielo"; pasado el tiempo "Ama Rosa" de Sautier Casaseca, que
mereció subir al cine con Imperio Argentina como protagonista. "Dos
hombres buenos" de José Mallorquí, también paralizaría años después las
calles de España. Pedro Pablo Ayuso, Matilde Conesa, Eduardo Lacueva, Juanita
Ginzo, Matilde Vilariño y algunos más, ponían la voz, y el resto de las mujeres
de España la emoción y, a ratos, las lágrimas cada tarde. El comentario con las
vecinas vendría a la mañana siguiente, con la radio como fondo anunciando el
Colacao, el DDT Chas, los tintes Iberia o el Servetinal, entre "El
emigrante" de Valderrama y las "Coplas de picadillo" de Carmen
Morell y Pepe Blanco.
Los sábados por la
noche se repite el mismo fenómeno de la escucha masiva; eran programas de radio
que entretenían y ponían en tensión a millones de españoles: "Fiesta en el
aire" primero, y "Cabalgata fin de semana" después, con canciones
en directo, concursos que se hicieron famosos, desfile de humoristas, cuñas
publicitarias que llegaron a conseguir entre la gente una popularidad
increíble...; y dos voces maestras entre otras muchas: la de Bobby Deglané, un
chileno que consiguió con su nuevo estilo revolucionar las maneras de hacer
radio, y la de José Luis Pécker, la más señorial, elegante y sonora, de todos
los profesionales que por entonces viajaron por las ondas.
No existían los
aparatos portátiles en aquel tiempo, lo que obligaba al público oyente a
quedarse en casa para escuchar las radio; y así, se echaban horas y horas de
asueto los domingos por la tarde a escuchar las retransmisiones deportivas de
Matías Prats y de Enrique Mariñas, desde los distintos campos de fútbol de
primera división, o las mañanas de Radio Nacional con los programas religiosos
del padre Venancio Marcos, que solían encontrar su punto álgido en las
conferencias cuaresmales de Fray Antonio Royo Marín, desde la basílica de
Atocha, una emisión que consiguió se instalaran aparatos de radio en algunas
iglesias, para que los fieles que en su casa no tuviesen receptor, la pudieran
seguir desde los fríos bancos de la parroquia.
Poco después un
programa benéfico, dirigido y presentado por Alberto Oliveras, entró con fuerza
desde los micrófonos de Radio Madrid a los hogares de toda España. Se trataba
de "Ustedes son formidables", que con el aliciente de algunos
compases del Nuevo Mundo de Dvorak como sintonía, y la voz tocadora de
conciencias de su presentador, conseguía casi todas las semanas la solución de
un caso apremiante de ayuda al prójimo, con la aportación generosa de los
radioyentes. Tengo la satisfacción, grande por cierto, de haber colaborado con él
desde Valencia durante varios años.
Los noticiarios de
Radio Nacional de España se transmitían a las dos y media de la tarde y diez de
la noche, en conexión con toda la radio española por imposición gubernativa.
Las voces de Lope Mateo y David Cubedo, sirvieron durante años y años las
noticias de España y del mundo a los millones de oyentes que a diario
escuchaban "el parte" en todo el país.
Ante la sospecha de
que las noticias les llegasen filtradas por el tamiz de la censura, hubo
españoles que, aun a riesgo de ser descubiertos y señalados como no adictos al
régimen, escuchaban en privado las noticias que en lengua española emitían a
una hora determinada de la noche algunas emisoras extranjeras, tales como Radio
París o la BBC de Londres, que solían ofrecer la misma información que la radio
oficial, pero con diferentes matices; no así la más comprometida de las
emisiones que llegaban desde fuera a través de Radio España Independiente,
estación del Partido Comunista que por aquellos años trasladó su equipo emisor
desde Moscú a Bucarest. El régimen procuraba interferir la emisión con ruidos
incontrolables, por lo que los adictos a dicha fuente de noticias, tenían que
hacer juegos malabares con el mando para poderse enterar de lo que en cada
momento dictaba el partido. Una revista de la época comentaba, respecto a la
llamada Estación Pirenaica, cómo se afirmó varias veces que el régimen de
Franco estaba a punto de caer, y que en alguna ocasión también se dijo que los
ferrocarriles de Canarias estaban en huelga, cuando al oyente le constaba que
en las islas no había trenes. En fin, detalles curiosos y pintorescos de una
España sufrida, diferente, a la que poco a poco se le va dando la vuelta como a
un calcetín, y en la que todavía queda tanto por hacer y por mejorar. Confiamos
en que la radio actual, hija casi irreconocible de aquella de los años
cincuenta, pondrá cuanto esté de su parte para conseguir lo antes posible la
España de nuestros sueños.
- Oiga, señor
redactor. Creo que se le ha olvidado algo importante.
- ¡Ah!, pues puede
ser. ¿Qué es ello?
- Los discos
dedicados de Radio Andorra ¿no le parece? Menudas trasnochadas en mi pueblo
oyendo la radio cada noche...
- Tiene usted razón,
amigo. Disculpe. Yo era muy pequeño entonces y me solía ir a la cama enseguida;
pero quiero recordar aquellas listas interminables de nombres que precedían a
la emisión de un disco de la Piquer, de Antonio Molina o de Machín. Creo haber
oído que el "Madrecita" de Antonio Machín se sirvió a los oyentes
después de casi una hora de dedicatorias, en las que los locutores se tenían
que turnar cada diez minutos. Las familias, y a veces el vecindario, se reunían
hasta altas horas para escuchar los discos dedicados en las noches de invierno.
- Ahora la cosa queda
mejor ¿No le parece?
- Sí señor, queda
mucho mejor, ya lo creo. Muchas gracias.
- Las gracias a
usted, caballero.
(En las fotografías: Con José Luís Pécker en los olivares de Baeza, año 2006; una radio de los años sesenta, y Con Alberto Oliveras, planeando un programa de Formidables en el año 1971)
2 comentarios:
Le felicito por esta semblanza, que comparto en casi todo. Utilizaré, con su permiso, parte de ella en las XII Jornadas del Emigrante, en mi pueblo (Malpartida de Plasencia, Cáceres), citando claro está la procedencia. En el evento cultural y etnográfico citado homenajearemos a la radio y su mundo.
Un saludo muy cordial.
Florentino Rodríguez Oliva
Me ha servido de gran ayuda su artículo. ¡Le felicito por su brillantez!
Un saludo
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